viernes. 29.03.2024

La renuncia de Soria es insuficiente. Hay que depurar responsabilidades

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La renuncia del ex ministro José Manuel Soria a ser director ejecutivo del Banco Mundial, no debería ser una solución suficiente en una democracia consolidada, y aún menos con la hipocresía de que se la exija el mismo gobierno que antes le premió con tan millonaria plaza. Algunas declaraciones de estos días como la de Jesús Posada («la dimisión de Soria es lo mejor para todos»), Andrea Levy («lo importante es cómo ha acabado este asunto») o de Javier Maroto («rectificar es de sabios») han parecido inusuales en un partido nada proclive a reconocer sus errores, y ponen de manifiesto la excelente labor de investigación del periodista de El Confidencial Rafael Méndez al destapar al PP en un momento en que Mariano Rajoy acusa un considerable desgaste mientras tiene unas elecciones (autonómicas y, probablemente también generales) a la vuelta de la esquina. 

Son muchos los dirigentes populares que no han querido cerrar filas en torno a Rajoy tras premiar el Ministerio de Economía a un ministro mentiroso con un destino de lujo que —ahora se ha sabido— estaba destinado a Alberto Nadal, secretario de Estado, para que tanto él como su esposa —a la sazón economista del Estado— tuvieran un puesto de rango internacional en la elitista Washington, una aspiración que el hundimiento político de Soria ha frustrado al convertirse el ex ministro en el primer candidato. 

El escándalo ha sido tan palmario que el PP ha tenido que simular un súbito ataque de ética, y forzar al cara dura de José Manuel Soria para que renuncie al puesto directivo del Banco Mundial que le acababan de regalar. La celeridad del PP al sacrificar a Soria ha sido una jugada dirigida a salvar a Rajoy y a Luis De Guindos de las repercusiones de sus mentiras, pues ambos justificaron un nombramiento político a dedo camuflándolo como si fuera un concurso al que podía concurrir cualquier funcionario con méritos suficientes («si un funcionario no puede ser funcionario... ¡Esto qué es!», balbució Rajoy en una rueda de prensa durante su reciente viaje a China).

Aunque la renuncia de Soria es lo mínimo que podía hacer alguien que aspirara a parecer decente, llama la atención que dijera que lo hacía «a petición del Gobierno» cuando, precisamente, el Gobierno se había desmarcado de su nombramiento. 

Son demasiadas irregularidades las que han quedado al descubierto, demasiadas las mentiras proferidas por políticos que deberían dimitir cuando mienten, y todo apunta a una necesaria e inmediata depuración de responsabilidades por parte de Rajoy (que una vez más ha hecho el ridículo) así como del ministro De Guindos quien, con la seguridad de un embaucador, afirmó desde el primer momento que la designación de Soria no fue política sino administrativa («No es un nombramiento político, si lo hubiera sido, yo no lo habría llevado al Consejo de Ministros y Soria no lo habría solicitado»).

Con carácter urgente, todos los partidos deberían exigir al PP una investigación de los hechos y una comparecencia del ministro De Guindos para que explique ciertos detalles: cuando y dónde se publicó la convocatoria para el concurso de acceso al puesto de director ejecutivo en el Banco Mundial motivo del actual escándalo; qué requisitos se exigían en las bases del mismo; cuantos y qué aspirantes se presentaron a la convocatoria; quienes constituían el tribunal y con qué criterios de idoneidad fue elegido Soria para el puesto. Así hasta un largo etcétera. El Gobierno debe clarificar las mentiras y medias verdades con las que se ha querido justificar algo aparentemente injustificable. 

Ha sido tal la desfachatez del Gobierno, que una de las primeras excusas en esgrimirse fue decir que no haberle dado a Soria el cargo que solicitaba, habría sido «ilegal». Por su parte, Rajoy ni siquiera se sonrojó al afirmar con su absurda lógica de siempre, que «Soria es un funcionario que ha actuado como todos los funcionarios al presentarse a un concurso que ha ganado». ¿Qué concurso? ¿Cuándo y dónde, señor Rajoy?

Procede una actuación ejemplarizante, y si al final se demuestra que Rajoy y De Guindos mintieron al defender el nombramiento de Soria, se impondría exigirles responsabilidades y apartarlos con deshonor de la carrera política. Es de pura lógica que un encubridor de corruptos, que con demasiada frecuencia ensalza a quienes resultan ser unos delincuentes, no puede aspirar a presidir de un Gobierno democrático. 

«Sé fuerte Luís».  «Camps es un político honrado. Yo creo en ti. Y estaré detrás de ti, delante o al lado, me da igual». «Vamos a intentar hacer en España lo que Jaume Matas y todos vosotros hicisteis en Baleares». «Carlos Fabra tiene la presunción de inocencia, y para nosotros es un ciudadano y un político ejemplar».  Ya sólo falta que Rajoy diga «Ten paciencia Soria». 

¿Cuántas más tonterías y encubrimientos nos quedan por soportar? No podemos permitir una sola chulería más por parte de unos nefastos personajes de quienes depende nuestro estado de bienestar. A título personal, no me vale para nada la simple renuncia del caradura de Soria sin que haya más consecuencias, para él y para el Gobierno. Y la primera y principal de las consecuencias debería ser que, que de una vez por todas, se harten quienes votan irreflexivamente al Partido Popular, sin duda una eventualidad que en Génova han captado y motivo de que en esta ocasión su reacción de enmienda haya sido tan rápida.

La renuncia de Soria es insuficiente. Hay que depurar responsabilidades