sábado. 20.04.2024

Sraffa y la teoría del excedente

Me creo en la obligación de dar una contestación a

Me creo en la obligación de dar una contestación a Fernando Hugo Azcurra a su artículo Sraffa y la metafísica de la economía por dos motivos al menos: 1) porque es este un artículo solvente, que denota un buen conocimiento de la obra de Marx, a partir de la cual hace una crítica a mi artículo referido a lo que yo creo que debiera ser el cañamazo de una nueva teoría económica partiendo de la obra de Piero Sraffa, Producción de mercancías por medio  de mercancías; 2) porque su solvencia es notablemente mayor cuando aborda punto por punto lo publicado por mí que cuando se analiza la visión global del mismo. Yo empezaré por esto último, por esta visión global en mi opinión errada de Fernando, pero antes querría decir que ambos –creo yo– estamos en el lado de la heterodoxia, de la crítica al modelo estándar de la teoría económica actual, que es el marginalismo y el de los casi meros residuos de keynesianismo. Digo esto último porque lo que se estudia en los manuales de macroeconomía de supuesto keynesianismo no se corresponde con lo que dijo Keynes, sino que es una interpretación posterior (Hicks), que es el modelo de equilibrio IS-LM. Esto ya lo dejó claro Pasinetti en su obra Crecimiento económico y distribución de la renta, pero lo que triunfado en los manuales es la teoría de la síntesis de Samuelson. Y eso en el mejor de los casos. Pero antes de seguir sólo un inciso imprescindible, porque de no hacerlo parecería a cualquier lector no avezado en la historia del análisis económico y sus avatares que la obra de Piero Sraffa se explica en las facultades de economía al menos en pie de igualdad que la micro marginalista, la adulterada keynesiana, las teorías del crecimiento o la teoría de los juegos, por poner cuatro ejemplos. Nada más lejos de la realidad, porque Sraffa no sólo no se estudia, sino que desde el mismo momento de la publicación de su obra capital –omito los dos importantísimos artículos de 1925 y 1926–, ésta ha sido ocultada, arrinconada, convertida en una acnédota y no forma parte del corpus intelectual de la formación de un economista. Algo menos en Italia, que por ser el autor italiano –turinés para más señas–, tiene algo más predicamento y se han hecho congresos y publicaciones en el 2010 con motivo del 50 aniversario de la publicación de su obra (Sraffa or an alternative economics, 2008). Estudiosos de Sraffa, aunque no necesariamente esrafianos, son Garegnani –fallecido muy recientemente–, Pasinetti, Kurz, Schefold, Roncaglia, Steedman, Salvadori, y un largo ecétera de, fundamentalmente, economistas italianos. También he encontrado en Latinoamérica estudiosos de la obra y quiero mencionar especialmente el grupo Circus-Luján en Argentina, al que pertenece Fernando. En España, casi el desierto, con la excepción de Manuel Ahijado que en su día –en 1982– escribió un libro importante, aunque pasara desapercibido en el mundillo económico como fue Distribución, precios de producción y crecimiento. Antes de la obra de Ahijado –en 1979– escribía Josep M. Vegara Economía política y modelos multisectoriales, donde dedicaba a la obra de Sraffa un capítulo. Yo la primera vez que oí hablar de Sraffa fue al profesor Lozano –del que no he vuelto a saber nada–, y aquello ocurrió cuando ya estaba acabando la carrera, hace ya más de 30 años. El por qué de este ocultamiento es fácil de comprender al leer el libro de Sraffa, porque éste no es sólo una crítica a la teoría del capital neoclásico, sino que va más allá y supone la más acertada teoría del excedente, que es el núcleo duro de la preocupación de los clásicos, al menos desde David Ricardo hasta Alfred Marshall. Y esto suponía ir contra corriente, contra la corriente neoclásica-marginalista imperante. Diría que la obra de Sraffa –aunque no su gestación, es decir, su filogénesis– trata de resolver el problema de Ricardo de encontrar una medida invariante del valor y de la distribución respecto a los precios –cosa que consigue Sraffa con la mercancía-patrón y la razón-patrón-, y sigue con o contra la teoría del capital y su creencia de que puede generalizarse una teoría que ponga en relación inversa y monótona la relación capital/trabajo y el tipo de interés; también que se pueda hablar de capital como un agregado, al igual que se hace con el trabajo y se hacía con la tierra. Esta teoría ya había sido vapuleada por Robinson, Garegnani, Pasinetti, Nuti, Badhuri, etc., pero como la hidra de siete cabezas o un ave Fénix de mal agüero, les sale nuevas cabezas o renace de sus cenizas. Aún está increíblemente esta visión errónea en los manuales de microeconomía que estudian los que luego toman decisiones en el FMI, en el Banco Mundial, en la Reserva Federal, en el Banco Central Europeo, etc. Sé de sobra que Fernando sabe todo esto y mucho más, pero lo cuento para el lector menos avezado, pero que padezca del sarpullido de la… curiosidad.

