jueves. 28.03.2024

El móvil no sale de nuestras vidas ni cuando supuestamente queremos alejarnos de la rutina

Toallas, bermudas, bronceador, cepillo de dientes y… el móvil. Si diversos estudios afirman que en nuestra vida cotidiana se han disparado los porcentajes de quienes duermen con el teléfono en la mesilla y sin silenciar (especialmente entre los más jóvenes) a la hora de irnos de vacaciones no somos muy diferentes.

La idea en principio es desconectar, pero menos de un dos por ciento de los usuarios lo dejará en casa al tomarse unos días de asueto y apenas el 6,5% lo desconecta, según los datos de una compañía del sector, BQ. Del resto, sólo un mínimo porcentaje afirma que se limitará a hablar con la familia o amigos, sin caer en más tentaciones, mientras un significativo 90 por ciento lo utilizará incluso con más frecuencia que el resto del año, aunque los usos sean diferentes.

Adictos a la rutina

Al menos así es como justificamos nuestra “móvildependencia”. Menos llamadas, menos mails de trabajo, pero sin despegarnos del aparato para consultar mapas (53,6%), poner la alarma del despertador (60,5%), hacer fotos del viaje (74,8%) o escuchar la radio. 

Es curioso, sin embargo, que lo dejemos de lado cuando se trata de buscar y contratar alojamiento o paquetes de vacaciones (en ese ámbito domina con gran diferencia el ordenador de sobremesa) o para tramitar, obtener y presentar nuestros billetes y reservas (seguimos prefiriendo el papel como comprobante de hoteles y vuelos).

A modo de coletilla frecuentemente usada ante las preguntas del estudio, aparecen respuestas que justifican y dan lógica a nuestra decisión de no apartarnos del smartphone, como la necesidad de seguir conectado con la familia, poder echar un vistazo para saber si nos están intentando localizar o tenerlo a mano en caso de emergencia. Incluso hay quien confiesa que ha de cargar con él como una cadena inevitable que le ata a las obligaciones laborales. Es decir, el móvil no sale de nuestras vidas ni cuando supuestamente queremos alejarnos de la rutina.

Sólo “por si acaso”

El horizonte de las vacaciones se presenta, en teoría, como la ocasión idónea para poner en marcha buenos propósitos, para liberarnos de lo cotidiano y soñar despiertos con un tiempo en el que no existen las urgencias ni los compromisos. Pero no resulta fácil deshacerse de las costumbres y es una prueba a nuestra fuerza de voluntad renunciar a la pantalla cuando durante once meses al año nos ha acompañado en el bolso, en el transporte público, sobre la mesa a la hora de comer y, como hemos visto, hasta al irnos a la cama.

Alejarse del móvil provoca en los más compulsivos ciertos niveles de ansiedad o estrés. Y no está a la alcance de cualquiera someterse a unas semanas de “desintoxicación digital” voluntaria sin tener la sensación de que nos estamos perdiendo algo. Que las tiendas pongan a la venta teléfonos sumergibles ya nos da una pista de que playa, piscina y móvil no son en absoluto incompatibles. Aunque sólo sea para echar un ojo de vez en cuando “por si acaso”.

De vacaciones con el móvil