jueves. 28.03.2024
albani

Pese a las exigencias previas impuestas por Bruselas, los albaneses han logrado ser candidatos oficiales a formar parte de la Unión Europea. Esta relativamente desconocida parte de nuestro continente, pasa definitivamente al primer plano de nuestra agenda. Consciente de que faltan avances significativos a juzgar por los déficits en el terreno sociopolítico o económico, esta sigue siendo una noticia excepcional. Aunque el país haya sido un escenario de segundo orden en la historia reciente de Europa, sobre si tenemos en cuenta los años de autarquía bajo la presidencia de Enver Hoxa, Albania vuelve a tener cierta notoriedad. Es evidente que la batalla política que se está librando entre la Unión Europea y la Unión Eurasiática, lleva a ambos bloques a cerrar definitivamente sus respectivos proyectos territoriales, pero para los occidentales supone un reto añadido. La entrada de este pequeño Estado a orillas del Adriático en nuestro campo de visión, supone toda una referencia para interpretar la realidad islámica de Europa, pues a diferencia de países como Francia o Reino Unido, el musulmán albanes no es ni un migrante ni un converso, sino un oriundo.

El llamado Tratado Constitucional europeo firmado en Roma en 2004, tuvo entre sus polémicas más destacadas la omisión explícita del cristianismo como referencia básica cultural de la UE. El conservador francés Valery Giscard d´Estaing fue el encargado de redactar un preámbulo en el que no quería incluirse ninguna referencia confesional. Pese al indiscutible protagonismo intelectual de la religión en momentos claves de nuestro pasado, el debate sobre las identidades siempre ha dejado de lado a la Europa musulmana, como señala el periodista especializado en actualidad internacional Javier Asia. Según los datos de la Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación ofrecidos en marzo de este año, el islam es el credo mayoritario practicado por un 56% de los albaneses mientras que los cristianos apenas llegan al 17%, entre católicos y ortodoxos. El resto de la población no otorga ninguna importancia al fenómeno religioso, como consecuencia de la mentalidad comunista imperante durante décadas. Es cierto que hay otros ejemplos parecidos, pero el de Albania es sin lugar a dudas el más solvente. Solo el 3% de Turquía se encuentra en Europa, al tiempo que la complejidad multiétnica de Bosnia-Herzegovina hace difícil cualquier comparación.

Al encaje de una nación musulmana en esta Europa que hace siglos olvidó su relación con el mundo arabo-andalusí, se suma el problema de la coexistencia interreligiosa. ¿Problema? En realidad no lo hay. Los albaneses conviven con este fenómeno desde que en 1054 la Iglesia Ortodoxa abandonara la obediencia romana, provocando que el norte del país permaneciera en la órbita católica al tiempo que el sur optaba por la ortodoxia oriental. El islam fue introducido como consecuencia de la invasión otomana de 1389, aunque dicha fe también queda segmentada en dos: sunismo y bektashismo (una variante sufí). Así pues no cabe mayor microcosmos religioso, aunque eso sí, dentro de una unidad étnica y nacional bien reconocible. ¿Y en la política? El actual Primer Ministro es el socialista Edi Rama, quien a su vez relevó al conservador Sali Berisha aunque no sin cierta polémica. En otras palabras, el principal partido de la oposición es el Partido Democrático de Albania, miembro observador del Partido Popular Europeo, mientras que en el gobierno encontramos al Partido Socialista de Albania, que forma parte del Partido de los Socialistas Europeos. Ello significa que los motores de su política se mueven en parámetros que nada tienen que ver con la religión, antes bien, los demócratas cristianos de Europa cuentan con observadores albano-musulmanes entre sus filas. En lo que a yihadismo se refiere y siguiendo los datos publicados en abril de 2013 por el Centro Internacional de Estudios sobre el Extremismo del King´s College de Londres, encontramos a Albania entre las naciones europeas que menos combatientes aporta a la guerra civil siria o al conflicto iraquí. Ello es debido fundamentalmente a sus coordenadas continentales, sí, pero también a que el islam es una identidad genética del país y no de una minoría con problemas de arraigo o integración.

Como decía al principio, las autoridades de Tirana tienen muchos desafíos pendientes, pero también algo que ofrecer. Cristianismo e Islam viven en paz en esta pequeña porción de Europa, mientras en el resto del mundo esa convivencia parece imposible. Podamos y debemos partir de su experiencia para afrontar los retos de convivencia que tenemos por delante, ahora que la xenofobia ha comenzado a extenderse por nuestro sistema democrático.

Albania: La otra Europa