viernes. 29.03.2024
revoluciones-octubre

Dos revoluciones se dieron en el mes de octubre del año 1962, una musical, y otra religiosa; ambas han pasado desapercibidas, pero, pasado el tiempo, más de medio siglo, nadie niega que ambas han influido y siguen influyendo en la sociedad de nuestros días. Sin ellas nuestro presente no sería igual, o quizá ni existiera para contarlo.


Cuando uno habla de revoluciones de octubre, enseguida le viene a la mente la gran revolución rusa de 1917 y esos diez días que cambiaron el mundo. Octubre parece ser mes propicio a tales acontecimientos, quizá porque esté marcado en el calendario para que en el hemisferio norte, pasado el calor, comiencen las actividades escolares y empresariales con más dedicación que en los anteriores meses del verano, donde en el mundo desarrollado la actividad se relaja para dar cabida al descanso, influido por el atorrante sol que aplana espíritus y cuerpos. Pero no es el tema hablar de esa famosa, primero elogiada y luego denostada, revolución soviética, fracasada por una mala interpretación de la misma, y vista ya como lejana. 

El objeto de nuestro estudio son dos revoluciones que se dieron, hace poco más de medio siglo, ese mismo mes del año 1962; en su momento fueron todo un revulsivo mundial cuyas consecuencias siguen influyendo en la sociedad actual. Una fue musical, y la otra, religiosa. Los jóvenes fueron los más afectados, y como consecuencia, el comportamiento social posterior que se extendió a todo el mundo. Si no cambiaron el mundo, al menos cambiaron a una juventud que comenzó a mostrarse rebelde y crítica con ese mundo que le habían dejado los mayores, marcado por guerras, dominios de pueblos sobre pueblos y una sociedad anquilosada en falsos valores morales, laborales y consumistas. Todo se puso en entredicho, desde el amor a las creencias. Se acabaron los dogmas, la belle epoque, el comportamiento social encorsetado, los prejuicios... La juventud buscaba nuevos caminos distintos a los marcados por sus padres, y comenzó a hablarse de la lucha generacional, de las drogas, del amor libre, de la delincuencia juvenil, de los curas obreros y del cristianismo social, que el puritanismo calificó, escandalizado, como “cristianismo marxista”. Se puso en entredicho hasta la infalibilidad del Papa, y la primacía de la raza blanca. Los jóvenes buscaban refugio en comunas para emanciparse de los mayores, surgieron los hippys y otros muchos comportamientos para afianzar una personalidad, una formas de estar y una idea. Frente a la práctica de la guerra, se abogó por la práctica del amor, y frente a la música melosa, se imponía el ruido y el grito, el beat, que podía significar “golpe” y cuya percusión semejaba el latido del corazón. Por eso la nueva música cautivó a toda una juventud mundial, haciéndola vibrar al unísono, y cambiar de modus vivendi, alejado cada vez más de sus progenitores y de los intereses de una sociedad abocada al consumo y las etiquetas. La música no solamente servirá para bailar, sino sobre todo para evadirse de la cruda realidad, acompañada a veces del “viaje” por LSD y otras sustancias cuya prohibición se saltaban descaradamente. La iglesia se abría a otras religiones y dejaba de ser la “única verdadera”, y los cultos se oficiaban en lenguas vernáculas hasta entonces anatematizadas. Llegaba una nueva manera de ver la vida socialmente y eclesiásticamente. 

La música se extendió por todo el mundo como un símbolo de los nuevos tiempos. Fue la primera globalización, hábilmente manejada, dejando arrumbada, como algo obsoleto, a la música popular-tradicional de la flauta y el tamboril, pasando la nueva ola a suplir su papel y llamarse “pop” (o beat, golpe), como derivación de la reciente explosión del rock'n roll, cuyos líderes comenzaban su decadencia, cuando no estaban en la cárcel o retirados. Tomaban el relevo nuevos ídolos y las casas de discos aprovecharon el surgimiento en Europa, para, desde Liverpool, extender los nuevos sonidos al mundo. La primera globalización, que luego ha derivado a otros campos más peligrosos, se puede decir que se dio en la música. El nuevo concepto aplicado a ella, música pop, la distingue de su antecesor el blues, el country-jazz, el rhythm and blue y el rocanrol, como simientes del híbrido posterior. Dicha globalización no estaba exenta de su interés político; entre sus fines ocultos sobresalía la desviación de la atención a la peligrosidad que se cernía sobre el mundo: ese año se intensificaron las pruebas atómicas en el desierto de Nevada, y la crisis de los misiles entre Cuba-URSS y los EE. UU estuvo a punto de desencadenar la guerra nuclear. Con la explosión de la música pop, que hablaba de amor y playas, con estribillos pegadizos y estrofas facilonas, se procuraba que se olvidaran otras guerras de liberación que ese mismo año se extendían por el mundo, sobre todo, en Asia y África, muchos de cuyos países comenzaban su independencia de las potencias europeas, Francia, Inglaterra, Holanda, España...

