martes. 23.04.2024

Insurgencias3

Luis Martín Cabrera es autor del libro, entre otros, "Insurgencias invisibles", un ensayo político desde La Oveja Roja que analiza y se acerca a las resistencias y a las militancias en Estados Unidos.

Este libro transita entre el ensayo político, la crónica y la historia oral. Su sujeto: la heterogeneidad y multiplicidad de luchas contra el imperialismo y el capitalismo dentro de Estados Unidos. La posición de partida: la universidad. Ensayo político, crónica e historia oral para acercarnos a la insurgencia política en el seno de Estados Unidos.

Republicano errante, comunista sin partido, chicano por solidaridad internacionalista, gringo por necesidad, chileno de adopción y latinoamericanista por vocación, Luis Martín Cabrera (Cáceres, 1972) se formó como filólogo en la Universidad de Salamanca. Desde finales de los noventa vive en Estados Unidos, donde ha completado su formación con una maestría en Estudios Latinoamericanos en Yale y un doctorado en Lenguas y literaturas románicas en Michigan. Además de haber recorrido un buen número de universidades norteamericanas, Martín-Cabrera ha sido militante de distintos movimientos sociales y sindicales dentro y fuera de sus centros de estudio.


InsurgenciasLibrería Cazarabet | El presente libro nos acerca de manera directa a cómo se llevan a cabo las diferentes maneras de protestar y de ser insurgente en EEUU. ¿Qué nos puedes comentar?

Luis Martín-Cabrera | Creo que la visión que tenemos de Estados Unidos en España y en América Latina está fuertemente marcada por dos visiones: una idealista, según la cual los Estados Unidos son la meca del progreso y la democracia y otra que llamo de la consolación, según la cual los Estados Unidos son superiores económica y militarmente, pero en el fondo son una manada de gente blanca, obesa y descerebrada, cosa que tranquiliza a una izquierda europea supuestamente más culta y sofisticada, pero no cambia nada y más bien ayuda a naturalizar la dominación imperial. Yo me puse a escribir el libro, porque estoy convencido de que ninguna de las dos permite comprender en toda su complejidad lo que son los Estados Unidos. En mi opinión, para desmontar estas dos miradas hay que entender que los Estados Unidos, como país moderno, se funda sobre el genocidio y el despojo de las tierras de los pueblos indígenas y sobre la esclavitud. Esa es la historia de la “acumulación primitiva” como la llama Marx, en su particular encarnación estadounidense, este es el “hardware” de la sociedad norteamericana, el “software” es la alternancia entre dos partidos que defienden esencialmente lo mismo. Lo que sucede es que las clases dominantes blancas en Estados Unidos han sido muy hábiles escondiendo justamente las resistencias a la dominación y la explotación, tapando las “insurgencias invisibles” bajo una narrativa de progreso y democracia eternas, según la cual , hay problemas aquí o allá, pero esencialmente hay igualdad de oportunidades, de eso va el “sueño americano”, narrativa maestra del 90% de las películas de Hollywood (la versión más grotesca del American Dream sería la película “En busca de la felicidad” (The pursuit of happynesscon) de Will Smith). ¿Cómo puede ser Estados Unidos el pináculo de la democracia mundial si tiene la mayor población reclusa del mundo? Pero por otro lado, ¿Estados Unidos es Bill Gates, Donald Trump, los Simpsons, la llegada a la luna o Rubén Salazar, Bobby Seal, Gloria Anzaldúa, Amy Goodman y el sindicato de los Wobblies?

¿Por qué esa segregación, de qué tienen miedo?

¿Cómo puede ser Estados Unidos el pináculo de la democracia mundial si tiene la mayor población reclusa del mundo?