Entraré ahora en la crítica de Fernando. Acabado el artículo yo tengo la impresión de que el autor considera de partida que la obra de Sraffa y Marx son sustitutivas, lo cual me sorprende porque doy por supuesto que ha leído con detenimiento la obra de Sraffa y es seguro –porque lo demuestra– que tiene un conocimiento profundo de la de Marx. Por ejemplo, Sraffa estudia el excedente y llega a establecer una relación variable entre salarios y ganancias –tasas, pero pueden generalizarse sin dificultad– independiente o, mejor dicho, dado el trabajo con todas sus características, los medios de producción con su heterogeneidad y los productos finales, sean cuales sean estos. Esta forma de proceder de Sraffa hay que entenderlo como la manera que tiene el economista italiano de refutar la economía marginalista, donde salarios y ganancias son derivadas de supuestas productividades marginales, productividades que para serlo ha de suponerse una teoría de la producción y del capital previa. Pero esto ya hemos visto que ha sido refutado por dos motivos: por inconsistente y por su nula relación con la realidad. Sraffa trata de refutar a Marshall, Walras, a los austríacos, pero no a Marx. Es verdad que nada dice de las relaciones de producción que se dan en ese reparto entre salarios y ganancias. Ahí te cabe Fernando la teoría de la explotación de Marx, que es el núcleo duro de su teoría económica, aunque sabemos que Marx es más que un mero economista y su análisis económico va mucho más allá que la teoría de la explotación. Más aún, si lees mi libro –y perdona por citarme– Descifrando a Sraffa verás que llego a establecer una relación meridiana entre la razón-patrón de Sraffa y la composición orgánica de capital de Marx. Esta crítica de Sraffa por lo que no tiene me parece injusta, porque con esa cualquier autor u obra saldría negativa su valoración, incluido la del propio Marx. En mi opinión una obra que pretende ser científica –y ya es esto difícil en el campo de lo social– puede ser criticada por estas tres cosas: 1) por su incoherencia, si es que se da; 2) por su escasa o nula capacidad predictiva; 3) por su posible irrelevancia. Creo que hay que atenerse a estas tres cosas. En todo caso soy yo el que arriesga al considerar que Sraffa –su obra concreta de Producción de…– puede ser considerada como la semilla de unos nuevos fundamentos de una nueve teoría económica. Es decir, no se trata de inventar una enteramente una nueva teoría económica, sino de fundamentar esa nueva teoría a partir de Sraffa, pero con las aportaciones de, por ejemplo, Ricardo (teoría de los costes comparativos, teoría de la renta de la tierra), Keynes (demanda efectiva, teoría monetaria), Kalecki (dinámica económica), Marx (teoría de las crisis, teoría de la explotación, teoría de la reproducción y acumulación), etc. Son sólo algunos ejemplos, nada de una enumeración exhaustiva, y que admito que pueden ser contradictorios entre ellos. Sraffa aportaría el basamento de todo ello a partir del excedente, la producción conjunta, el capital como trabajo fechado, el capital fijo. No son todas las aportaciones de Sraffa, pero son las que me parecen más importantes.

