viernes. 26.04.2024

Isla de Tarifa, donde están los negritos

La punta más meridional de la Europa continental esconde una situación dramática. Miles de turistas disfrutan de un paraje inigualable a escasos metros de uno de los CIE más sensibles de España azotado por el viento de Levante. 

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Portón de entrada a la isla custodiada por la Guardia Civil.

Los ‘hijos del viento’, como les gusta denominarse a los tarifeños, vienen siendo testigos directos desde hace años del éxodo de África

El chiringuito de playa, estilo chill out y con una carta de platos muy apetecible, dista a escasos cien metros de uno de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) con los que cuenta España. Situado en Isla de Tarifa o la Isla de las Palomas, el reciento puede acoger hasta 160 internos, aquellos que tras cruzar El Estrecho acaban viendo en primera línea, como observadores privilegiados, el continente del que quieren huir: África.

Tarifa, situada en la provincia de Cádiz es una de las joyas del Estrecho de Gibraltar. Desde sus costas y en días sin bruma se vislumbra la línea divisoria de los dos continentes. A no más de 20 kilómetros (14 si nos situamos en la punta de Tarifa o punta Marroquí) se adivina Tánger y el majestuoso Monte Musa (Jebel Musa, en árabe), considerado mitológicamente como una de las Columnas de Hércules junto con el Peñón de Gibraltar.

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Monte Jebel Musa

Denominado ‘la mujer muerta’ -ya que desde Ceuta se ve como una silueta de una mujer tumbada-, con nubes bajas, el monte Jebel Musa parece más alto de lo que es, mucho más majestuoso si lo observas desde el interior, en el Campo de Gibraltar, desde el Parque de los Alcornocales, donde imponentes molinos de viento coronan las colinas. Algunos lugareños prefieren llamarlo la “mujer dormida”, en ese tono más amable y tranquilo con el que te obsequian los gaditanos.

El Estrecho es la fusión entre dos mundos, cercanos y distantes. Los tarifeños son gente afable que ha vivido momentos críticos por la masiva inmigración de África. La mayoría tiene poca información de lo que pasa tras las rejas del CIE de la Isla de Tarifa, un islote unido al municipio por un espigón artificial. Algunas de las personas con las que conversé transmiten cierta dosis de misterio. Te explican que es el lugar donde están los inmigrantes; algunos te hablan de que puede haber unas 100 personas pero se jactan que desde hace tiempo la situación está más tranquila. “Cuando ha habido llegadas masivas de inmigrantes, el pueblo se ha volcado”, me cuenta el algecireño José.

tarifa5La Isla de las Palomas fue durante muchos años un enclave militar, un cuartel del Ejército de Tierra. Tal y como me relata Andrés de la Peña, delegado de la Asociación Pro Derechos Humanos en Campo de Gibraltar (APDHA), a principios del año 2000 comenzó a utilizarse como lugar de internamiento de inmigrantes. Posteriormente se cerró para su remodelación y volvió a abrirse poco después con las nuevas instalaciones que ahora se conocen. La isla “siempre ha estado cerrada a cal y canto”, afirma, tan solo se permiten visitas guiadas de carácter medioambiental (para el avistamiento de aves) pero en contadas ocasiones y con grupos de gente muy reducidos. Cuando hace unos días me acerqué a la reja que cierra el paso a los curiosos, vi que tres chavales (ninguno pasaba de los 12 años) se habían colado nadando por la playa chica. Tuvo que acudir un coche de Policía Nacional para abrirles las rejas pero el incidente no trascendió a mayores.

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Los tres chavales en el fondo a los que tuvo que abrir el portón de la Isla la Policía Nacional.

Uno se queda perplejo al comprobar el contraste que supone disfrutar de una copa en un chiringuito con la blanca arena de la Playa de los Lances acariciando tus pies y saber que a pocos metros hay personas retenidas contra su voluntad, en una especie de Alcatraz. Los tarifeños no son ajenos a ello pero se jactan de la belleza del lugar. “Punta Tarifa es la división entre el mar Mediterráneo y el Océano Atlántico”, me contó una chica con cierto orgullo. -pero, ¿ahí hay inmigrantes, no?, le pregunté, -“sí, es el lugar donde están los negritos”, dijo sin ningún atisbo de animadversión.

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Chiringuito en uno de los extremos de la playa de los Lances con la Isla de Tarifa al fondo donde el Mediterráneo y el Atlántico se unen.