En su origen no hay necesariamente miedo, sino intereses económicos puros y duros que se asientan sobre la deshumanización y el terror como políticas dominantes de una clase, un género, una raza y una sexualidad: los hombres, blancos heterosexuales con propiedad que fundaron el país tal y como se consigna en la constitución. Lo que sucede es que cuando la dominación y la explotación se asientan sobre un genocidio y un modo de producción esclavista eso tiene consecuencias incalculables en el presente. Cuando una sociedad decide que un grupo de seres humanos dejan de serlo por el color de su piel, que son sujetos infrahumanos cuya vida no vale nada o vale menos que la vida de los amos blancos, eso genera una política del odio y el miedo, por cierto, muy ligada a ciertas fantasías sexuales. Por ejemplo, detrás del transeúnte blanco que cruza la calle cuando se encuentra con un negro o detrás del policía que dispara sin preguntar contra un negro desarmado, están, entre otras cosas, la mala conciencia y una fantasía racial según la cual el hombre afroamericano es hipersexual y agresivo, siempre dispuesto a violar a las mujeres blancas y a dar muerte al amo, por lo tanto hay que temerlo, castrarlo real y simbólicamente, someterlo al terror racial para mantener las jerarquías, son cuerpos abyectos de los que se puede prescindir sin que haya consecuencias legales. Los informes sobre linchamientos están llenos de falsas acusaciones de este tipo que justifican el espectáculo colectivo del terror racial (se imprimían incluso postales conmemorativas con los cuerpos inertes colgando del árbol). Desmontar este sistema de miedos, odios e intereses económicos que, por cierto, no nos es ajeno en España como país promotor del tráfico de esclavos y antigua potencia imperial, es un tarea urgente y de largo aliento y, por cierto, no sólo un problema económico, sino también cultural, simbólico, legal e histórico.

Mantenerlos en “silencio”, en estructuras duras y encorsetadas de libertad de todo tipo, sumerge a los insurgentes y contestatarios en posturas más enconadas y entonces los puntos de encuentro y de diálogo son menos posibles. ¿Qué nos puedes argumentar?

Creo que Podemos no acierta del todo cuando trata de “conquistar el centro”, no debería tratarse de conquistar el centro

Con el famoso 1% más rico de la sociedad no sé si hay algo que discutir. El problema es la relación entre los sectores de la clase media más o menos sin acceso a los medios de producción, por un lado, y la clase trabajadora y lumpen que vive en la precariedad más absoluta o directamente en la abyección, por otro. El asunto es que nuestras sociedades capitalistas estratifican de manera minimalista los privilegios en una miríada de direcciones, para naturalizar la dominación. Si tú vives en un Estado social con ciertos privilegios te vas a alarmar si los ves en peligro, pero si el mantenimiento de esos privilegios depende de la extracción del trabajo y los recursos del sur global no vas a protestar tanto. Si eres blanco, probablemente no te va a importar tanto que a los negros les metan cinco balazos en el cuerpo sólo por el color de su piel. El problema es el 1%, pero también ese 20% que en cuanto se recuperó la bolsa y pudo tener un crédito nuevo para abrir un negocio pequeño o comprar un coche, se olvido de la burbuja inmobiliaria o de ocupar Wall Street. En este sentido, en el caso de España, creo que Podemos no acierta del todo cuando trata de “conquistar el centro”, no debería tratarse de conquistar el centro, sino de hacerlo saltar en pedazos y sustituirlo por redes de solidaridad que nos permitan pensar cómo queremos vivir y si de verdad podemos ser libres, si nuestra libertad pasa por la opresión de otras y otros. Ese trabajo es mucho más lento, pero igual de necesario que ganar elecciones.

Hay insurgentes en todos los lugares y sociedades. ¿Qué incorporan las insurgencias que vienen de USA al conjunto o movimiento insurgente más global?

El proletariado hoy a nivel mundial tiene, sobre todo, cara de mujer de piel cobriza

Creo que en Estados Unidos tenemos la suerte o la desgracia de vivir en las “entrañas del monstruo”, como lo llamó el poeta cubano José Martí, en el hegemón global y eso da cierta lucidez y también produce cierta ceguera en los movimientos insurgentes. Lo otro es que, simplificando un poco, los conflictos sociales en Estados Unidos se han expresado más en términos raciales que de “lucha de clases” tal y como expliqué hace un momento.  Si uno se fija bien los únicos movimientos que han amenazado la hegemonía de los Estados Unidos son el movimiento de liberación negro, los Black Panthers y otros grupos, el movimiento chicano y los Puerto Rican Lords. El movimiento sindical les sigue, pero siempre dentro de un esquema reformista, muy infiltrado y también combatido violentamente. Creo que en Europa y, en menor medida en América Latina, tenemos mucho que aprender sobre esto, porque no somos ajenos para nada una “modernidad colonial”, como la llama el sociólogo peruano Anibal Quijano, que expresó la dominación no sólo en términos de clase, sino también racialmente y en términos heteropatriarcales. Sólo hay que ver en España, por ejemplo, quién hace los trabajos más duros y peor remunerados: las mujeres pobres del tercer mundo. El proletariado hoy a nivel mundial tiene, sobre todo, cara de mujer de piel cobriza. En este sentido, el concepto de “lucha de clases”, siendo esencial es insuficiente para pensar la liberación de la explotación y la dominación capitalista, hay que abrirlo y ponerlo en diálogo con las tradiciones de lucha afroamericanas o con el concepto de “pachakuti” –el mundo y el tiempo patas arriba—de los Aymarás en el altiplano andino. Europa debe y puede ser “provincializada” como arguye Dipesh Chakrabarty, hay vida más allá de la ilustración y de la revolución francesa.  Creo que esto no lo acaban de aceptar marxistas compañeros de ruta, como Carlos Fernández Liria, mi entrañable Santiago Alba Rico y otras y otros.