Cuando digo que Sraffa parte de toda la realidad creo que lo explico, pero lo matizo si es necesario. La realidad como tal sabemos que es inasible, eso lo damos por descontado y no ha sido necesario que Kant distinguiera entre el fenómeno y el noúmeno para saberlo. Lo que digo son dos cosas: 1) Sraffa parte de la misma realidad de la que parte Leontief con sus tablas Input-Ouput, tablas que son unos de los mejores instrumentos –para mí el mejor– para el estudio de los fenómenos económicos en forma de inevitables agregados. Esto debiera ser obvio porque, por más compleja que sea una tabla de datos, incluso las más complejas como fueron las de la planificación soviética, es imposible meter en una tabla los cientos o miles de millones de productos diferentes que se producen en un año con sus precios respectivos. Esa realidad es siempre un agregado de cosas que tienen un cierto grado de homogeneidad. Y no se ha inventado nada más cercano a la realidad que una tabla de Leontief, ni existe instrumento mejor para indagar con posibles variaciones de, por ejemplo, inversión, ahorro, trabajo, producción, precios, etc. Pues bien, la matriz de datos que emplea Sraffa –aunque Sraffa no emplea ese lenguaje– es el mismo que el que emplea Leontief. A eso me refiero con realismo; 2) Porque esa realidad viene, a pesar de lo anterior, desagregada por bienes y sectores (o procesos), en sus relaciones interdependientes, intersectoriales, a diferencia de los modelos productivistas marginalistas (modelo Cobb-Douglas, por ejemplo, el CES, modelos de crecimiento, etc.). En Sraffa, a diferencia de los modelos marginalistas agregados, es fundamental el análisis de las diferentes composiciones llamemos capital/trabajo de los sectores que influyen directa y/o indirectamente en la formación de los precios. Nada de esto es incompatible con Marx, sino todo lo contrario, porque Marx estudia, aunque simplificadamente, los diferentes sectores y su reparto. Es verdad que siempre desde su papel en la formación de la plusvalía y su reparto, y en su papel en la reproducción y acumulación del sistema. Esta última, su teoría de la reproducción y acumulación es perfectamente compatible con la teoría del excedente de Sraffa con tal de fechar los precios en el modelo de éste. Lo tienes en el libro que te he mencionado. Es verdad que también hay que casar conceptos, pero eso ha de ser tarea de los demás y no podemos criticar a Sraffa porque no lo hiciera. Tú mismo lo señalas, por lo que estamos de acuerdo en este punto.

Dices que considero que con Sraffa la economía ha alcanzado un status de “ciencia estricta cual ciencia natural”. No recuerdo haber dicho eso pero, en todo caso, me explico. Considero precisamente que con Sraffa, dados los huecos de su explicación de lo que pueden entendido como fenómenos económicos, queda desechada la posible creación de una ciencia social en pie de igualdad con las ciencias naturales. Y eso se debe precisamente a las ausencias que tú mismo criticas en Sraffa. En mi opinión podemos definir la economía de Sraffa como el estudio –no ciencia– del excedente y de sus límites. Ni más ni menos. Ni siquiera nos habla del reparto, ni de la relaciones sociales de la manera que nos habla Marx, autor que sí creía haber creado o descubierto –es verdad que quizá lo creyó más firmemente Engels en el Anti-Dühring– una ciencia de lo social con el mismo status que las ciencias físicas conocidas entonces. Tal es así que si no se quiere que la obra de Sraffa caiga en la trivialidad debemos completarla y complementarla. Es precisamente esto -y no la pretensión del status que tú dices que sostengo- el punto débil de Sraffa. Ahora bien, de aceptar la imposibilidad de una ciencia de lo social –al menos en el subconjunto de la economía- con el mismo status de universalidad y necesidad que las ciencias físicas, eso no nos debe llevar a la otra orilla, a la orilla robinsoniana de la economía como una mera “caja de herramientas”. Y eso, en mi opinión, representa Sraffa en lo que atañe a los fundamentos y sólo a los fundamentos de un conocimiento de los fenómenos que podemos entender como económicos, suponiendo que ello es posible porque el núcleo duro de su aportación es la teoría del excedente y no otra cosa.

