viernes. 29.03.2024
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Tinder, así como otras aplicaciones sociales, gracias a la geolocalización, permite trasladar al resto de la comunidad de usuarios nuestra posición exacta

Hacer swipe, deslizar el dedo sobre la pantalla y, así, ver el amplio repositorio de fotos de perfiles, es cada vez más un gesto común gracias al éxito de Tinder, la célebre location based mobile dating app, que, presente en más 196 países, ha generado una comunidad digital internacional poblada por más de 25 millones de usuarios.

Las dimensiones del fenómeno han propiciado una extensa reflexión crítica sobre las implicaciones del uso de las dating apps en las relaciones intersujetivas, una sociedad del consumo que parece canibalizar con voracidad los vínculos interpersonales y reducirlos a negocio.

Paralelamente, otro terreno por investigar en el marco de una reflexión más amplia sobre el impacto de las tecnologías en los estilos de vida contemporáneos, es el match -para utilizar la jerga de la aplicación- entre Tinder y turismo. Tinder, así como otras aplicaciones sociales, gracias a la geolocalización, permite trasladar al resto de la comunidad de usuarios nuestra posición exacta. Es evidente que, a lo largo del periodo vacacional, Tinder sigue a sus miembros y les invita a comunicar, a través de un mensaje del perfil, su localización concreta y, además, lo que hic et nunc están buscando allá donde se encuentran.

Dichas funcionalidades de Tinder, junto con su extraordinaria popularidad en una franja de población joven y activa y, por lo menos idealmente, predispuestas a los viajes, nos hace preguntar si esta aplicación se pueda considerar un player importante cara a la industria turística, incidiendo, tal como ha pasado con fenómenos disruptivos como Airbnb y Tripadvisor, en los estilos de vida de los colectivos móviles y en su relación con los residentes.

Los resultados de una investigación realizada por la universidad de Aalborg, derivados de una amplia netnografía (etnografía digital), y de una serie de entrevistas a una amplia muestra de usuarios/as de Tinder, parecen confirmar esta impresión. Analizando las motivaciones de los turistas que recurren al Tinder durante su estancia vacacional, resulta que un número significativo de ellos destacan la necesidad de acceder a una experiencia autentica de lugar mediante el encuentro con los lugareños facilitado por la aplicación. El estudio realizado en la ciudad de Copenhague, tercer puerto crucero de Europa, pone de relieve que los turistas usuarios de Tinder manifiestan la voluntad de buscar a través de Tinder una guía local personalizada que permita obviar los circuitos más convencionales, accesibles por los canales propios del sector turístico. Enunciados como “Message me your favourite hidden gem of Copenhagen” o “I found somewhere to eat local food over Tinder”, extraídos por la investigación de los perfiles analizados, otorgan así a los usuarios autóctono un rol de autoritas en materia de turismo, abriendo así una brecha en la intermediación turística.  

Pese a la importancia de la motivación turística en el uso de la aplicación, queda implícito como el “ambiente-Tinder” se encuentra fuertemente connotado por una dimensión íntima que se desglosa en un amplio abanico de matices y manifestaciones: desde el encuentro sexual esporádico a la relación estable, tal como la misma aplicación anuncia en su manual de uso.

Por su parte, históricamente el turismo se ha caracterizado, por lo menos a partir del Gran Tour, por una dimensión de exploración que conlleva un deseo de alteridad expresado en una vasta gama de manifestaciones que han encontrado su exasperación en fenómenos tan diversos como el safari o el turismo de favela. Por otro lado, el turismo sexual stricto sensu, al lado de su problemática dimensión de explotación en algunas de sus manifestaciones, no se ve eximido de una mirada voyeurística por parte de los turistas occidentales hacia el otro, expuesto, en este caso, en los escaparates del sexo oficiales o informales en los países de destinos.

En este trama compleja ¿cómo se rearticula la relación siempre presente entre sexo y turismo en la época de las dating app?

Sin duda, en el “universo-Tinder” permanece la dimensión voyeurística del turismo hacia lo local, el deseo de conectar con ello a través de la intermediación especial de los lugareños, cuyo perfiles a su vez están expuestos y disponibles a la mirada de los turistas-usuarios en el escaparate medial de la aplicación. Sin embargo, cómo se deduce de los discursos de los usuarios analizados por los investigadores daneses, Tinder constituye un entorno de confianza donde la comunidad digital autoregula el proprio acceso y normativiza la espontaneidad del encuentro amoroso y, por ende, de la experiencia del local, gracias a un sistema de filtros que crean, dentro de la comunidad, una zona de confort que se traspone también fuera del espacio digital, en los espacios del turismo.

Otro aspecto a considerar en la rearticulación de la triangulación entre Tinder, sexo y turismo es la dirección biunívoca y reversible de la mirada que se establece en el espacio seguro de la comunidad digital: el turista conecta con el residente gracias a un match que se realiza a través del consentimiento de éste último que, a su vez, manifiesta el deseo de conectar con un foráneo. Es decir, que en la comunidad global de Tinder, turistas y autóctonos ejercen mutuamente y de forma paritaria la voluntad de un intercambio que absorbe así la dimensión exótica del encuentro con el otro, donde éste último es también sujeto activo de una búsqueda y no simplemente un perfil expuesto a la mirada.  

Estas reflexiones, aquí sólo esbozadas, pretenden por lo menos sentar las bases para resituar el uso “turístico” de Tinder en una arqueología del turismo de mayor alcance, en un momento en que las grandes capitales de turismo parecen sufrir, por los menos según los titulares de los medios de comunicación, fenómenos de turismofobia tras la invasión de los visitantes y su acción espoliadora. Un ambiente mediador como Tinder, donde se expresa una dimensión performativa que involucra los cuerpos y las sujetividades, nos parece un observatorio interesante del turismo como agente de transformaciones simbólicas de los espacios.


Elsa Soro es Semióloga especializada en turismo e investigadora GRIT-Ostelea

Turismo Tinder: buscando lo auténtico en la época de las 'dating' apps