jueves. 28.03.2024
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El proceso de radicalización yihadista, la “yihadizacion”, no hace falta que sea vivida exclusivamente como un hecho religioso

El atentado de Niza perpetrado por el tunecino Mohamed Lahouaiej Bouhlel, ha vuelto a poner sobre la mesa el problema de la radicalización yihadista. Podría llegar a pensarse que existen ciertos paralelismos entre el atentado de Niza y el suicidio del piloto del avión de la compañía Germanwings. No obstante dadas las características del sujeto actuante los expertos del ministerio del interior francés catalogan el suceso como atentado y el caso como de radicalización exprés.

No obstante, en el caso de Mohamed Lahouaiej el elemento mas interesante está en el proceso de  radicalización en unión con la enfermedad mental y el trastorno psicopático. El estudio de este elementos así como aquellos que pudieran surgir en relación a lo trastornos psicopáticos y a la enfermedad mental son esenciales no solo para un mayor conocimiento de los perfiles de personalidad que pudieran tener los yihadistas, sino para la puesta en marcha de programas y centros de des-radicalización y desconexión. Dado que Mohamed Lahouaiej no parecía ser religioso haya quien deja a un lado el concepto de radicalización para hablar de conversión, al asemejarse el Daesh, a una suerte de secta apocalíptica. No obstante, pese a lo interesante que pudieran parecer este tipo de matices, la realidad es que el proceso de radicalización yihadista, la “yihadizacion”, no hace falta que sea vivida exclusivamente como un hecho religioso.

Que Mohamed Lahouaiej no fuese practicante no indica que Mohamed Lahouaiej no estuviese mediatizado cultural y religiosamente. Muchos musulmanes no practicantes, fruto de esta mediatización, suelen acumular una gran sentido de la culpabilidad que afecta a su autoimagen cuando trasgreden determinados preceptos como es la ingesta del alcohol. Además muchos procesos de radicalización, toman como base cuestiones meramente identitarias o simplemente el odio y la frustración como razón.

Sujetos con trastornos mentales, candidatos para el Daesh

Existe un claro cambio en el proceso de radicalización desde la interrupción del Daesh en la escena de la yihad neosalafista pues la presencia de sujetos con trastornos de personalidad y comportamientos antisociales, como parece ser el caso de Mohamed Lahouaiej, es mayor que nunca. Lo que para algunas organizaciones podría ser un peligro, es decir el ingreso en la misma de sujetos con trastornos mentales, es para el Daesh una fuente de candidatos, activos para sus letales “operaciones de martirio”.

En proceso de separación y de actitud violenta, Mohamed Lahouaiej, tunecino de nacimiento, residía en Francia desde el 2005 con un permiso de trabajo. Con antecedentes penales por violencia domestica, algunas voces aseguran que no tenía amigos, que llevaba una vida reservada, que comía cerdo y  que solía beber y fumar.

Los proyectos migratorios se componen de un compendio de motivos y objetivos que pueden ser conscientes, voluntarios, repentinos, planificados, forzados o improvisados. Sea cual fuere el contexto y manera de la toma de decisión para iniciar este proyecto migratorio, este siempre es acompañado de esperanzas, deseos, miedos e incertidumbres, a su vez unidos al deseo de mejorar las circunstancias vitales de su país origen. Si Mohamed Lahouaiej emigro a Francia, no fue si no para poder llevar a cabo un proyecto vital que pretendía ser si no exitoso, si al menos aceptable.

Todo proceso migratorio está sometido a distintos factores tanto físicos como psíquicos. En el caso de Mohamed Lahouaiej, fue el mismo quien inició su proyecto migratorio en el año 2005, proyecto que a todos luces ha sido no solo fallido, sino terrorífico  para la sociedad de acogida.

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¿Que pudo pasar? Todo proceso migratorio esta sometido a distintos factores tanto físicos como psíquicos. Las reacciones ante estos factores y sus problemas asociados pueden dividirse en un continuo por el que el sujeto realiza esfuerzos por integrarse en la sociedad de acogida, llegando a su mimetización, pasando por una solución intermedia o auto segregándose directamente en su comunidad de referencia más resistente. En la solución intermedia, en ausencia de mecanismos de afrontamiento y de un proyecto migratorio mínimamente exitoso, algunos sujetos, y ese parece ser el caso de Mohamed Lahouaiej, a través de un proceso selectivo y subjetivo,  generan una suerte de identidad intermedia casi esquizofrénica. Si el sujeto no encuentra fórmulas accesibles que le permitan salir de su condición marginal, puede que tienda a culpar a la sociedad por no avanzar ni progresar, generando una sensación de rechazo hacia la misma. Además, la sensación puede agravarse si el sujeto percibe una discriminación por parte de la sociedad de acogida, pues aun cuando haya cumplido con los deberes que le exige la sociedad, puede no haber progresado. El sujeto puede verse en una suerte de limbo identitario, donde los beneficios de la sociedad de acogida, su falta de progreso y el hecho de saber que disfruta de una calidad de vida  impensable en su lugar de origen, generan un cierto sentimiento de culpa. Este se combina con la frustración de no progresar, al tiempo que tiende a sentir cierta atracción por su lugar de origen real o imaginado que articula su identidad  con la cual siente, además, una especie de sentimiento de solidaridad.

El nivel de control social y libertad individual es distinto al del país de origen. En las sociedades de acogida, el individuo goza de una libertad, la cual no viene acompañada de los medios y posibilidades para ejercerla. Una libertad que, en caso de que el individuo se socialice  y radicalice en los valores del salafismo yihadista, puede considerarse como una manifestación de la degeneración, decadencia y maldad de la sociedad de acogida. Así, la sensación de falta de reconocimiento y aceptación por parte de la sociedad de acogida, puede redundar en una fijación psicológica, por la que el entorno, social y cultural, es percibido como hostil al individuo. 

Ello contribuye a la acumulación de relaciones negativas, que actúan como fuentes de frustración, y que contribuyen a la búsqueda de culpas en factores exógenos. Claro que la frustración como sensación constituye un estado subjetivo, cuya operatividad e influencia varían de un sujeto a otro. El caso de Mohamed Lahouaiej parece ser casi paradigmático.

Es evidente que una situación de marginalidad, real o percibida, contribuye de manera crucial en la aparición de la frustración. Si a esto, sumamos la existencia de condicionantes propios de un entorno favorecedor de la radicalización, como pueden ser determinados barrios de Niza como  l´Ariane, Saint-Roch o Saint-Agustin, el sujeto, que si bien puede estar  o no, en unas condiciones de marginalidad real, siente una fuerte sensación de frustración, a través de una marginalidad percibida, con la sensación de no tener ningún control sobre el contexto que le rodea. Debido a la falta de control sobre el contexto y sus acontecimientos asociados, el sujeto entra en un estado de desagrado-excitación como el  odio, ira o aversión  y de desagrado-relajación como los sentimientos de humillación, de tristeza, apatía, aburrimiento y frustración.

La pérdida de contacto con la realidad, y la pérdida de mecanismo de afrontamiento, pueden llevarle a pensar de forma compulsiva sobre la culpabilidad del contexto físico y social que le rodea. Así, el estado de vulnerabilidad y permeabilidad, favorece una radicalización que en una situación desesperada, podría llegar a ser exprés o súbita. Después, la vuelta a la umma imaginada, la perspectiva de una gran aglomeración, una conmemoración, los instrumentos para el terror y una vez más, los insoportables y lacrimógenos #prayfor y #jesuis.

Mohamed Lahouaiej: ¿qué pudo pasar?