En lo concerniente al capital como trabajo fechado que considera Sraffa no entiendo tu crítica a Sraffa. Lo que haces, Fernando, es criticar al italiano porque no dice lo que dice Marx del trabajo. Eso es cierto porque Sraffa no copia a Marx y tampoco parte de él. No entra en consideraciones como hace Marx –por ejemplo– en el capítulo VI del II tomo de El Capital donde dice que “el obrero añade al objeto sobre el que recae el trabajo nuevo valor incorporándole una determinada cantidad de trabajo, cualesquiera que el contenido concreto, el fin y el carácter técnico de este trabajo sean”. Son las consideraciones de Marx sobre el trabajo abstracto y concreto. La cuestión es: ¿Acaso es falso o descabellado considerar que el capital, es decir, los medios de producción, es trabajo del pasado? ¿Es relevante en el modelo de Sraffa esta consideración? ¿Acaso es contradictorio con la concepción de Marx? Es sobre todo una critica demoledora a la teoría del capital neoclásica, no a la teoría del capital de Marx. Nada de lo que dices o de lo que dice Marx es incompatible con lo que dice Sraffa. Por ello no entiendo tu crítica. Sraffa no es Pierre Menard, ese personaje de Borges que vuelve a escribir El Quijote línea a línea, palabra por palabra. Sraffa no reescribe El Capital. Eso no puede ser un defecto del italiano; menos aún si, como yo considero, no es sustitutivo en este punto sino complementario. Cosa distinta sería si, como hace Morhisima –por poner un ejemplo– basara la teoría de la explotación de Marx en la mera prolongación de la jornada de trabajo (Marx´s Economics, 1973). Dice Marx también en El Capital (cap. V, sección III, libro II) que “los productos existentes no son solamente resultados del proceso de trabajo, sino también condiciones de existencia de éste; además, su incorporación al proceso de trabajo, es decir, su contacto con el trabajo vivo es el único medio de conservar y realizar como valores de uso estos productos de un trabajo anterior”. Se pueden citar decenas de textos de Marx como este donde no entiendo que pueda ser incompatible la concepción del capital de Marx con el cálculo y consideración –las dos cosas, concepto y aritmética– de Sraffa del capital existente en cada momento como suma ponderada de los medios de producción utilizados en el pasado. Llegado al extremo, podemos considerar que Sraffa toma como un dato el trabajo implicado en la producción, sin más consideraciones. Puede ser una oquedad, uno de las cosas que no están presentes en Sraffa, pero estas ausencias es lo que sitúa a Sraffa –en mi opinión– como el mejor candidato para fundamentar una nueva teoría económica: por la porosidad de su obra y la orfandad en temas importantes. En un segundo artículo publicado por mí también en Nueva Tribuna que no comentas, señalo las tres características que debiera tener un modelo para ser tildado de esrafiano: el grado de libertad entre salarios y ganancias, la formación de los precios mediante un margen sobre los costos y el capital como trabajo fechado. Son, en mi opinión, las tres patas de estos fundamentos, y ahí caben buena parte del análisis posterior a Ricardo, incluido Keynes, Kalecki y Marx, porque Sraffa, a diferencia del alemán que crea un modelo autónomo y globalizador, no pretende crear una teoría del todo, sino cosas mucho más limitadas: 1) atacar la teoría del capital neoclásica en su capítulo sobre los desplazamientos de los métodos de producción; 2) resolver el problema de Ricardo de una medida invariante de los precios y la distribución; 3) atajar la simplificación de la economía neoclásica sobre la producción simple; 4) incorporar el capital fijo porque considera que no esté bien resuelto por Ricardo; 5) señalar la importancia de la diferenciación entre bienes básicos y no básicos, es decir, los que entran como medio y los que no, para la formación de los precios. No es todo Sraffa, pero es una parte sustancial. No lo juzgo por sus intenciones –que también puede hacerse– sino por sus resultados. No pretende mucho más; desde luego mucho menos que Marx, pero son dos economistas distintos, geniales, que escriben casi con un siglo de diferencia. Sraffa es una montaña sobresaliente, quizá la más alta; Marx es una cordillera, quizá la más larga. La fortuna para nosotros, los simples mortales, es que son, en mi opinión, compatibles en un alto porcentaje.         

