jueves. 28.03.2024
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Uno de los detenidos tras la presunta violación en Málaga, tras ser puesto en libertad con cargos.

La polémica acontecida en la última semana no ha hecho sino mostrar la profunda raíz patriarcal de nuestra sociedad. La violación de Málaga sólo ha abierto el debate de un tipo de violencia constante, permanente y socialmente consentida: la violencia sexual, de la cual la violación es quizá la máxima expresión. El acontecimiento que ha desatado los acontecimientos sólo es una de las 1161 denuncias por violaciones (agresiones sexuales con penetración) que según los datos de 2011 del Ministerio del Interior se registran cada año.

Una mujer denunció haber sido violada por varios hombres en la Feria de Málaga y curiosamente en lugar de la condena unánime lo que pasa a primer plano es la credibilidad de la denunciante. No voy a cuestionar la presunción de inocencia de los acusados, pero, ¿por qué no se presume también la de la denunciante? ¿Por qué a las mujeres no se nos cree? ¿Por qué se cuestiona nuestra palabra? Primer síntoma de dominación masculina: reducir la autenticidad de nuestras declaraciones. Esto también sucedió con algunas declaraciones como las del Diputado Toni Cantó, perteneciente a la mesa de igualdad del Congreso, y ahí sigue sin que se ni a él ni a su partido UPyD se les haya caído la cara de vergüenza, como debería haber sido. Esta falta de credibilidad se ha podido observar en los medios: las declaraciones y entrevistas de los denunciados y los aplausos de familiares y amigos a su salida de los juzgados como si fueran héroes y las amenazas de denunciar a la víctima por difamación.

Pues sepan que para una mujer ser violada no es precisamente obtener ninguna medalla, que la violación es uno de los delitos que provoca mayor estrés post-traumático porque daña profundamente nuestra dignidad. Aparece aquí el segundo síntoma del machismo dominante: el cuestionamiento de la sexualidad femenina. Sabemos que cuando una mujer denuncia cualquier delito relacionado con la limitación de su libertad sexual su vida sexual pasa a ser comentada. Es como si las mujeres no pudiéramos tener deseos y mucho menos no tuviéramos ningún derecho a ponerlos en práctica. Cualquiera sabe que una cuando denuncia una violación en lugar de víctima va a ser “juzgada” como culpable. En el imaginario colectivo las mujeres aparecemos como arpías provocadoras de una irrefrenable sexualidad masculina. Las recomendaciones del Ministerio de Interior ejemplificarían muy bien este hecho. Desde el Ministerio de Interior no se dan recetas a los potenciales violadores para que eviten su delito, sino que se aconseja a las “buenas mujeres” de cómo deben actuar en su vida cotidiana. La enseñanza es clara: las mujeres debemos vivir y actuar con prevención y pensando que llevar una vida sin miedo puede tener muy malas consecuencias. Y ojo con tener ningún tipo de deseo e incluso de iniciar una relación porque se supone que si has empezado tienes que acabar y si en medio se te quitan las ganas pues te aguantas y no haber empezado porque ya se sabe que los hombres no pueden parar y que cuando una mujer dice no en realidad está jugando. Lamento muchísimo tener que recuperar como he hecho con el aborto un viejo lema: “Si ella dice NO es una violación”.

Pero este caso no sólo ha destapado el reaccionario y machista imaginario colectivo que se ha visto amplificado por los medios de comunicación, sino también el de sus dirigentes. Las declaraciones del Alcalde de Málaga y las del Alcalde de Valladolid y el silencio cómplice de su partido una vez más muestran cómo el Partido Popular no ama a las mujeres. La respuesta y el reproche del principal partido de la oposición al no solicitar las dimisiones de dos cargos públicos tampoco nos anima mucho.

La violación es un delito que nada tiene que ver con el placer y es una muestra de poder masculino y un buen analizador para observar la desigualdad de poder entre los sexos y la asunción de la dominación masculina en nuestra sociedad.

Sólo hay un detalle que mueve la esperanza en un futuro mejor y es la reacción feminista, el enfado de muchas mujeres y la denuncia de esta ideología de la dominación masculina por algunos hombres.

La violación, un delito de poder no de placer