En el libro “miras y vas retratando” diferentes situaciones que se han ido dando en el mundo de las insurgencias, las protestas de los diferentes grupos y colectivos, el obrerismo. ¿Tan diferente es a lo que vivimos en el llamado “viejo continente”?

El movimiento sindical en Estados Unidos ha sido combatido y es combatido virulentamente

Creo que históricamente sí es diferente, pero que a día de hoy es bastante parecido. El movimiento sindical en Estados Unidos ha sido combatido y es combatido virulentamente, fue infiltrado por la mafia, por los servicios de inteligencia, cooptado, denunciado y combatido con todos los medios con que disponía el Estado como expresión de la clase terrateniente y empresarial. Los campos de California, por ejemplo, están sembrados de sangre de líderes sindicales, lo cuentan Mike Davis y Justin Akers Chacón en un libro imprescindible, Nadie es ilegal.   Entonces, hay un nivel de represión mayor y una cultura abiertamente hostil hacia el sindicalismo. Lo pude ver de primera mano cuando era organizador sindical en Michigan y en la Universidad de Yale. Nombrar la palabra sindicato inmediatamente evocaba la palabra mafia, corrupción, burócrata. Los empresarios cuentan con más poder todavía que en España, la negociación por rama de la producción es impensable. Mientras tanto, los sindicatos con honrosas excepciones se han ido replegando, defendiendo mínimos y no máximos, dándole su apoyo tácitamente al Partido Demócrata, acomodándose pero, ¿no es esto lo mismo que pasa con CCOO y con UGT? Hay que reinventar el sindicalismo, incluso el combativo, partir del conflicto capital y trabajo, pero abrirlo más a una dimensión internacionalista, ecológica, anti-colonial y de género (pensar los trabajos del cuidado, por ejemplo), de lo contrario podría pasar, como relato en una de las crónicas, que acabáramos con sindicatos que defienden derechos laborales en casa y guerras imperiales en el extranjero. Y aún así, aún así, un sindicato malo es mejor que no tener sindicato.

Insurgencias2¿Qué es lo que te llevó a escribir este libro? ¿Hay algún hecho, alguna situación que te llevó a realizar ese tránsito entre lo que veías y lo que, con el tiempo, se volcó en un libro?

Sí, la motivación principal parte de situaciones vividas por más de una década. No sé, de repente, estoy en Yale en una manifestación de trabajadores del hospital y de la limpieza, 3.000 personas en la calle en New Haven o una marcha en homenaje a Zapata en el Barrrio Logan, el barrio chicano de San Diego, y me empiezo a preguntar, ¿sabrán que estamos aquí en Madrid, en Buenos Aires, en La Habana? ¿Sabrán que además de gordos obesos blancos republicanos aquí hay gente que se la juega por sus derechos, qué pelea desde dentro? Y mi intuición era pensar que no, que no lo sabían y que yo estaba en un posición de privilegio para testimoniar sobre ese quehacer colectivo. Dice mi amigo Daniel Noemi que este libro es en el fondo “un poema de amor a los Estados Unidos; al país que no aparece en las noticias, el que no se conoce, el que lucha –porque en todas partes se lucha—por un mundo mejor. Al país terriblemente segregado, pobre, de los Panteras Negras y del movimiento Chicano, de la Unión del Barrio, de los incipientes (y a veces insipientes) sindicatos de estudiantes graduados”. Hay una dimensión afectiva fuerte y una identificación con ese EEUU que Daniel ha percibido muy bien y que está en lo más profundo del libro.

El libro parece una especie de guión-documental de diferentes relatos situacionales enlazados de alguna manera con entrevistas que le dan, al conjunto del trabajo, un aire de dinamismo. Cuéntanos sobre la metodología de trabajo, sobre cómo ha ido el proceso de documentación y de investigación.

