jueves. 28.03.2024

Salvar los muebles o salvar la izquierda

Abortada la mejor solución le queda al PSOE dos: o suicidarse por la izquierda, apostando por terceras elecciones, o suicidarse por la derecha, permitiendo que gobierne Rajoy. No hay más

Triunfó el golpe, triunfó Felipe y a Rajoy se le aflojaron los esfínteres. En contra de la opinión reinante, la prioridad de los golpistas, de los conjurados, de los que han apuñalado en el ágora cerrada que es Ferraz, no era favorecer la abstención del PSOE para que llegara al Gobierno el jefe del partido de los delincuentes (PP);  su propósito era que Pedro Sánchez no iniciara siquiera conversaciones con Podemos. Felipe y sus secuaces no quieren depender de Pablo Iglesias y sus chicos para gobernar. Antes morir que perder la vida, antes prefieren, desde luego, que gobierne Rajoy. Por eso, aunque el golpe es más chapucero que el que dio Tejero en el Parlamento español o el de Erdogan contra sí mismo en Turquía, era un golpe ganador si ese era el fin, si sólo ese era el fin, sin valorar posibles daños colaterales. Para Felipe y sus secuaces que haya o no terceras elecciones era casi indiferente, casi. Pero esto es lo que pasa con los golpes palaciegos y asonadas precipitadas, urgentes, que sabes cuando y como empiezan pero no como acaban ni cuando: abierta la caja de los truenos, la tormenta consiguiente llega a todos, incluidos a los que destaparon la caja. Porque ahora el PSOE, victorioso el golpe, derrotados y desarmados el ejército de Sánchez, no tiene salida, ni digna, ni política, navegando entre la indignidad de unos y la indignación de los otros. El PSOE tenía tres opciones. La mejor, salvar los muebles dignamente intentado un gobierno alternativo a Rajoy y sus delincuentes y, saliera o no, siempre podía culpar a Podemos y/o Ciudadanos porque, lo más probable, es que uno de los dos sería culpable -si no los dos- de no arribar a buen puerto. Abortada la mejor solución le queda al PSOE dos: o suicidarse por la izquierda, apostando por terceras elecciones, o suicidarse por la derecha, permitiendo que gobierne Rajoy. No hay más.

Visto en lontananza, mirando más allá de cómo facilitar que gobierne Rajoy, si con abstención o con terceras elecciones, el PSOE tiene que resolver un dilema: si quiere ser un partido socialdemócrata,  y para ello no le queda más remedio que contar con Podemos, por activa, por pasiva, con fraternal abrazo o con cejuda desconfianza, pero entenderse, o bien pasar a ser un partido liberal con ramalazos sociales, como pretende ser Ciudadanos cuando le aprietan los principios por la izquierda.  Ahí tiene hueco el PSOE, porque el partido de los niñatos de Rivera ya ha optado y se ha demostrado que es grouchista, de Groucho Marx, el genial cómico de la multiplicidad de los principios. El PSOE, desde que llegó Felipe a la jefatura, no es un partido socialdemócrata en lo económico aunque lo sea en los derechos civiles. Sus ministros de economía primeros, Boyer o Solchaga, eran neoliberales porque llegaron justo cuando el keynesianismo moría o lo asesinaban a mitad de los años 70 del siglo pasado. Ha sobrevivido como partido aparentemente de izquierdas por su obra civil en derechos, pero eso ya está agotado, ya ha hecho la labor y hay que darle las gracias. Puede pensarse que podía haber sido algo mejor, pero estos derechos son homologables a los mejores, al menos hasta que llegó Rajoy. Pero en lo económico no ha llegado a ser keynesiano, que es la base intelectual de la socialdemocracia en cosas de economía. Pedro Sánchez, en sus discursos y programas, al menos en el papel, parece que quería reintroducir la socialdemocracia en el PSOE perdida desde Suresnes: rentas mínimas, derogación o casi de la reforma laboral del PP, anular la ley mordaza para recuperar las libertades colectivas y volver a la democracia, dotar de presupuestos a la dependencia, mejorar la financiación de la Sanidad y Educación públicas, etc. En lo del salario mínimo la cagó, con perdón (un 1% de subida en el acuerdo con Ciudadanos), pero podría rectificarse en la confrontación amistosa con Podemos. Las pensiones es otro problema y la lucha contra el fraude fiscal un deseo, deseo realizable con el empuje también de Podemos. Pues de momento los conjurados han abortado todo esto. Quizás no era su intención y quizás no lo saben, pero ha habido aborto. Pero antes o después, tendrá que entenderse con Podemos para llegar a la Moncloa porque el bipartidismo, al menos por el lado de la izquierda, no va a volver. El PSOE tiene que hacer un Suresnes al revés.

Y ahora los conjurados, ya en el poder, se encuentran con el chaparrón de la caja de los truenos y con la margarita de sus miserables actos: me abstengo o terceras, me suicidio por la derecha o por la izquierda, me revuelvo en la cochiquera de mis actos o me aseo en compañía de los gorrinos. Y aquí hay una contradicción: al PSOE le interesa como partido las terceras elecciones, pero al conjunto de la izquierda, en lo inmediato, le interesa la abstención del PSOE y que gobierne Rajoy, un Rajoy maniatado y en la misma cochiquera de la que no parece que puedan escapar los conjurados que apuñalaron la alternativa al PP. Eso en lo inmediato, porque el futuro está abierto y depende de muchos factores: depende de que Podemos rompa su cascarón pequeño-burgués (Iglesias) y emerja la izquierda que se supone que llevan dentro (Errejón), esa izquierda que hubiera echado a Rajoy cuando tuvo ocasión; depende de que Ciudadanos decida ser de derechas pero con dignidad, y depende, sobre todo, de que algunos de los millones que aún votan a Rajoy prueben el sabor también de la dignidad. Al final, si no es al principio, siempre queda la dignidad, que es brasa para los intereses las más de las veces pero alimento para la conciencia siempre. Ahora no hay que correr riesgos: mejor la abstención que volver a la dictadura de la mayoría absoluta del jefe de los delincuentes.

Salvar los muebles o salvar la izquierda