martes. 14.05.2024

¿Hay jueces en Madrid?

Que el TC esté bajo sospecha de parcialidad es grave y no ayuda en absoluto a la confianza y respeto a la institución.

Cuentan los viejos cronicones que Federico el Grande se empeñó en derribar un molino que, a su parecer, afeaba la vista del palacio. El molinero recurrió a los tribunales y estos le dieron la razón. Y, alborozadamente, exclamó: «Hay jueces en Berlín».  Cierta o no esta anécdota ha pasado a la historia. Y como tal la conocen los magistrados de nuestro Tribunal Constitucional.

La cosa viene a cuento, ya lo han sospechado ustedes, por la operación que ha puesto el Partido Apostólico de cara a convertir definitivamente el Tribunal Constitucional en su prótesis particular. En todo caso, lo cierto es que dicho tribunal está bajo sospecha de docilidad al poder en ciertos sectores de la población. Que con el nombramiento, tiempo ha, de su actual presidente, siendo todavía un alistado en las filas de dicho partido, acabó por despejar las dudas de algún que otro alma de cántaro.

Que el Tribunal Constitucional esté bajo sospecha de parcialidad –léase compadrazgo con los apostólicos— es grave, y ciertamente no ayuda en absoluto a la confianza y respeto a la institución, amén de a nuestra democracia. Que el Partido apostólico intente dar ahora otra vuelta de tuerca contribuye a empeorar las cosas. Porque introduce peligrosas variantes: desnaturalización del carácter y papel del TC; provoca una zahúrda de competencias entre distintos tribunales; y, por supuesto, le hace aparecer como un sujeto ancilar de las políticas del Ejecutivo.

Por lo demás, clama al cielo el vértigo de esta novación legislativa: por la vía exprés se pretende poner en marcha tamaño disparate que es el colofón de este cuatrienio ominoso que estamos sufriendo. De donde yo infiero que el Partido apostólico intenta dejar las cosas «atadas y bien atadas». Si después gobierna (en coalición) sabe que su socio tragará con dicha reforma; y si no gana es conocedor de hasta qué punto a los nuevos inquilinos no le hará mala digestión tener un báculo de esa envergadura.

Dicho lo cual, un servidor bien merecería un cogotazo por parte de Francesc de Carreras que, en un reciente artículo en El País, ha loado la decisión del Partido Apostólico. Y, ciertamente, de Carreras es un constitucionalista de pelo en pecho. Con lo que podría decirme aquello de «confitero, a tus pasteles». Pero ¿estamos hablando de tecnicismos o de política? En lo primero no puedo competir con el ilustre catedrático; en lo segundo, aunque sea a paticojas y tartajeando, puedo defenderme un poquito. 

Pregunto: ¿qué jueces hay en el Tribunal Constitucional?, ¿resistirían los empujones del grande Federico?, ¿qué pensarán los molineros de hoy en día de todo esto? Vale.

¿Hay jueces en Madrid?