El carácter solidario de los tarifeños es algo que resalta Andrés de la Peña. “En 2004, cuando Hassan II abrió la puerta llegaron a Tarifa 1.200 inmigrantes en tan solo 48 horas, el pueblo entero les acogió”, afirma. Y es que, Tarifa (por su cercanía con África) fue el primer lugar de llegada de las pateras que desembarcaban en esa playa inmensa donde en el extremo oeste se ven las dunas de Valdevaqueros y las coloridas cometas que han convertido a esta población en la capital europea del kitesurf.

Oficialmente, el centro de internamiento de la Isla de las Palomas no está considerado como tal, sino como una sucursal del CIE de Algeciras, pero en la práctica registra mucha más actividad y desde este mismo año funciona autónomamente. La APDHA desconoce el número de inmigrantes que se encuentran en estos momentos recluidos en el recinto, “hay mucho secretismo al respecto", reconocen los miembros de la asociación. La mayoría de los internos no son expulsados”, pasados los 60 días que marca la ley, “les dejan en la calle”, eso sí, “con la orden de expulsión en el bolsillo”, explica Andrés. El centro, custodiado por la Guardia Civil y la Policía Nacional, solo acoge a varones adultos, hombres “exclusivamente indocumentados” que no han cometido ningún delito, subraya.

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Imagen del espingón artificial que une Tarifa con la Isla. A la derecha el Mediterráneo picado por el fuerte viento de Levante.

El informe del Defensor del Pueblo de 2015 refleja las carencias del centro, las mismas que denuncia el responsable de la APDHA. Aparte de los barracones, un gran patio al aire libre rodeado por una reja es todo el espacio del que disponen, un lugar al albur de ese inclemente viento de Levante que en invierno, con humedad y temperaturas frías, lo hace casi inhabitable. No existe presencia médica permanente (los fines de semana no hay ningún médico), ni asistencia psicológica, ni trabajadores sociales en el recinto. Como cada año, la APDHA volverá a concentrarse a las puertas de la isla (será el próximo viernes 19 de agosto) para exigir el cierre del CIE y el uso público y medioambiental de la isla como enclave privilegiado del Parque Natural del Estrecho.

En el CIE de Tarifa no hay marroquíes, estos son expulsados inmediatamente, aclara Andrés. Al tiempo que los tarifeños relatan divertidos que los turistas italianos (la mayoría jóvenes) son la atracción de agosto, los marroquíes, algunos de origen saharaui, venden coloridos tejidos, pulseras y otros souvenirs. Cada día se recorren kilómetros para vender sus enseres buscando a aquellos turistas a los que todavía les falta la pañoleta para tumbarse en la arena de la playa.

tangerLos marroquíes tampoco lo tienen nada fácil. Cada hora, un ferry parte del puerto de Tarifa con turistas deseosos de visitar Tánger, una ciudad en la que se adivina el esplendor de antaño pero que a día de hoy muestra la miseria de sus habitantes. Cruzar el Estrecho y desembarcar en Tanger en poco menos de una hora te hace ver el poco espacio que separa el bienestar de la podredumbre. Chavales de muy corta edad corretean por sus calles estrechas a la caza de un turista que les suelte al menos una moneda. La policía, vestida de paisano y con walkie talkies parece que vele más por la seguridad de los turistas que por la de sus conciudadanos. En tan solo ocho horas pude ver varias actuaciones policiales, una de ellas en el puerto cuando agentes de la policía marroquí registraron con perros el interior de un autobús en el que estaban metidos cuatro chavales ansiosos por llegar a España, uno de ellos no superaba los 14 años de edad. (En la imagen, una calle de Tánger).

Y mientras unos intentan colarse metiéndose en la carrocería de los autobuses turísticos, otros muchos, cientos, miles, realizan cada año el regreso a su país. Por estas fechas, el Puerto de Algeciras bulle de coches y de marroquíes que, con sus vehículos cargados hasta los topes, regresan a pasar sus vacaciones con su familia. Y aunque los sueldos que ganen en Europa sigan siendo miserables, en Marruecos suponen todo un tesoro, un euro son 10 dirham (moneda nacional de Marruecos). Con 20 euros comimos tres personas en un pequeño restaurante en el que un joven camarero nos transmitió su deseo de volver a España donde viven sus padres; él fue expulsado y hasta 2018 no podrá volver a pedir la residencia en nuestro país. Y lo hará, me dijo totalmente esperanzado.

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Texto y fotos: @igcaballero70

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