sábado. 20.04.2024
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Es usual que las corridas de toros y otros espectáculos semejantes, con el toro como protagonista, tengan lugar en fechas de tiempo bueno, a ser posible, soleado y sin viento. El sol, por su energía y claridad para vencer el miedo, y como contraste, el viento, ese fenómeno que aparece cuando menos se espera.

En los carteles anunciadores de las corridas, se escribía siempre después del anuncio de su celebración, lugar, fecha y hora, la apostilla “con permiso de la autoridad competente, y si el tiempo no lo impide...”. Y pocas veces el tiempo impide que se celebre una corrida de toros. Tiene que estar muy mal el suelo del ruedo, o caer chuzos de punta, que el arrojo de los toreros y sus ganas de triunfo superan todas las adversidades. No le temen a nada estos maravillosos locos de la fiesta, como los definió el gran Gallito. Ni al toro ni a las inclemencias del tiempo. No obstante hay algo que les cuesta superar, porque se convierte para ellos en un enemigo más, el viento. Si no pueden quitar la vista del toro, tampoco pueden apartarla del viento; el viento es el mayor inconveniente con el que se encuentra el torero cuando pretende hacer faena. Contra el viento es imposible luchar. Se llega a dominar al toro, por muy bronco o manso que éste sea -los toros más difíciles de lidiar-, y al toro de casta o muy bravo, que impone su furia y su aprendizaje, se puede dominar a los toros que a medida que se van toreando, van aprendiendo y buscan el bulto, pero nunca se puede dominar el viento. El viento no tiene fronteras y se cuela en el momento más inoportuno. El viento descubre al torero, le eleva la muleta, la ondea y la lleva donde  no debe, dejando al matador sin defensa, destapándole, mostrando el cuerpo que mueve ese engaño, el bulto que desea atrapar el toro en esa lucha a muerte. Por eso el  hombre teme al viento más que al toro cuando se encuentra delante.

Con la feria de Ajalvir (Madrid) arranca el año taurino en España

Pero ni por el viento, el mayor enemigo, como acabamos de apuntar, de los toreros, ni por la lluvia, ni por el frío, se suspende una corrida, salvo que tales inclemencias sean exageradas. Hay maneras de combatirlas, tanto por parte del torero, como por el público, y los avances de la técnica: pazas cubiertas, calefacción, etc. Y por si fuera poco, en invierno también están los toros de fuego. Claro que estos no sirven directamente para calentarse, pero sí es cierto que aportan su grano de calentamiento al repartir chanzas, bromas y sustos entre los espectadores. Me refiero no a los toros embolados de antaño con teas ardiendo en las astas que sembraban el pánico entre la muchedumbre y volvían loco al mismo animal (que no todo lo que sucede en torno al toro y sus festejos me parece bien), sino a sus sustitutos, a la imagen del toro embolao que recorre las calles atrayendo a unos y apartando a otros. Espectáculo que aún prevalece en muchos pueblos y que consiste en un armazón que se colocan los mozos sobre los hombros, tapándoles por completo. Con estas carcasas metálicas semejando a un toro, con cuernos y todo, recorren calles y plazas llevándolas a sus espaldas y lanzando petardos y cohetes buscapiés, haciendo las delicias de chicos y grandes. Una tradición que se mantiene cada año, después de los fuegos artificiales, en Ajalvir, pueblo cercano a Madrid, cuya pequeña feria taurina comienza el próximo sábado 31 de enero junto a otras celebraciones con las que festejan a sus patronos la Virgen de la Candelaria y san Blas. Feria corta, termina el domingo, 1 de febrero, pero interesante, enmarcada dentro de otras actividades. Con ella se inician en España, las corridas de toros y las novilladas.

En algunas partes, incluso el armazón lleva sus correspondientes teas y petardos, donde solamente los más intrépidos se atreven a meterse y aguantar tanto fuego y explosiones. Original modo de combatir el frío del invierno. Este país es así, único y tradicional.

Toros de fuego