jueves. 28.03.2024

PSOE-C's: la última bala

Creo que el PSOE ha tenido suerte con encontrarse a Pedro Sánchez como secretario general del partido y aspirante a la presidencia de Gobierno.

Creo que el PSOE ha tenido suerte con encontrarse a Pedro Sánchez como secretario general del partido y aspirante a la presidencia de Gobierno. Por sus obras les conoceréis y el PSOE ha demostrado que es un partido progresista –incluso de izquierda moderada– en los derechos llamados civiles, pero terrible, inoportuno –y con la fe del converso– neoliberal en lo económico. El gobierno de Zapatero ha sido la manifestación notoria y notable de esta aparente contradicción. Lo del aborto y el matrimonio en parejas del mismo sexo ha demostrado lo primero, pero su beneplácito a los dictados de Bruselas, FMI y BCE antes de Draghi, la congelación parcial de pensiones y de los sueldos de los funcionarios en mayo del 2010 demostraron lo segundo. Claro que la cosa venía de largo, está en aspectos de los pactos de la Moncloa, la panoplia de modelos jurídicos de contratos de trabajo que datan de entonces, aspectos de las reconversiones industriales, las privatizaciones totales o parciales –la opción de oro–, las privatizaciones de aspectos de la gestión de la Sanidad, la terrible permanencia de la enseñanza concertada en manos de curas y monjas, la prioridad del equilibrio presupuestario sobre las necesidades sociales –modificación del artículo 135–, las leyes de “la patada en la puerta” del ministro Corcuera, antecedentes de la “ley mordaza” actual del PP, las sucesivas reformas laborales con el objetivo de abaratar el despido, y un largo etc. que no señalo para no alargar esto y cansar al posible lector. Es cuestión de hacer historia. Otros aspectos son inequívocamente positivos como es todo lo referente a la consolidación jurídica e institucional de un Estado de Bienestar, aunque siempre insuficiente por la baja participación del presupuesto sobre el PIB en comparación con los países europeos de nuestro entorno y tamaño. Con la justificación de la consolidación de la democracia el PSOE encontró el argumento y el chantaje permanente a sus posible votantes para ser en política ese dios romano, ese Jano dios de la dos caras antes señalado: en lo derechos civiles progresista sin despeinarse y cada vez más cayendo en la trampa neoliberal en lo económico. Y el problema es que muchas veces no se puede separar lo uno de lo otro, como es el caso de los dineros para los primeros. Yo creo que Pedro Sánchez es consciente de ello y dudo que Zapatero lo fuera porque tenía –creo– una visión inercial de la economía, como algo que los gobiernos apenas pueden domeñar, como si la economía –la versión neoliberal– fuera ese fatum romano que no se puede cambiar pero sí vaticinar por los creontes o sybilas de la tragedia clásica, con “los mercados”, las agencias de calificación, el FMI, Bruselas, BCE y la Merkel como sumos pontífices del destino de los pueblos. Para los neoliberales los mercados están por encima del Estado de Derecho y de los derechos civiles y humanos habidos y por haber. En ese sentido son golpistas, terroristas del Estado de Derecho. El PSOE de Zapatero cayó en esa trampa que le es ajena ideológicamente como algo inevitable, aunque lamentable. Pero Zapatero no fue una rara avis, fue continuador de la visión de los equipos de Felipe González. Pensemos en sus ministros de economía: Boyer, Solchaga, Solbes, por no hablar de otros ministros del ramo económico. El actual secretario actual es –por formación– consciente de que eso es una trampa. Sabe que detrás de “los mercados” están un puñado de gestores de fondos de inversión, están los que deciden y decidieron en Goldman Sachs, Lehman Brothers, Soros, De Guindos y Draghis –antes de su actual cargo– que la economía no es un ciencia, que la política figuraba al menos como adjetivo en las obras de los clásicos hasta Alfred Marshall, que tan importante son las inercias como el BOE, y que existe y existió una alternativa a lo actual como es el keynesianismo, donde el Consumo –su propensión y su efecto multiplicador– procedente de las rentas juega un papel director de la propia producción de bienes y servicios. La crisis no la hubiera evitado ni el más y mejor post-keynesiano y/o keynesiano ortodoxo, pero la contracción de la economía española que se produce a partir del 2011 como efecto de la austeridad sí era evitable y ha sido un dique roto para arrumbar a los peores efectos de la crisis. El mal ya está hecho y ahora, ni volviendo a una política expansiva, compensaría sus efectos. La historia no tiene vuelta atrás y ahora hay que pensar en medidas más radicales de redistribución de la renta y la riqueza sin esperar a crecimientos que creen sustancialmente puestos de trabajo para los 4.850.800 parados según EPA del tercer trimestre del 2015.

