jueves. 18.04.2024

¿Es el Podemos de ámbito nacional un partido de izquierdas?

“No es posible que los izquierdistas alemanes ignoren que toda la historia del bolchevismo, antes y después de la Revolución de Octubre, está llena de casos de maniobra, de acuerdos, de compromisos con otros partidos, sin exceptuar los partidos burgueses”, Lenin en La enfermedad infantil del izquierdismos en el comunismo.

Desde la eclosión del partido de Pablo Iglesias se ha dado por sentado que Podemos antes y la coalición electoral Unidos Podemos ahora –que yo sepa IU no se ha fusionado con su socio– es un partido de izquierdas. Por supuesto que los medios de comunicación y el resto de los partidos les han llamado de todo. El partido de los delincuentes (PP) les ha tildado de populistas, marxistas, leninistas, bolivarianos, de talibanes, pro-etarras, etc. A esos epítetos ha contribuido Felipe González, como es habitual, adoptando la pose del que va a decir algo interesante o profundo y, sin embargo, no sale de la mera trivialidad. El interrogativo del título de este artículo se refiere al Podemos de ámbito nacional, el que aún no se ha estrenado en la política nacional, el que aún no ha pactado con nadie para intentar gobernar, el que aún no ha llegado al BOE, porque no voy a poner en duda que la política autonómica y municipal de Podemos o sus marcas sea de izquierdas.  La cuestión es importante para el futuro de la izquierda de este país y de las soluciones de izquierdas en temas económicos (desigualdad, artículo 135 de la Constitución, austeridad contractiva, pensiones, fraude fiscal) y en relación con la recuperación de las libertades (ley mordaza) y la vuelta a la democracia. Es verdad que los programas que Iglesias ha presentado en el Parlamento y en los debates tienen la apariencia de ser soluciones a los problemas del país una vez que han abandonado salidas estrambóticas o imposibles en temas económicos. Eso es verdad, pero eso y la verborrea electoralista o tertuliana no define a un partido de realmente de izquierdas sino, a lo sumo, que lo es ideológicamente, es decir, que lo es en el mundo etéreo de los deseos. Y hay que decir que todo lo que ha hecho Pablo Iglesias desde que ha llegado al Congreso –por poner un a fecha de inicio– el 20 de diciembre del 2015 no tiene realmente nada de izquierdas. Por sus obras les conoceréis. Casi nada de lo hecho desde el 20D se podría calificar de ser coherentemente, racionalmente, realmente de izquierdas. Tal es así que aún no sabemos la estrategia de Podemos para llegar a las instituciones, pero lo que sí sabemos es que tácticamente está haciendo lo imposible por no llegar, por quedarse al calor de la Oposición, como refocilándose en el posible monopolio de la Oposición. Y este es un mal síntoma, porque un partido no elige estar en la Oposición, sino que lo está o estará si la situación, la correlación de fuerzas, los votantes, te sitúan ahí sin más opciones, sin que hayas podido siquiera antes intentar otra cosa. Que se pueda elegir es mal síntoma, es síntoma de que algo se está haciendo mal.