Claro, por lo mismo que te estoy diciendo, esta historia no era sólo, mía, sino que se trata de una experiencia de militancia colectiva, entonces la idea era pensar cómo podría escribir ese piquete de huelga, esa reunión de un colectivo anti-racista. Como el medio es el mensaje, la forma y el fondo son inseparables, acudí a la tradición latinoamericana de la crónica y a la historia oral para fisurar la voz individual y la autoridad del intelectual letrado. Lo que ha salido, creo, es un ajiaco caribeño, un libro radicalmente híbrido y que tal vez no se entienda bien en España. Noto por ejemplo, cómo cada vez que se habla del movimiento Black Lives Matter en los medios españoles o de la brutalidad policial o del problema de la inmigración se llama a sesudos sociólogos para que pontifiquen, pero no se les ocurre ir a mirar en este libro lleno de Historia y de historias, a caballo entre la teoría, el ensayo, la crónica y una voz, la mía, llena de otras voces que hablan por mí o mirar más allá del presente escuchar a los mismo activistas del movimiento Black Lives Matter, preguntarse por qué hay un movimiento en defensa de la vida de las personas afroestadounidenses. Mucha gente me ha dicho lo de lo cinematográfico que puede ser, estaría bien hacer una road movie, si alguien se anima.

 ¿Cómo ha influido tu trabajo de profesor en este libro y en la elaboración del mismo? ¿Qué te han enseñado los alumnos?

Las y los intelectuales debemos autoabolirnos, no caminar ni delante ni detrás de los pueblos, sino al lado

Le debo muchísimo a mis estudiantes, aprovecho la ocasión para darles las gracias aquí. Sobre todo a las y los latinos de California, por confiar en mí, por compartir lo que significa en muchos casos vivir en los arrabales de la ciudadanía, cargar con la frontera y el miedo dentro del cuerpo, pero también por enseñarme a luchar con dignidad y sobre todo, por acoger a este huérfano de patria, a este español, comunista, republicano y errante.  En lo más práctico hay partes de muchos de ellos en la escritura, a veces, frases literales, recuerdos de conversaciones. Por ejemplo, esta frase de “tú no eres material universitario” se la han dicho a casi todos mis estudiantes latinos en la escuela; aparecen ahí retazos de conversaciones, sueños colectivos, desordenados, procesados y vueltos a ordenar dentro de un relato que es mío y es de otras y otros y que, aunque está atravesado por ajustes ficcionales, es dolorosa y esperanzadoramente real. Por lo demás el subtítulo de este libro podría ser Universidad y militancia, hay que robarle tiempos, saberes y recursos a la Universidad para devolvérselos a los pueblos y a la sociedad. La universidad debe dejar de contemplarse el ombligo, debe escuchar a la gente y teorizar desde ahí, dejar de producir abstracciones alucinantes para un mercado académico cada vez más anémico. Las y los intelectuales debemos autoabolirnos, no caminar ni delante ni detrás de los pueblos, sino al lado.

Luis, si las insurgencias se mueven en la invisibilidad es porque la sociedad no es lo suficientemente madura para asumir ciertos retos que deberían tener que ver con lo que debería ser una verdadera democracia. ¿Qué opinas?

Hay un aparato mediático que hace invisibles ciertos movimientos

No sé si es necesariamente falta de madurez, es más bien que hay un aparato mediático que hace invisibles ciertos movimientos o que los inserta dentro de una lógica mediática bien manipuladora, bien espectacular. Por espectacular entiendo que se genera un pico de interés mediático que luego se satura y desaparece. Esa inmediatez no permite pensar históricamente y no pensar históricamente es no pensar. En cualquier caso, en el epílogo del libro aclaro que somos invisibles para ellos, pero no para nosotros. Por eso, no aspiramos a que el Amo (llámese Estado, medios de comunicación o Mercado) nos dé la luz, nos reconozca, sino a quebrar la dialéctica del amo y el esclavo que reparte visibilidades e invisibilidades, opresores y oprimidos, explotadores y explotados.

Las sociedades, casi todas ellas, tienen los mismos problemas: la pobreza en lugares que, por el estallido de “burbujas y falsas burbujas”, se han quedado huérfanas de tejido humano dinámico -me viene a  la mente Detroit-; los problemas que se desatan en las fronteras; la incomprensión de la clase media acomodada; la intransigencia de un poder aferrado a lo que llaman orden y que solo genera desigualdad y desorden y las violencias, de todo tipo, pero sobre todo las que se generan (tienen su semilla) en el poder de los mercados, ya que para que haya  ricos hay que hacer que muchos de los conciudadanos muerdan el polvo en la pobreza, la injusticia y la desigualdad. ¿Qué nos puedes comentar? ¿Se dan más estas conductas en EEUU que en otros lugares? ¿Por qué?

