jueves. 25.04.2024
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Imagen de Broadway en los años '20.

Actualizado el 3 de agosto de 2022

El 14 de mayo de 1921, 4 años después del máximo solar del ciclo 15, una gran tormenta solar golpeó la costa este de EEUU y el norte de Europa, paralizando la Estación Central de Nueva York y otras redes ferroviarias.

  1. La gran tormenta solar de Nueva York
  2. Las tormentas que están por venir
  3. Preocupan las centrales nucleares
  4. "Máximo solar"

La gran tormenta solar de Nueva York

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El New York Times fue testigo directo y lo documentó con distintos artículos publicados entre el 14 y el 18 de mayo de 1921 cuando, inesperadamente, 4 años después del máximo del ciclo solar 15 alcanzado a mediados de 1917, las auroras irrumpieron en los cielos nocturnos de la Costa Este de Estados Unidos y de distintas ciudades del norte de Europa, como Berlín.

Incluido el cielo nocturno de Nueva York "con una luminosidad que empequeñeció las luces de Broadway" y ante lo que los repartos de actores de las obras en cartelera suspendieron las representaciones y se volvieron a su casa desconcertados con lo que estaba sucediendo, relató en sus páginas dicho periódico.

Conocida posteriormente como "la gran tormenta solar de Nueva York", y del mismo modo caída en el olvido, se trató, en realidad, de un fenómeno mucho menor -entre cinco y veinte veces inferior- al ya experimentado seis décadas antes en los primeros días de septiembre de 1859: el conocido como "Evento Carrington", y que en Europa llegó a alcanzar incluso el sur de España, con testimonios directos que así lo documentan en prensa de la época de Granada y de otras ciudades españolas.

Pero el desarrollo de redes y tecnología eléctrica de 1921 era ya sensiblemente mayor que el meramente testimonial de 1859, y sus efectos a nivel del suelo se hicieron sentir también ya con mucha mayor intensidad: paralizando la gran estación central de Nueva York y otras redes ferroviarias de Norteamérica, interrumpiendo las redes telegráficas, e incluso desencadenado pequeños incendios eléctricos.

Y, con todo, aún siendo muy inferior en sí misma al evento Carrington de 1859, la tormenta solar de Nueva York de 1921 sigue siendo la mayor tormenta solar experimentada por el hombre desde entonces, y la mayor tormenta solar de todo el siglo XX y XXI: ni la de 1989 (Evento Quebec), ni la "tormenta solar de Halloween" de 2003 -en realidad resultado fallido e indirecto de una actividad solar que no nos llegó a impactar de lleno- le son comparables.

Las tormentas que están por venir

"El problema ahora es que, a diferencia de en 1859 o en 1921, todo depende ya de la electricidad, todos y cada uno de los procesos de nuestro actual modo de vida, desde que abrimos un grifo por la mañana en nuestra propia casa -con agua depurada y bombeada gracias al suministro de energía eléctrica-, a cuando consumimos cualquier alimento, producido, conservado y/o distribuido hasta nuestra ciudad igualmente gracias a la misma", señalan desde el Observatorio del Clima Estatal.

"Fenómenos geomagnéticos auténticamente extremos como el de Nueva York de 1921 o incluso muy superiores a éste se han venido dando de forma más o menos cíclica, y totalmente normal, a lo largo de toda la historia; cada pocas décadas alguno significativo y digno de mención, cada siglo y medio, o dos siglos, alguno incluso superior tipo Carrington o similar", explican.

Las tormentas solares nos han acompañado y han sorprendido al hombre en los momentos más insospechados como cuando iluminaron los cielos sobre las trincheras de la cruenta batalla de Fredericksburg, Virginia, librada entre norte y sur en diciembre de 1862, una de las mayores de la guerra civil de Estados Unidos, o como las auroras que iluminaron de nuevo los cielos de Barcelona o Madrid en enero de 1938, en plena guerra civil. 

"Lo que aún no se ha producido -y esa será la novedad- es el encuentro entre nuestra actual civilización tecnológica, (nuestros reactores nucleares, nuestra tecnología satélite, gps, etc.) y una gran tormenta solar tipo Carrington, o incluso una "menor" tipo Nueva York 1921. Pero qué duda cabe que, antes o después, dicho encuentro se producirá, porque el Sol seguirá haciendo con total normalidad lo que siempre ha hecho, ni más ni menos, y somos nosotros los que, como en el mito de Ícaro, nos hemos olvidado por completo de tomar en cuenta debidamente al propio Sol, a nuestro propio entorno espacial", se advierte desde el Observatorio.

Preocupan las centrales nucleares

De hecho la mayor preocupación al respecto, según señala el Observatorio -y así se ha transmitido reiteradamente por escrito al Consejo de Seguridad Nuclear de España solicitando la adopción de planes específicos de emergencia ante fenómenos EMP, hoy todavía sin regular- son las centrales nucleares a la vista de los incidentes nucleares ya verificados y contrastados en las tormentas solares de 1989 y 2003, en Estados Unidos y Suecia.

Cabe citar al respecto los casos de los reactores de Salem 1 (incidente de 13 mar 1989), Hope Creek (incidente de 13 mar 1989), Three Mile Islands 1 (incidente de 13 mar 1989), Salem 2 (incidente de 19 sept 1989), y Barsebäck 2 (incidente de 30 oct 2003), esta última en Suecia, a escasos 25 kilómetros de Copenhague y primer incidente nuclear verificado en suelo europeo por una tormenta solar.

Fenómenos solares extremos estos de 1989 o 2003 ninguno de los cuales es comparable, en todo caso, a los fenómenos extremos de 1921, ni mucho menos al Evento Carrington de 1859. Y ello es de vital importancia. Porque una cosa sería tener que lidiar con un colapso en cascada de infraestructuras nunca antes visto, y otra mucho peor todavía, que se perdiera, además, el control sobre varias de las nucleares españolas y/o europeas, es decir, a sus reactores o a sus sobrecargadas piscinas de combustible gastado en España, la proverbial "tormenta perfecta".

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"Máximo solar"

Fuere como fuere la primera lección que debe ofrecer la gran tormenta solar de Nueva York de 1921 es la de recordar que entre las múltiples falsas presunciones que operan en materia de prevención y gestión de este riesgo natural, una de las más equivocadas es la de vincular riesgo solar con año de "máximo solar".

Y ello es así porque la actividad solar no se deja "acotar" así en modo alguno: el riesgo estará presente hasta que adaptemos adecuadamente las redes y tecnología y se haga a gran escala; y, también, porque de hecho, si hubiese alguna razón para intentar alguna acotación artificiosa como esa, la realidad del estudio de la actividad solar antes permitiría plantear la acotación exactamente contraria: de las 30 grandes llamaradas superiores a X9 potencialmente geoefectivas registradas desde 1976 (ciclos 21, 22 y 23), solo 4 se produjeron antes del máximo solar de su ciclo, sólo 5 durante el propio máximo solar de este (menos de 1 de cada 5 grandes X), y, en cambio, hasta 21 de esas 30 (más de 2 de cada 3), en los años subsiguientes a tal máximo, como sucede, por ejemplo, en el momento actual.


Informe de la Nuclear Regulatory Comission de 1990 reconociendo los incidentes nucleares causados por tormentas solares.

La tormenta solar que apagó las luces de Broadway