REVOLUCION MUSICAL, NACEN LOS BEATLES

El 5 de octubre de 1962 un nuevo grupo musical saltó desde la tenue luz de la Caverna a la inmensa luz mundial. Ese día se publicó en los entonces denominados singles, discos pequeños de vinilo con dos canciones, cara A y cara B, un tema que inundó guateques y discotecas, se titulaba Love me do, Ámame. Comenzaba con un sonido de armónica al que se sumaban tres guitarras y una batería, y la letra, repetitiva, hablaba de amor. Un tema sencillo que no se sabía cómo definir, entre la música negra y el rocanrol, un híbrido musical al que siguieron otros por el estilo que se hicieron muy populares y bailables, “desmelenándose”, una danza que no era ni twist, ya en decadencia, ni rock, con influencias de los bailes africanos. Sencilla melodía a caballo entre los antiguos croner, tipo Sinatra y Anka, y los gritos de los negros, con Chuck Berry y Little Richard a la cabeza. 

Love me do tuvo sus avatares de grabación y publicación. Las primera grabación fue en junio, cuando todavía no eran los cuatro Beatles que todos conocemos, con Pete Best a la batería; a esta sesión sucedieron otras tres, con  diferentes percusionistas, hasta que buscaron en otros grupos de los tantos que proliferaban por Liverpool en esas fechas, imitando a los americanos, y dieron con Ringo, no tocaba bien pero encajaba en la fisonomía del resto. Sus voces eran agudas, se diferenciaban de las voces al uso, sobre todo de Elvis, el blanco que cantaba como los negros, y su conjunción en los coros encajaba a la perfección. En la cara B del single iba otro tema P.S. I love you, frase que se repetiría en casi todas las composiciones, a las que de cuando en cuando se añadía el grito de ye, ye... Nacía el yeyeísmo que definió a toda una generación. Acababan de saltar a la fama The Beatles. Cuatro jovencitos que se movían con desparpajo, hijos de familias desestructuradas, producto del ambiente porteño de esa ciudad industrial, a donde llegaban marineros dejando influencias de los cuatro puntos cardinales. Todo el mundo los conocía, y en todo el mundo iban a marcar un nuevo sentido a la música, a la fisonomía (melenas y abalorios), a la vestimenta, y al comportamiento juvenil. Una nueva religión convocaba a una nueva juventud. Con razón declaró su líder, John Lennon en una entrevista que “eran más conocidos que Jesucristo”. Allá donde iban, la armaban. Sus actuaciones eran un fenómeno social. “Las giras de los Beatles -añadió Lennon en otra ocasión- eran como el “Satiricón” de Fellini, si no había “groupies”, teníamos putas”.

Los festivales al aire libre reunían durante días a millares de jóvenes con sentimientos semejantes de protesta y disconformidad, y un acuerdo común, disfrutar de la música, de la compañía de amigos, de la marihuana, y de la naturaleza.

REVOLUCION RELIGIOSA, EL VATICANO SEGUNDO

El 11 de octubre de ese mismo año, se inaugura el Concilio Vaticano II, convocado por un Papa que parecía de tránsito pero que marcó una nueva etapa en la Iglesia católica. Ya su nombramiento constituyó una sorpresa al querer llamarse Juan, sabiendo que su antecesor en el nombre adoptado era un antipapa. El viejo y amable cardenal Roncalli, primado de Venecia, convocó un concilio cuando todos pensaban que ya no se celebrarían más en toda la historia. Con esa convocatoria, “el Papa Bueno”, Juan XXIII, transformó la iglesia y el sentir religioso tratando de unir a todas las religiones, abogando por el compromiso terrenal que todo cristiano debía adquirir en la sociedad, empezando por la jerarquía eclesiástica. Concilio de la reconciliación, del aggiornamento eclesial, donde no habría ni anatemas ni dogmas, incluso el de la infalibilidad papal se puso en entredicho. Eso no era lo importante, sino el deber de integración de la iglesia con el pueblo y la concordia entre las diversas concepciones religiosas. En el mismo sentido iban dirigidas las dos encíclicas que publicó el Papa Juan: Mater et Magistra, donde plantea la cuestión y el compromiso social, y la Pacem in Terris, sobre la necesidad de luchar y mantener la paz en el mundo en unos momentos en que el planeta se encontraba al borde de la guerra nuclear. Esta encíclica influyó mucho en las conversaciones entre Kennedy y Kruschov, entonces sendos presidentes de los Estados Unidos y de la URSS. El presidente americano impuso el bloqueo naval a la isla de Cuba, en cuyas inmediaciones 250.000 hombres estaban en pie de guerra para intervenir. Por su parte, Kruschov aceptó el desmantelamiento de las bases de misiles atómicos a cambio de la promesa de Kennedy de no invadir Cuba.

Mientras tanto, la guerra de Vietnam se recrudecía a la par que crecían y se multiplicaban las manifestaciones pacíficas en contra de esa invasión, y de otras guerras, dando origen al slogan “haz el amor y no la guerra”. Nacía la cultura hippy en contra del consumo y en pro de la paz. Pero como siempre, esta revolución del poder de las flores fue subsumida y manipulada por la sociedad de consumo y hubo que esperar a que floreciera de manera efímera en la primavera del 68. Ya el desastre estaba hecho y era difícil volver atrás. 

Lo mismo pasó con la música y la religión. Sufrieron una enorme regresión. Se perdió la tolerancia, de nuevo surgieron los fundamentalismos, las guerras se multiplicaron, y lo que es peor, la paz fue sustituida por el consumo, el mercado y los neocon. Hoy día, la explotación del hombre por el hombre es la religión impuesta. A la amenaza de las armas de destrucción masiva se ha unido la economía de mercado, una amenaza mundial, silenciosa y devastadora de derechos y libertades.

Revoluciones de octubre