Coincido con el diagnóstico que haces. No sé si estas cosas se dan más o menos en Estados Unidos. Creo que hay mayor acumulación de capital y por lo tanto hay, pese a las desigualdades de todo tipo, más goteo hacia abajo y por lo tanto más que perder en una eventual rebelión. De todas maneras, cuando llegué a mediados de los años 90, pensaba que estaban mucho más avanzadas y encontraba imposible que el tejido social comunitario en España pudiera deteriorarse tanto como en Estados Unidos, pero la realidad me ha quitado la razón. Hoy la cultura del centro comercial, la colonización de los espacios públicos por parte del mercado en España ya no está tan lejos como antes de USA.Y ni hablar de la hegemonía cultural, yo sería cauteloso a la hora de anunciar el principio del declive de los Estados Unidos. Económicamente tal vez, pero siguen teniendo la hegemonía militar y cultural. En lo cultural de hecho ha avanzado, consumimos sus películas, sus series, sus modos de vida, algunos programas de televisión están directamente calcados de los de Estados Unidos, además tendemos a copiar lo peor, este libro también trata de mostrar ese otro Estados Unidos que no sale en la tele y del que podríamos aprender muchas cosas.  

¿Cómo ha conseguido el Estado silenciar a estos movimientos o cómo lo va intentando porque, personalmente, cada vez los conozco más?

¡Estados Unidos es una sociedad que produce sobre todo dinero!

Es una combinación de criminalización de la protesta (multas, reapertura de sumarios en casos incluso donde la falta de pruebas es palmaria), acoso y deshumanización de las y los inmigrantes, brutalidad policial contra las minorías raciales, el levantamiento de un complejo industrial de prisiones destinado a contener a las minorías raciales en una extensión poco disimulada de las leyes de segregación de la época de Jim Crow y sobre todo la financialización de todas las esferas de la vida pública y privada. Me refiero al sistema de crédito, pero también a la organización del trabajo y de la vida en general. Creo que no entendemos, personalmente yo no entiendo, la capacidad de control y disciplina del capital financiero, no atisbamos a comprender lo que significa que la rama hegemónica de la producción no sea la tierra o el capital industrial, sino el dinero, ¡Estados Unidos es una sociedad que produce sobre todo dinero! Por eso se puede tolerar que haya cierta disidencia, por eso me han permitido en mi universidad escribir este libro, porque somos hormiguitas en la pata de un elefante descomunal, el capital financiero, y su capacidad gigantesca de reproducción de la vida sin respeto por ningún límite ni humano ni planetario. ¡Ojalá que Estados Unidos y el capital financiero terminen siendo la cigarra! Lo digo cada vez con más pesimismo intelectual, pero con la misma voluntad de acción.

 ¿Es la propia democracia, en países como EEUU, las mismas que “demonizan” tanto a la insurgencia, una “burbuja”, una especie de “encantamiento de brujos”?

Si entre el mundo y nosotros hay una pantalla, la empatía y la solidaridad son muy difíciles

Creo que por un lado democracia y capitalismo son incompatibles y que por otro el ciberfetichismo, como lo llama César Rendueles, nuestra visión del mundo a través de una pantalla de computador o de un teléfono móvil es la burbuja que tapa todas las burbujas. No soy tecnofóbico, pero si entre el mundo y nosotros hay una pantalla, la empatía y la solidaridad son muy difíciles. Por eso, en el mundo más mercantilizado de todos los mundos, en Estados Unidos, he defendido junto a otras y otros las viejas tácticas de organización: las conversaciones cara a cara, puerta a puerta, oficina a oficina, fábrica por fábrica, la resistencia de los cuerpos y no de las mal llamadas redes sociales, aunque éstas, indudablemente, puedan tener alguna utilidad social. No hay nada que pueda sustituir el contacto humano. La empatía que produce la foto de Aylán es pan para hoy y hambre para mañana, parte de un lugar bueno, pero desemboca en el mismo nihilismo de este cibercapitalismo financiero en el que vivimos.

"Los conflictos sociales en EEUU se han expresado más en términos raciales que de lucha...