Donde podemos encontrar dificultades de encaje entre ambos economistas en su teoría de formación de los precios. Marx parte de su teoría del valor y tiene que hacer la transformación a precios; en Sraffa, como dice Roncaglia, son precios correspondientes a tasas únicas de salario y ganancia (y a largo plazo). Sraffa los llama precios de producción. Yo aquí tengo una profunda discrepancia, tanto con el propio Sraffa como con Roncaglia. Con Sraffa porque malamente se le pude llamar precios de producción a unos precios surgidos de un modelo huérfano de una teoría de la producción y de una teoría de los costes. En mi opinión añadiría que… afortunadamente. Los precios de Sraffa son de intercambio y de reproducción del sistema. Son precios de equilibrio. Si se tiene duda no hay más que ver que el vector de precios de los productos finales que emplea Sraffa es el mismo que el de medios de producción. Además, los salarios son post-factum, es decir, que no incluyen los costes salariales para su formación. Todo esto es subsanable, fechando precios y englobando salarios en los costes. Yendo a Marx, Samuelson habló de los precios de Marx como de un rodeo innecesario. Pero el dilema en la teoría de Marx está servido: o transformación o renuncia a la teoría del valor trabajo; incluso renuncia a la teoría de la explotación, con lo cual nos quedamos sin Marx. La cuestión es si son compatibles la teoría de la explotación (generadora de la plusvalía) con los precios de Sraffa. No tengo respuesta, al menos de momento. En cualquier caso conjeturo que fue la teoría del valor-trabajo lo que llevó a Sraffa a apartarse del modelo de Marx, aunque siempre fue marxista de corazón. Es verdad que para lo que nos ocupa, eso no vale para nada, pero puede ayudar a comprender el doble abismo por el que se mueve Sraffa. Por un lado ataca la teoría del capital y el marginalismo, pero por otro su no aceptación del modelo marxiano –y en especial, creo yo, la teoría de los precios del alemán– le fuerzan a crear un nuevo modelo a partir de Ricardo. Pero para estar seguro de todo esto debemos esperar a conocer toda la correspondencia de Sraffa que ahora se da a conocer y que Kurz y Gagegnani son –era en el caso del italiano– los albaceas intelectuales del turinés.

En cualquier caso tampoco entiendo la crítica que haces cuando digo que los precios se forman a partir de un margen sobre los costos, cosa que hace cualquier comerciante (o empresario) y dices que parto de un hecho práctico pero que no lo explico. ¿Cómo puede ser un defecto construir un modelo –que no deja de serlo– basado en comportamientos cercanos a la realidad? Es precisamente uno de los puntos fuertes del modelo de Sraffa frente a la explicación marginalista de que los precios se forman al igualar supuestos ingresos marginales con costes marginales. Es verdad que yo soy partidario de incluir los salarios en los costes para formar estos precios precisamente porque eso añade realismo, pero tú en este aspecto no entras por lo que yo no lo haré. Yo añadiría algo más: que la economía o es una sociología o son meras fórmulas y gráficos. Y este comportamiento empresarial es uno más que explica en parte la formación de los precios en el mismo plano de igualdad que en el keynesianismo explica el consumo a partir de la propensión al consumo, el marginalismo la demanda a partir de la utilidad marginal o cuando Marx trata la plusvalía como “la diferencia entre el trabajo considerado como fuente de valor de uso y el mismo trabajo en cuanto que crea valor” (El Capital, I tomo, sección III , cap. V, Proceso de trabajo y proceso de valoración, pág. 147, FCE, 1974). Podrán o podremos considerar explicaciones acertadas o no, pero son explicaciones. Todo el libro de Sraffa es un continuo intento de construir un modelo basado en explicaciones sobre comportamientos económicos. También en el tema de la formación de los precios. Tal es así que una de las mayores dificultades del libro es precisamente seguir el rastro de esos comportamientos al partir de la economía como un todo, con sus relaciones intersectoriales, con sus relaciones entre trabajo y medios de producción, entre variables monetarias (precios, salarios y ganancias) y variables no monetarias (medios de producción, trabajo y productos finales). Si esto no se aprecia sólo se aprecia en Sraffa un mero sistema de ecuaciones. Sraffa no es Leontief. El economista ruso nacionalizado norteamericano crea un precioso instrumento para extraer consecuencias de la realidad, pero sin teoría explicativa. Leontief no tiene una teoría. Esa la tenemos que poner los demás. Pero Sraffa sí la tiene. La construye a partir del excedente y sigue con la producción simple, conjunta, la reducción del capital a trabajo fechado, el desplazamiento de los métodos de producción, con el capital fijo y las mercancías que se auto-reproducen (apéndice B del libro de Producción de… ). Y usa además instrumentos como la mercancía-patrón y la razón-patrón y cosas como la diferenciación entre productos básicos y no básicos que son a la vez objeto e instrumento. Si no se entiende que Sraffa basa su obra en comportamientos no se entiende a Sraffa. No digo que por eso se haya que estar de acuerdo con él, digo que no se entiende su libro. Sraffa ni es Leontief y menos aún Von Neumann, con su modelo que tantos puntos de conexión tiene con el italiano en los aspectos formales (matemáticos). Creo que ya lo he dicho, pero insisto: que Sraffa no explica todas las cosas a pesar de que parta de la realidad como un todo. Por eso hablo de fundamentos y no de una teoría o modelo acabado como podemos considerar que es el marxismo o el marginalismo. Ambos son modelos cerrados, donde parece imposible meter la cuña de la creación: o se aceptan o no se aceptan. Reconozco que a mí eso no me gusta esa especie de catecismo que ambos representan. Y desde luego si los precios de Sraffa te pueden parecer Fernando metafísicos –lo digo por el título de tu artículo, que tampoco entiendo– no existe quizá nada más metafísico que la formación de los precios en Marx a partir de los valores-trabajo. Tal es así que se necesita hacer esa transformación de valores a precios (ver Marx, Sraffa y el problema de la transformación, I. Steedman) que una inteligencia como la de el mismo Marx intenta y reconoce su defecto. En efecto, los bienes y servicios (mercancías en Marx) se intercambian por sus precios y no por los valores obtenidos a partir de los capitales contantes, variables y plusvalía. Desde Bortkiewicz ha dado mucho trabajo y mucha literatura tal conversión. Tal es así que se considera los precios de Marx como la primera solución de una cadena de Markov de conversión de valores a precios a partir de las condiciones de Marx. No es de extrañar las dificultades de la teoría de los precios del alemán. Él mismo explica este hiato entre valores y precios cuando dice que “el precio de costo de una mercancía se refiere solamente a la cantidad de trabajo retribuido que en ella se contiene, mientras que el valor se refiere a la cantidad total de trabajo contenido en ella, tanto al retribuido como al no pagado; el precio de producción, por su parte, se refiere a la suma del trabajo retribuido más una cantidad de trabajo no pagado, independiente de la esfera especial de producción de que se trate” (El Capital, tomo III, sección I, cap. IX, pág. 171, FCE, 1974). Dos precios y un valor. Y con eso hay que tirar si se quiere explicar y –lo que es más importante- incorporar a Marx en el canon, en el corpus de conocimientos de un economista, que no lo está. Observa la definición de precio de producción –expresión que también usa Sraffa aunque yo la critico- porque deambula en la misma esfera de realismo que la del italiano, a pesar de no ser iguales. En Sraffa los precios son contables en la medida que se corresponden a tasas únicas (globales) de la producción (por esa los llama… de producción); en Marx porque por medio está la plusvalía media –yo así lo sobreentiendo– que permite huir de un mero empirismo a también precios contables, al igual que Sraffa. Ni Sraffa ni Marx son metafísicos; ambos se mueven en niveles de abstracción en este tema –en otros, mucho Marx que Sraffa, que yo no valoro ni critico– que les permite eludir tres peligros: o una explicación trivial de que todo depende de todo, o un mero empirismo en el que se mueve, por ejemplo, el modelo de Leontief, o un mero formalismo sin teoría, como el de Von Neumann.      

