miércoles. 24.04.2024

Gobernará Sánchez pero con apoyo de Ciudadanos

Si hay algo donde se demuestra que la política parece sujeta a una lógica implacable y que también atisbó Maquiavelo son estos procesos de decantación de un Gobierno.

Si hay algo donde se demuestra que la política –incluso la Política con mayúscula- parece sujeta a una lógica implacable y que también atisbó Maquiavelo son estos procesos de decantación de un Gobierno. Ha ocurrido en Grecia, con cierta sorpresa histórica en Portugal recientemente y, de forma natural y previsible, en Francia y en Italia. En general ocurre en todas las sociedades donde la razón de la fuerza se haya constreñida por la fuerza de la razón de la democracia y del Estado de Derecho. En USA interviene otro factor decisivo: el dinero; en el Reino Unido la democracia está sodomizada por el sistema electoral mayoritario, pero no carece también de lógica.

Esta semana en España se han dado varias sorpresas, pero son sólo aparentes sorpresas porque estamos también sodomizados por los deseos de los medios de comunicación –muy mayoritariamente de derechas– que anteponen sus deseos propios y propaganda ajena a la información y el análisis. Aún así los partidos –al igual que las personas y las organizaciones– tienen un margen de maniobra que hace que la libertad se cuele por entre los poros del destino. Con los resultados en la mano del 20-D en apariencia el PP tenía margen de maniobra para la investidura, porque entre el partido del tardofranquismo y el partido de los niños pijos, es decir, de Ciudadanos, tenían 163 escaños en el Congreso: cerca de la mayoría absoluta aunque insuficiente. El problema del PP es que aquello que le ha servido para ganar votos ahora le impide la investidura. El PP se ha burlado de los nacionalismos, de los independentistas y de los soberanistas cuando disfrutaba de la mayoría absoluta en el período anterior, mayoría que se ampliaba a todas las instituciones: las comisiones de investigación del Congreso, la mayoría en la comisiones de control de la economía, la mayoría en el Tribunal Supremo y en el Constitucional, en la RTVE, etc. Ha legislado sin consenso y en grado excesivo mediante decreto-ley; ha tirado del terrorismo para ganar votos cuando ya no había terrorismo etarra, ha promocionado el anticatalanismo para ganar votos fuera de Cataluña, ha utilizado la excusa de Bruselas para hacer más ricos a los ricos y más pobres, precarios y parados a los pobres que ya lo eran, sin que eso lo mande Bruselas; ha privatizado aspectos de la Sanidad Pública y potenciado la enseñanza concertada y privada sin que eso lo mande tampoco Bruselas; ha congelado también las pensiones, aunque con el engaño de aumentarlas aumentando sólo el 0,25% sine die, pensando que sus votantes de más edad no tienen dignidad. En definitiva ha sembrado odio fuera de la España profunda y eso no le ha servido ni siquiera para crear empleo, porque hoy la población ocupada es menor que la que había a finales del 2011 cuando llegó al poder. Todo eso ha propiciado la creación de un partido de su cuerda ideológica que le hace la competencia, que es Ciudadanos. 

La apariencia y la propaganda de Ciudadanos es que este partido ha surgido o se ha extendido al ámbito nacional para luchar contra la corrupción, pero eso es sólo propaganda del partido de Albert Rivera. Este político con aire de niño pijo de no saber que es eso de trabajar por 1000 euros o menos con un contrato temporal, parece tener la determinación de ir adquiriendo experiencia y votos para sustituir en el futuro al PP como primer partido de la derecha. Los muchos defectos esgrimidos por el partido de Rajoy desde el lado de los valores éticos y que se suponen deben revestir la democracia han catalputado a Ciudadanos. Los votantes de Ciudadanos así lo han premiado. En temas sociales Ciudadanos está a la derecha del PP, cosa que se entreve a poco que sus portavoces se salen del guion de la corrupción, de la generación democrática y en lo del cambio del sistema electoral. Y eso lo saben ya los propios electores y por ello les han colocado con menos votos y escaños de los previstos por ellos mismos. Y sin embargo es importante este partido por activa y por pasiva, por lo que puede hacer y por lo que dice que no va a hacer. Y tanto hablar de luchar contra la corrupción, aunque fuera postureo en un principio, ha convertido ese mantra del marketing en estructural para Ciudadanos. Sus palabras le hipotecan para un posible futuro pacto con el PP; ir con el PP sería el abrazo del oso, el de un oso robusto y taimado que abraza a un recién nacido que aún no ha comprobado la diferencia entre la caricia y el daño. De ahí las reticiencias de Ciudadanos a apoyar al PP, cosa que parecería natural o les parece natural a muchos, pero es que en política muchas veces los adversarios están más lejos que los enemigos. “Ten cerca a tus amigos, pero ten aún más cerca a tus enemigos”, dice El Padrino. Por todo ello Ciudadanos habla de abstención contínuamente, no quiere el abrazo del oso, aunque ese oso se le parezca mucho. 

