viernes. 29.03.2024
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Desde los años 70 del pasado siglo, desde diferentes agencias e instituciones de ámbito internacional con competencia e intereses en el desarrollo se ha venido apostando por el turismo como una forma relativamente rápida de impulsar el crecimiento económico y, por tanto, solucionar teóricamente problemas vinculados, entre otras cuestiones, a la pobreza y la exclusión social.

A partir de ese momento se produjo un cierto alineamiento entre las políticas de aquellos países interesados en incorporarse a la senda de la modernidad por la vía turística, con la agenda global de instituciones como el Banco Mundial (BM) o el Fondo Monetario Internacional (FMI) (proceso potenciado a raíz del conocido Consenso de Washington), pero también con aquellas empresas tanto nacionales como de carácter internacional que han sabido aprovechar la coyuntura para incrementar su presencia e inversiones en destinos que, hasta ese momento, no estaban a su alcance. El turismo se convierte, desde ese momento, en una pieza importante de determinados países y regiones con resultados y expectativas diversas.

Las Naciones Unidas han declarado 2017 como el Año Internacional del Turismo Sostenible. Por otro lado, desde la aprobación en 2015 -por parte de Naciones Unidas (ONU)- de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y los consiguientes Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el turismo se articula, de forma decidida, dentro de unas políticas que reconocen que la principal asignatura pendiente, a nivel mundial, es acabar definitivamente con la pobreza. Así, entre los instrumentos para ello, y siempre según los documentos oficiales de la ONU, se encuentra el fomento de un crecimiento económico sostenido e inclusivo capaz de generar empleo decente para todos y todas, la promoción de la cultura y los productos locales y el uso sostenible de los océanos, los mares y los recursos marinos. Estas metas cuentan, como fuente de financiación, con la denominada Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), cifrada en un futuro 0,7% de la Renta Nacional Bruta (RNB) de los países donantes y, sobre todo, con las aportaciones del sector privado.

De este modo, el principal objetivo del turismo bajo el paraguas de los ODS pasaría porque el beneficio generado recayera mayoritariamente sobre las poblaciones locales en un sentido amplio, evitando, de paso, el máximo de los impactos que esta actividad productiva pudiera generar. Esto es, tal y como señalara Jordi Gascón, como un turismo responsable, “una propuesta que [afirma que es] posible plantear modelos turísticos alternativos capaces de respetar el medio ambiente, favorecer primordialmente la economía local, y en el que la población anfitriona tuviera un papel significativo en la gestión”. Sin embargo, como añade el propio Gascón, pese a los intentos de escapar del modelo turístico dominante, el turismo responsable habría sido instrumentalizado por las grandes empresas de forma que, bajo su etiqueta, se proponen actuaciones que finalmente no ponen en duda los fundamentos de tal dominación.

Sea como fuera, el turismo -responsable o no- vinculado a la cooperación internacional depende en gran medida de la citada AOD. España, para llevar a cabo sus políticas de cooperación internacional al desarrollo, entre otros instrumentos cuenta con la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID), la cual, a su vez, elabora periódicamente un Plan Director y un presupuesto. Para el año 2016, éste significó una inversión total presupuestaria de 2.396,30 millones de euros, lo que supone un 0,21% de su Renta Nacional Bruta, cuantía a la que habría que restar los 947,02 millones de euros destinados a financiar la Unión Europea (UE) y los 439,91 millones destinados a organismos financieros internacionales desde el Ministerio de Economía, según datos de la Coordinadora ONG-España (2016). Nos encontramos, por tanto, lejos del 0,7% deseado.

Si a esto le sumamos que los ODS no se encuentran exentos de crítica, ya que desde diferentes instituciones y colectivos se ha venido insistiendo en las debilidades manifiestas con las que estos cuentan, nos encontramos ante un Año Internacional del Turismo Sostenible interesante, ya que sitúa el turismo en el mapa de la agenda política, pero al que, posiblemente, le queda mucho camino por andar.


José Mansilla | Investigador OACU // GRIT-Ostelea

El año del turismo ¿sostenible?