Recapitulemos algunas cosas. En el debate de la investidura de Pedro Sánchez tras el 20D saca a relucir Iglesias el terrible tema de los GAL y la cal viva. ¿Qué pretendía Pablo Iglesias? Por un lado se presentaba Iglesias y los suyos como posibles socios gubernamentales del PSOE aunque con exigencias; por otro, arruinaba -al menos psicológicamente- cualquier pacto con el PSOE al mencionar -y con el tono que lo hizo- el tema del crimen de Estado de cuando gobernaba Felipe González y era ministro de Interior Corcuera, el de la ley en la patada en la puerta. Si la decisión era estar en la Oposición a costa de arruinar un entendimiento de izquierdas con el PSOE, la decisión de Iglesias fue correcta o, al menos, no era incoherente con su fin. Ahora, si era fiable la pretensión de Iglesias de llegar a un acuerdo con el PSOE para, al menos, la investidura de su Secretario General, el tono, el momento y lo dicho por el líder de Podemos fue una auténtica estupidez, un ejercicio onanista de un pequeño-burgués, el síntoma del pánico ante la asunción de responsabilidad de gobierno de alguien que no parece estar dispuesto ni preparado mentalmente para llegar al poder. En definitiva, una huida hacia adelante. El segundo acto pequeño-burgués fue el mismo hecho de la votación a la investidura del líder del PSOE. Lo es porque, con los resultados electorales del 20D, sólo podían gobernar en este país quienes pusieran el PP o el PSOE al frente de sus partidos para tal fin. Es impensable que el tercer partido más votado del país pudiera colocar a su jefe en la Moncloa. Y el PSOE era el segundo más votado. En realidad sólo había dos opciones: o permitir que siguiera Rajoy gobernando aunque fuera en funciones o intentar cambiar la política de este país, influyendo decisivamente en las políticas de izquierdas que intentara implementar el partido de Pedro Sánchez (presumiblemente tanto el PP como Ciudadanos votarían en contra ante posibles medidas de auténticamente de izquierdas). Este error va a marcar a Podemos y al propio Iglesias durante toda su biografía. Permitir que gobierne el PP cuando tienes una opción distinta que no puede estar más a la derecha que la existente es un error de los que habla Lenin en La enfermedad infantil de izquierdismo en el comunismo. Y no paran los errores del ínclito Iglesias. Ahora ha decidido por su cuenta y riesgo –o eso es la apariencia– que Podemos va a recurrir a la calle –manifestaciones, posibles huelgas– para cambiar con la movilización lo que perdió en alguna medida en el Parlamento. No sé si Iglesias ha leído a Lenin, pero en todo caso no le ha servido de nada. Por supuesto que la movilización es un instrumento de izquierdas –aunque también hay movilizaciones de derechas– para reivindicar mejoras, luchar contra las injusticias, cambiar la sociedad. Nada que objetar, pero eso no compensa los errores tácticos de Podemos como los dos anunciados. Y no son los únicos errores. Otro es declararse incompatible a priori con otro partido –aunque sea de derechas– como es el caso con Ciudadanos. La incompatibilidad tendrá que venir sobrevenida, dada por los hechos cotidianos, por la práctica política del día a día del resto de los partidos, no como un planteamiento apriorístico, porque eso es propio de un adolescente político. Y es un error lo de recurrir a la calle cuando tú no has hecho lo posible por estar en las instituciones, porque la calle –es decir, los ciudadanos ideológicamente de izquierdas– te lo van a echar en cara en la misma convocatoria, arruinando en gran medida la acción en, precisamente, la calle.

No se le pide a Iglesias y a Podemos que llegue tan lejos como Lenin en la obra y textos citados en la cabecera de este articulo, donde el gran revolucionario ruso habla incluso de “acuerdos, compromisos con otros partidos, ¡sin exceptuar los partidos burgueses!”. No, por favor, sólo se le pide a Podemos que intente con todas sus fuerzas y con todas las armas democráticas, no que llegue al poder en solitario y como único fin, sino que ponga sus fuerzas al servicio de una salida de izquierdas a la crisis. Eso no anula ni disculpa los errores de Pedro Sánchez, llegando un acuerdo con Ciudadanos en una mesa a dos en lugar de abrir el debate en una mesa a tres o, directamente, un acuerdo de izquierdas tras el 20D. Tras el 26J esa opción ya no era posible y era necesario, o bien un acuerdo además con nacionalistas y/o independentistas, o bien un menage a trois con Ciudadanos, PSOE y Unidos Podemos. Iglesias también ha cometido otros errores menores, como aquel de exigir ministerios a su cargo con cambio de competencias cuando aún no se había acordado precisamente cómo, qué y con quienes acordar. Son demasíados errores tácticos de Podemos y de su líder Pablo Iglesias como para no ser malpensado. Se le considera a Podemos populista, pero ser de de verdad de izquierdas y populista es una contradicción en los términos: o se es de izquierdas o se es populista, es decir, de derechas. Ya sé que Laclau dice lo contrario, pero ¿de qué tradición de izquierdas es Laclau? Algún dirigente de Podemos coloca a su vez a Podemos en la tradición gramsciana, pero tampoco parece compatible lo que hace Podemos con la teoría de la hegemonía del político y gran pensador italiano (ver el artículo de Jorge Álvarez Yagüez Hegemonía gramsciana y hegemonía política en Claves de la Razón Práctica, núm. 248).  Mi impresión es que en Podemos puede llegar o no a ser de izquierdas, pero Pablo Iglesias no lo es. Cuando antes releven a su líder mejor para Podemos y mejor para una alternativa de izquierdas en este país, tan necesaria como irrenunciable. Y esto lo considera un votante de Podemos como es el que firma este artículo.

¿Es el Podemos de ámbito nacional un partido de izquierdas?