El PP ha tardado algo en darse cuenta de todo lo anterior, pero ya lo sabe. El PP no se ha creído que a Ciudadanos le importe la corrupción por aquello de que el ladrón cree que los demás son también de su misma condición, pero Ciudadanos ya no puede renegar de sus palabras y se haya preso de ellas. Además sabe –como ha dicho en rueda de prensa Rajoy– que el PP cuenta con mayoría absoluta ¡en contra! Pocas veces un político ha sido tan descriptivo de su propia impotencia. Nunca ha ocurrido en la democracia española que el partido que gana las elecciones se ganara también la mayoría absoluta en contra. Eso es mérito de Rajoy y su caterva de aduladores, tanto de su partido como de gran parte de los medios. Ha omitido Rajoy la valoración de hecho tan singular y lo ha presentado como un hecho del destino, un fatum inesperado -valga la paradoja-, sortilegio de meigas, mal de ojo o maldición de gitana. No tiene capacidad intelectual Rajoy para analizar tal hecho, ni resortes éticos para desdecirse de lo hecho, de la maldad de lo hecho. Sus anteojeras le han vuelto ciego y sordo sobre su propia obra y la de su partido. En tiempos no tan lejanos hasta un tipo tan repugnante como Aznar consiguió el apoyo de Convergencia i Unió cuando cesaron los ecos peperos del Pujol, enano, habla castellano; en otros contó con el apoyo del PNV cuando el mismo Aznar llamaba a ETA movimiento de liberación vasco. Ahora Rajoy y sus aduladores han convertido por activa o por pasiva en enemigos a los que otrora eran sus aliados. Hasta Coalición Canaria cohabita con el PSOE una vez que parece que ha renunciado esa coalición al oportunismo como instrumento político. Ni siquiera tiene el PP y Rajoy asegurado el Gobierno si, tras nuevas elecciones, lograran mayoría absoluta entre PP y Ciudadanos, sopena este partido estuviera dispuesto al sacrificio en bien de “los mercados”. No lo parece y por ello los márgenes de maniobra se le estrechan tanto al PP como al partido de Rivera. 