Finalizas tu artículo señalando que no digo nada de las coincidencias entre el análisis de Sraffa y el marginalismo. Ahí discrepo absolutamente contigo y además no me gusta ser juzgado por supuestas intenciones de las que carezco. Tú mismo enumeras con acierto las diferencias entre el marginalismo y Sraffa a partir de mi artículo. Diré estas: 1) El objetivo principal y núcleo duro (il cuore) de Sraffa es el excedente, mientras que en el marginalismo es la asignación de recursos y formación de los precios; 2) En Sraffa los salarios se reparten una vez determinado el excedente, mientras que en el marginalismo los salarios y ganancias son fruto de supuestas productividades marginales, es decir, de condiciones productivistas y no de la lucha de clases; 3) Sraffa no optimiza, salvo con la excepción de la frontera de salarios-ganancias para pasar de una técnica a otra; en el marginalismo no paran de optimizar, tanto en el consumo (utilidad marginal, relaciones marginales de sustitución), como en la producción (productividades marginales), como en el cálculo de los precios (costes marginales), en una tarea agotadora; 4) para Sraffa el capital es trabajo fechado; para el marginalismo es un factor más de producción, con vida propia y con su consecuente retribución; 5) Sraffa trabaja con modelos desagregados intersectoriales, mientras que los marginalistas agregan en cuanto te das la vuelta, aunque sea lo que ellos entienden por capital. Si lees Descifrando a Sraffa verás el esfuerzo hecho –otra cosa es el resultado– por poner en evidencia las diferencias entre Sraffa y los marginalistas. Aún así te haré una concesión que no has visto, porque es verdad que hay un punto de conexión entre Sraffa y la teoría del capital austríaca y es que ambos analizan el capital fijo en términos de períodos medios de producción. Se puede ver leyendo la importante obra de Garegnani El capital en la teoría de la distribución y el capítulo de Sraffa sobre el capital fijo. Es esta una conclusión mía y no imputable a Garegnani, pero es cierto que no me acaba de gustar.

No quiero se exhaustivo porque esta especie de réplica pretende que sea publicada en la revista digital Nueva Tribuna y ahí los lectores –por suerte para ellos– no son especialistas en todo esto y tienen una visión e interés mucho más amplio. Termino diciendo algo sobre el empleo de las matemáticas, porque para nada la matematización de una teoría o modelo le da a aquélla o a éste marchamo de conocimiento científico; ni siquiera de conocimiento. Tampoco debe ser un obstáculo. Ocurre, no obstante, que para el estudio de la obra de Sraffa Producción de…, son imprescindibles las matemáticas. En concreto, el álgebra matricial. Y no se puede imputar al italiano un abuso del uso de este instrumento, porque el esfuerzo explicativo de la lógica económica que lleva a cabo intentando eludir lo formal es encomiable. Tal es así, que le lleva a cometer algunos errores, como es el de confundir la tasa máxima de ganancia con la razón-patrón o como cuando cree encontrar un vector de precios positivos sin acudir al teorema de Rouche-Frobenius. Si algo se le puede acusar a Sraffa es el de un uso insuficiente de lo formal que le sirva de guía, al menos en lo expositivo. Hay que decir que pocos economistas no matemáticos han estado mejor asesorados que Sraffa y que el agradece mencionándolos en su prólogo (Ramsey, Besicovitch y Watson). Y a pesar de ello, renunció a las matemáticas si las conclusiones derivadas de éstas no podían ser explicadas con meros razonamientos económicos. Por eso ahora toca a los demás lo que no hizo: desarrollar su teoría y completar, complementar y rectificar (con matemáticas o sin ellas) lo que el dejó o erró. Eso ya lo han hecho en parte economistas de la talla de Schefold, Kurz, Pasinetti o Steedman. En este punto sobre el uso adecuado de lo formal no es tan ingenuo ni neutral como creen los que se aferran a los conceptos cual tabla de salvación –no digo que tú lo hagas, Fernando- y no salen de su agarradura. Pondré dos ejemplos para no caer en una disertación abstracta y estéril. Sraffa aborda tanto la producción simple como la conjunta con un vector de precios –distinto en ambos casos- que es