Creo que Pedro Sánchez es más o menos consciente de lo anterior. Además sabe que su responsabilidad por mantener con vida al PSOE –aunque con respiración asistida– pasa por intentar ahora un gobierno ideológicamente de izquierdas por más moderado que sea. El PSOE está pre-PASOK, y cualquier error lo precipita a la irrelevancia. Su problema es que tiene el enemigo en casa y eso creo que le ha sorprendido porque vio, comprobó y apoyó que las baronías llegaran a los gobiernos autonómicos sin exigir que los podemos, mareas, compromís y en común renunciaran a las pompas y obras del derecho a decidir, fuera en su versión soberanista o independentista. Sus baronías son zombis sólo preocupados por el qué dirán de sus votantes autonómicos de la España profunda, a la que algunos de ellos se deben políticamente. Pensemos en Castilla-La Mancha, Extremadura o Aragón. Gobiernan sobre la población avejentada, más atrasada intelectualmente, a niveles donde tienen enormes dificultades para separar propaganda e información, realidades y deseos. Son los mismos sectores donde el PP recibe el voto mayoritario. Separar la información de la ganga de la propaganda es una de las tareas más difíciles intelectualmente y se necesita años de formación propia, individual, que no se enseña ni en escuelas ni en facultades, aunque cuanto más alto sea el nivel de estudios más posible es entrenarse para fajarse con la propaganda y re-construir la información adulterada por ella. Pedro Sánchez, a diferencia de las baronías, es persona de nuestro tiempo y creo que es consciente de esa realidad, y se diferencia también de sus barones de que el PSOE no puede plegarse a esa realidad, sino superarla, introduciendo elementos en la política que parecerían imposibles e impensables en un partido de orden como es el PSOE, es decir, en un partido ajado y anclado en lo histórico, conservador en lo institucional, moderadamente progresista en sus deseos, neoliberal, aunque a regañadientes, en lo económico, preso de la vieja guardia de Suresnes y con vocación de mayoría absoluta o de que, en caso contrario, que gobierne otro, es decir, la derecha. Más o menos como el PP, si se cambia lo de progresista por reaccionario, tardofranquista en lo político, terrorista contra el Estado de Bienestar, enemigo de los derechos sociales si eso socava el tradicionalismo de la España negra, la España de curas y militares marcando los límites de lo posible y lo deseable. Y uno de esos elementos que Pedro Sánchez ha interiorizado es que ahora, en la España del 2016, tiene que gobernar pactando con partidos que la propaganda –volvemos a la diferencia que señalaba– les sitúan como radicales, izquierdistas y/o independentistas. No le queda otra, por el bien de este país y, también, por el bien del PSOE.

Pero Pedro Sánchez y su equipo parecen tranquilos a pesar de las supuestas presiones –exageradas por la derecha y por su enemigo interno– para formar esa gran coalición, es decir, para seguir con un gobierno de derechas, practicando el austericidio, pero esta vez con el beneplácito de otros partidos y para que Bruselas y la Merkel se pongan en modo orgásmico. Pedro Sánchez es consciente de que, tras el fracaso de Rajoy en la formación de gobierno que se escenificará en próximos días, tiene que convencer a sus posibles y futuros votantes de que ha hecho lo humanamente posible por formar un gobierno progresista donde no esté el PP. Incluso aunque no sea tan progresista, pero con el PP en las galeras –así lo sentirán los peperos– de la oposición. “Yo sin reinar de ira rabio” dice Semíramis en la obra de Calderón La Hija del Aire cuando le arrebatan el Gobierno. Así están y estarán las Aguirres, Cospedales, Ritas y Rajois de turno en el PP, como princesas a la que las han dado plantón la mayoría de los votantes, y el placer de contemplar ese desaire no nos lo puede privar Pedro Sánchez a las tres cuartas partes de los que no hemos votado al partido de la gaviota cojonera, sopena que el espectro del PASOK –o como mínimo el del PSI– se le aparezca a Sánchez como a Hamlet el de su padre y le torture para el resto de sus días. Sánchez está ante un dilema digno del genial bardo: o traiciona a la mayoría de sus barones o traiciona a la mayoría de sus votantes. Pero la tranquilidad con que parece actuar Pedro Sánchez es sospechosa. La razón de ello –estoy por apostar– es que tiene una carta en la manga desde el principio del juego, es de decir, desde el mismo momento que se supieron el resultado de las elecciones, carta que no la puede mostrar en público, aunque no sabemos si se la enseñado a sus barones por debajo de los faldones de la prensa y de sus posibles aliados a su izquierda. Y esa carta es ni más ni menos que un Gobierno con el apoyo –incluso con la participación– del partido de Ciudadanos. Entre los dos suman más escaños que el PP y este hecho es decisivo. Sería algo así como repetir los gobiernos de mayoría relativa del PSOE que tenían el apoyo del PNV y/o de CiU. Si juega bien las cartas el PSOE y Podemos se estrella continuamente contra el fantasma del derecho a decidir, fantasma envuelto en las sábanas de los compromis, en marea y en común, Pedro Sánchez tendrá la justificación a la vez que única salida para formar un gobierno sin el PP y con la inevitable abstención de Podemos. Y esa abstención es inevitable porque la alternativa indeseable sería un gobierno del PP o de estar sin gobierno a lo belga durante tiempo indefinido. Y las urgencias sociales que con ahínco y buen tino social defiende Podemos no se lo puede permitir está formación política, porque con su prioridad en el derecho a decidir se habría decantado por la senda ideológica de una formación pequeño-burguesa radical. Hecho que no la condena ni la desautoriza, pero la retrata, aunque ese retrato está aún en el cliché, aún no se ha positivado. El resto de los partidos de la Cámara no apoyarían el supuesto voto en contra del PP a ese posible gobierno de PSOE porque la chulería manifiesta de la mayoría absoluta pasada del PP les han convertido en enemigos latentes, incluso los que son también de derechas. Con esta bala en la recámara, es decir, gobernar con apoyo y concesiones a Ciudadanos, Pedro Sánchez salvaría todos los muebles más o menos: los muebles que le carcomen las termitas de sus baronías, los muebles del suelo de sus votantes y los muebles personales, aunque sean muebles livianos y comprados en la Ikea de la provisionalidad y del pacto permanente.

PSOE-C's: la última bala