Podemos tenía dos aparentes opciones. La primera, conformarse con lo que es y con sus votos y escaños, y participar en el Congreso intentando extender la agenda social en lo posible sin renunciar al derecho a decidir como ideario al menos. Pero no les parece suficiente. Pablo Iglesias quiere estar en el Gobierno futuro porque quiere asegurar un programa de izquierdas. No le falta razón, porque los fantasmas de mayo del 2010 pueden asaltar en cualquier momento a ese hipotético gobierno en solitario del PSOE y volver a las andadas neoliberales. Yo no lo creo porque entre las dos últimas elecciones generales el PSOE se ha dejado ¡5.519.000! votos, ¡la mitad de sus electorado del 2008! Ha tocado suelo neoliberal, suelo que el terrible desigual del reparto de la renta y riqueza en España -potenciado por las políticas de austeridad- ha convertido en un lodazal. Y si el PSOE siguiera en ese barro neoliberal correría el peligro de volverse irrelevante en las próximas elecciones, corre el peligro de pasokizarse si se me permite la expresión, de ahogarse en ese barro. Que las baronías socialistas no se hayan enterado o no se quieran enterar –como diría Concha Velasco cantando– de ello es otro tema. En todo caso el salto de Podemos más parece un salto en el vacío que un cálculo acertado, porque ese salto se ve frenado de continuo por las agarraderas del “derecho a decidir”. Podemos debe decidir: o conformarse con estar en la oposición y mantener con dignidad y tino en lo posible el derecho a decidir o intentar formar gobierno con el PSOE mandando ese derecho al cielo de los idearios y deseos para  cuando pueda asaltar los cielos. Al menos en la España de hoy no hay masa crítica de ciudadanos con un nivel intelectual capaz de entender ese derecho desde la fuerza de la razón. Ya ha señalado el ministro de las bombas y pistolas, es decir, el ministro Morenés, que el Ejército y la Guardia Civil son los garantes de la unidad de la patria. Desgraciadamente algo parecido –demasiado parecido– dice la Constitución, y por eso hay que cambiarla, porque ya es hora de acabar con los inmensos rescoldos del franquismo que no acaban de apagarse. Volviendo a la oferta de Podemos a Pedro Sánchez, tampoco parece que el estilo y el momento fueran muy acertados porque le ha dado la justificación a Rajoy para ahorrarse el ridículo del futurible de su fallida investidura; también porque le ha dado la justificación a las baronías del PSOE para ponerle el dogal de la negociación a Pedro Sánchez definitivamente. Dos errores fundamentales en un sólo acto es todo un registro. Saltarse la lógica política tienes estos tropiezos, estos retrocesos, que a veces son decisivos si con ello agotan tu margen de maniobra. Y si no son errores y son un cálculo electoral para el futuro Podemos lo puede pagar caro si sus posibles votantes llegaran a sospechar tal desaguisado.

Yo creo que el error de Podemos es confundir el electorado del PSOE con el PSOE, al igual que le ha ocurrido machaconamente a IU. El electorado es ideológicamente socialista, no me cabe duda. Es decir, es un electorado que defiende valores éticos de izquierda, defienda la igualdad entre los ciudadanos, la justicia del reparto de las rentas y riquezas, de sus responsabilidades, defiende acabar con los privilegios de cuna e imponer la igualdad de oportunidades para que sólo los méritos personales marquen las diferencias de unos y otros. Pero el PSOE no ha demostrado –por sus obras les conoceréis– defender con coherencia y consecuencia eso mismo. El PSOE es un partido que no llega a socialdemócrata, o sólo lo es en derechos civiles, pero muy lejos queda en temas socioeconómicos. Y en valores éticos no llega al aprobado. Ahí están las puertas giratorias, un sistema electoral injusto perpetuado tras seis legislaturas socialistas, allí estuvieron las medidas neoliberales de Zapatero en mayo del 2010, la ley corcuera, los eres andaluces, las sucesivas reformas laborales abaratadoras del despido, etc. La razón de ese gap entre partido y votantes es el cuasi-monopolio en la izquierda que ha disfrutado desde 1978, monopolio apenas corregido por los votantes del PCE primero y los de IU después con la ayuda inestimable del sistema electoral. Sin competencia dentro de la izquierda parece que los partidos nominalmente de izquierdas tienden al principio smithiano de que buscando cada individuo el interés particular se consigue el general. Es una mentira histórica, pero es un poderoso atractor, porque la comodidad en la gestión cuando eso baja de la nube de los principios a los boletines oficiales del Estado es irresistible. Pero eso ha saltado por los aires –aunque hasta los cielos queda un trecho– porque ha surgido un nuevo partido que le disputa su electorado. Aunque esa ventaja de la competencia entre partidos de la misma cuerda ideológica se ve paliada en la izquierda española actual porque Podemos ha pedido un imposible: que los que realmente mandan en el PSOE asuman el derecho a decidir como un derecho de cada territorio interesado. Da igual que hasta ayer mismo lo llevara el PSC, porque eso era ayer. Y a esta situación coyuntural que afecta a su margen de maniobra, Podemos tiene también que dilucidar algo que le afecta a su esencia, a lo que es ahora como herencia de su nacimiento; Podemos tiene que dilucidar primero si quiere ser un partido de izquierdas o un partido pequeño-burgués aparentemente radical. Sus aliados catalanes, con Ada Colau a la cabeza, ya han decidido lo segundo al querer construir un partido propio con el derecho a decidir como prioridad. Anteponer temas territoriales a las agendas sociales en estos momentos –yo diría que en cualquier momento– es síntoma de un falso izquierdismo. Podemos ha tenido la posibilidad de forzar al PSOE en una unión de izquierdas para gobernar; algún margen de maniobra tenía pero creo que lo ha dilapidado. Su relación con el PSOE recuerda mucho a la de los partidos comunistas europeos que en otros tiempos y coyunturas dramáticas prefirieron que gobernara la derecha antes de gobernar en coalición –o de intentarlo al menos- con los tildados de socioliberales o socialfascistas por los propios comunistas. Podemos está preso del derecho a decidir y la llave de esa cárcel parece que la ha perdido en ese salto cuando ofrecía un gobierno conjunto con el PSOE. Si no encuentra la llave ya se puede despedir de compartir Consejo de Ministros con el partido de Sánchez.

