jueves. 28.03.2024
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Los asesinados por los terroristas en las peñas iraquíes del Madrid estarán en el cielo. En el mismo cielo en el que su equipo se sienta con sus Once Copas de Europa. Seguro que descansan en paz. Va por ellos: ¡Hala Madrid!

Las dos semanas previas a la final de la Copa de Europa celebrada en Milán han requerido paciencia a los millones de madridistas que habitan en España porque, siguiendo los medios de comunicación, casi parecía que el partido lo iban a disputar el Atlético de Madrid y un equipo extranjero. De la supuesta alegría por ver que dos clubes madrileños llegaban de nuevo a disputar el título continental, se pasó como por encantamiento a que uno de ellos copara prácticamente las portadas de los diarios y estos, en general, a desear que el fútbol hiciera justicia con los colchoneros porque, se decía, “les debía una Champions”. Por no hablar de los valores, de “no dejar de creer” y de ser el equipo del pueblo, virtudes todas atribuidas en exclusiva a los del Manzanares. Como si los otros, los foráneos, fueran poco más que un grupo de profesionales del balón sin mucho que aportar a los buenos sentimientos, gélidos como un bisturí, acaparadores de “orejonas” por puro vicio y seguidos por hinchas de holograma. ¡Qué pasada!

La verdad es que la desaparición virtual del Real Madrid en esos días previos se reprodujo incluso en la retransmisión del partido. Tanto fue así que mi suegra me dijo que le parecía que en San Siro había una enorme mayoría de rojiblancos, sin saber que las entradas estaban repartidas al 50%. Cuando en realidad el problema es que las imágenes ofrecidas por los realizadores de alguna cadena de televisión lo eran en una proporción de más o menos diez a uno a favor de los colchoneros o, si se prefiere, en perjuicio de los merengues. Total, si los que poblaban las gradas con camisetas blancas –tanto como la que me enfundé yo mismo- eran hologramas de aristócratas y burgueses pedantes y sin demasiados valores, para qué enfocarlos demasiado. A no ser que se pensara que la justicia terminaría triunfando y el Atlético levantaría su primera Copa de Europa y, por ello, mejor sería invertir, sobre todo, en esos colores empezando a preparar la anunciada fiesta posterior.

No fue así y el Madrid se llevó a casa la Undécima, que se dice pronto. La ganó con justicia y en buena lid porque, sencillamente, jugó mejor desde el principio hasta el final, o sea, hasta el penalti ejecutado por maestría por Cristiano tras el tobillazo de Juanfran, que lanzó el balón al palo aunque, si lo hubiera hecho unos centímeros más adentro, lo hubiera parado Keylor Navas.

El Madrid lo consiguió con esfuerzo, con humildad (cuando casi la mayoría de comentaristas y sabios del balompié le daban como seguro perdedor), con valores y sin dejar de creer…hasta el final, apoyado por su afición en Milán y en Madrid, donde no puede haber tantos marqueses y ricachones como para abarrotar la Cibeles, la Puerta del Sol y el Bernábeu en menos de 24 horas, de lo que habrá de inferir que sí, vaya, que hay un pueblo madridista tan pueblo como el colchonero y, sobre todo, con el mismo derecho a ver tratado a su equipo en iguales condiciones que cualquier otro, llámese Atlético, Barcelona, Sevilla o como sea menester.

Alguien dijo que el Real Madrid ha sido la primera multinacional española. No lo sé, pero sí que sus triunfos son sentidos aquí, en Marruecos, en Estados Unidos, en Colombia y en decenas de países de todo el Mundo como propios. Incluyendo Irak, donde muchos de sus seguidores han sido asesinados cuando presenciaban partidos de su equipo, incluyendo la final de Milán. A ellos hay que ofrecer esta Copa de Europa que ya hace imposible contar las que poseen los merengues con los dedos de las dos manos.

Los asesinados por los terroristas en las peñas iraquíes del Madrid estarán en el cielo. En el mismo cielo en el que su equipo se sienta con sus Once Copas de Europa. Seguro que descansan en paz. Va por ellos: ¡Hala Madrid!

El cielo del Real Madrid y sus seguidores iraquíes