viernes. 19.04.2024

Si es que abortan como zorras...

El aborto puede ser en muchos casos un asunto de pareja, pero es en todo caso, una cuestión de la mujer. Por eso hay quien lo regula...

El aborto puede ser en muchos casos un asunto de pareja, pero es en todo caso, una cuestión de la mujer. Por eso hay quien lo regula. En Estados Unidos, Dinamarca, Suecia, Canadá, Holanda, Austria, Noruega, Grecia, China o Cuba entre otros países, se practica la interrupción voluntaria del embarazo. En Israel, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia, Portugal o Japón entre otros tantos, existe una ley de plazos que permite a sus mujeres, decidir en un terreno tan íntimo y privado. Gracias a los hombres de honor que nos gobiernan, la española es ya equiparable a la mujer en Arabia Saudí, Tailandia, Indonesia, Irán, Egipto, Afganistán, México o Malta. Las portadas del mundo ya anuncian que la interrupción del embarazo vuelve a considerarse un delito en España. A partir de ahora, toda aquella que se quede embarazada sin desearlo o simplemente engendre un feto con graves malformaciones, puede convertirse en una presunta homicida como se le ocurra decidir sobre el rumbo que ha de fijar su vida.

Igual que al enemigo del bienestar en el más acá, le interesa la promesa de un bienestar en el más allá, quien en el fondo no se encuentra a gusto con sus convicciones en vida, quien busca reivindicar lo bello que hay en él -que diría el filósofo-, quien sufre acaso un cargo de conciencia insuperable sobre sus actos, precisa de cierta redención, un cierto sosiego de su existencia que sólo puede lograr sublimando idealistas controversias.

Es España un país donde un embrión es un bien jurídico, pero la vida de la mujer a la que se lo detectan no es un derecho fundamental. Un país donde su población no sabe distinguir entre feto y zigoto; donde los ultras católicos financian llaveros con muñequitos emplacentados que denuncian su sacrificio. Un país donde los mismos que hasta ayer robaban bebes, denuncian sin firma -y sin concretar denuncia-, que aquellos son pasados como tranchetes por las trituradoras de fregar los platos. Un país donde sus médicos no integristas son llamados nazis por los nietos e hijos ultras de aquellos. Es España en definitiva, un país absolutista, huérfano de razón, donde una mujer no sometida al dictamen más integrista, llega a convertirse en una vulgar ramera. Su embrión es por el contrario sagrado. Sólo hasta que nazca. Una vez parido merece la misma consideración despreciable que su madre y todo aquel que no piense como ellos.

Si es que abortan como zorras...