Lo mismo le ocurre a Esquerra Republicana, su prioridad del derecho a decidir les convierte en un partido radical pequeño-burgués –desde su eclosión en la democracia– y no en un partido de izquierdas. Estrictamente hablando en el Congreso sólo hay dos diputados de izquierdas que son supuestamente los de IU. Los del PSOE no lo han sido recientemente (Zapatero) en temas socioeconómicos, el izquierdismo de Podemos se ve ahogado por el oleaje del derecho mencionado y los de Esquerra son univitelinos de ese derecho. Por eso parir un pacto de izquierdas sin diputados de izquierdas es terriblemente difícil. Sólo parece posible porque hay ya un mayoría socioelectoral de izquierdas, y PSOE, Podemos y Esquerra Republicana se deben a sus votantes; también porque está en juego la propia democracia, porque si cuando gana la derecha –el PP en la legislatura pasada– gobierna por derecho, pero cuando gana la izquierda sociológica también tiene que gobernar la derecha porque si los mercados, la Merkel, Bruselas, el FMI, las patronales, las baronías del PSOE, la propaganda sobre la información, etc., están por encima de los votantes, la democracia se convierte en una pantomima electoral, teatrillo de marionetas, dicho sea con permiso del maravilloso teatro de marionetas de Lorca. Por ambos motivos los diputados supuestamente de izquierdas en el Congreso pueden sobreponerse a la derecha y parecer posible –y deseable por salud democrática– un pacto de izquierdas sin diputados de izquierdas, valga la paradoja y la contradicción. 

Tantas fuerzas contrapuestas parecen abocar a un gobierno de Pedro Sánchez con el apoyo de Ciudadanos en lugar de Podemos. Los márgenes de maniobra de cada uno se agotan o se mal administran. En todo caso parece más factible que ese gobierno sea monocolor, es decir, sólo del PSOE. Sería un gobierno de geometría variable, siempre con apoyos variables entre Ciudadanos y Podemos y la abstención a veces del PP, pero sesgado a la derecha mientras el “derecho a decidir” de Podemos ahogue al partido y la propaganda y la mentira de la derecha se impongan en la España profunda. Con un gobierno así el PSOE salvaría los muebles para el futuro porque no estarían en el mismo ni el PP ni Podemos, cosa que satisfarían a las baronías socialistas y a los “mercados”, Ciudadanos al fin sacaría la cabeza por encima de la ventana de la irrelevancia y el PP podría lamerse las heridas, incluso curarlas, mostrándose proclive a la abstención con tal de presumir de apoyar la gobernabilidad una vez que Rajoy y el partido han escenificado -a pesar suyo- su impotencia para gobernar si no disponen de una mayoría absoluta. En eso se ha traducido el plantón del gallego a Felipe VI. Para el PP la diferencia entre dictadura y democracia son meras urnas. Las urnas son imprescindibles, pero también son necesarios el Estado de Derecho, el Estado de Bienestar y valores éticos. El PP ha despreciado todo eso y este es el resultado: tiene mayoría relativa en escaños y no puede gobernar. Es un aviso de los nuevos tiempos.

Gobernará Sánchez pero con apoyo de Ciudadanos