el mismo tanto para los medios de producción como para los productos finales. La cuestión es discutible porque eso es impensable en el mundo real. No obstante, si lo que se quiere es valorar son los desplazamientos de los métodos de producción o la frontera salario-ganancia, por ejemplo, parece pertinente. Sin embargo resulta inexcusable si partimos de una diferenciación entre bienes básicos y no básicos, porque la conclusión a la que quiere llegar Sraffa es la de que los bienes no básicos dependen de los básicos, pero no al revés. En este caso podemos suponer de entrada que el número de bienes no básicos es distinto de el de los básicos, lo que supone asentar como hipótesis que al menos la matriz de bienes no básicos no es cuadrada y, por lo tanto, no va ser invertible si el número de bienes no básicos es mayor que el de procesos (o sectores). Hecho esto, si ahora quisiéramos llegar a la frontera salarios-ganancia, es decir, a una relación entre estas dos tasas sin que medien los precios, hemos de ingeniarlas para que el numerario empleado -en el que ineludiblemente van a entrar los precios de los no básicos- permita su neutralidad en la medición del excedente y, por tanto, en el reparto entre salarios y ganancias. En el caso de la producción conjunta de Sraffa sin diferenciación entre bienes básicos y no básicos ocurre algo similar y todo se facilita si suponemos que el número de bienes de productos finales cualitativamente distintos es el mismo que el de medios de producción. De lo contrario, lo realista es suponer que el número de los finales es superior al de los medios, pero ello nos trae que la matriz de productos finales no va a ser invertible porque no va a ser cuadrada para obtener el vector de precios de equilibrio. Sraffa era consciente de este problema (ver  nota de la pág. 76 de Producción de… ). Otro ejemplo es el del análisis de Bortkiewicz de la transformación de valores a precios. Esta tiene una cierta trampa, porque el economista parte de 3 sectores con 4 variables (tres coeficientes de transformación y la tasa de ganancia). Procede a continuación a tomar como numerario un coeficiente, con lo cual elimina el grado de libertad y puede obtener así unos valores concretos de los otros dos coeficientes y de la tasa de ganancia). El truco está en que supone casi tantos sectores como coeficientes. Si ahora generalizamos el número de sectores a n, el método Bortkiewicz se nos viene abajo. En los dos ejemplos anteriores lo formal ha condicionado el resultado tanto como los deseos de éste ha empujado al uso de aquél. En ambos casos, ni podemos eludir lo formal ni aceptar cualquier uso de éste. Un ejemplo magnífico de lo que digo es el propio Sraffa, que por más esfuerzos que hizo para dejar lo formal entre bambalinas, éste aparece continuamente, aunque a veces algo maltrecho. 

Tenemos que aceptar que las mal llamadas ciencias sociales sólo pueden recibir un tratamiento teorético por medio de modelos. Todos son modelos, desde el de Sraffa -escrito en apenas de 100 apretadas páginas- como el de Marx en las 2000 páginas de El Capital más las del resto de su obra. Incluso en las ciencias físicas también se habla del modelo estándar o de la teoría de la relatividad. Newton fue el último que se atrevió a explicar el sistema del mundo sin explicitar que se trataba de un modelo que podía ser superado en el futuro, como así ocurrió. Unos modelos serán susceptibles de formalización y otros no (por ejemplo, el psicoanálisis) y, en cualquier caso, siempre se podrá hacer un uso torpe o inteligente del instrumento, oportuno o inoportuno, sustitutivo de lo conceptual o complementario. Pero todo eso depende del talento de cada cual y no es imputable al contenido; no depende del instrumento, sino del intérprete.

Sólo añadir que ha sido un placer discutir contigo y es de esperar que se sumen más estudiosos a la discusión, porque de ésta a veces sale la luz; luz que necesitamos, porque la de los neoliberales –versión política de los neoclásicos– la tienen apagada sin ellos saberlo, y nos están llevando al desastre porque son los que asesoran a los que mandan.  

Sraffa y la teoría del excedente
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