jueves. 28.03.2024
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Charles Laughton

El obeso Charles Laughton ya tiraba de silla salvaescaleras en su película Testigo de cargo dirigida por Billy Wilder en 1958. Así, la segunda planta de su hogar no se le atragantaba y podía continuar disponiendo de ella sin necesidad de trasplantar los bártulos de su dormitorio al salón. Eso sí, el peleón personaje interpretado por Laughton se quejaba ante su enfermera al considerar que ella y su médico tramaban convertirlo en un inválido adicto a las maquinitas. Sin embargo, pronto se convence de que no hay nada más placentero y adecuado a su salud que esa providencial silla salvaescaleras y pide repetir la “hazaña” encaramado a su nueva adquisición con el pretexto de “hacerse con los mandos”. Por lo tanto, si en 1958 estas sillas ya procuraban el remedio para los achaques, ahora, con el año 2013 expirando, la panacea eléctrica resulta un bien muy perfeccionado al servicio de las personas con movilidad reducida, ya sea por accidente, enfermedad o perjuicios derivados de la edad. De modo que no hay necesidad de movilizar a un agente inmobiliario y contarle la retahíla de virtudes de nuestra amada casa para poner rumbo a otra bien llana.

De hecho, son tal las bonanzas que se desprenden de este invento que diversas CC.AA. (por desgracia, no todas) subvencionan la adquisición de estas plataformas elevadoras. Asimismo, existen seguros de salud de carácter privado que contemplan algún tipo de ayuda económica para adecuar la vivienda a estas instalaciones. Por lo tanto, no estamos solos con nuestros ahorros frente a estas coyunturas de movilidad.

Seguramente el personaje de Laughton, el letrado Sir Wilfrid Robards, no contaba con estas oportunas ayudas para sufragar su necesidad y mucho menos con toda la información para formarse una opinión al respecto como la que nos proponemos aportar en este artículo, pues sabemos que algunos lectores andan ya en la tesitura de incorporar este complemento a su escalera.

De hecho, la esperanza de vida no cesa de aumentar, según la última edición del informe Panorama de la Salud 2013 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Así, en España nos jactamos, gracias seguramente a la intervención de nuestra dieta mediterránea (algo vilipendiada por las nuevas generaciones), de ser los segundos más longevos de Europa. El primer escalón de este podio tan saludable lo ocupa Italia.

Por lo tanto, ya que disponemos una buena ración de años para hacer uso de ellas, quizás las plataformas salvaescaleras puedan hacer su agosto en nuestro país. De hecho, existe un mercado de salvaescaleras de segunda mano que ya copa los buscadores de internet. Una posibilidad que encaja muy bien en nuestro presupuesto cuando andamos escasos de perras, pero que puede redundar en problemas pues esa instalación, en caso de avería, quizás no disponga de piezas de recambio en el mercado o que ésta, al estar tan descatalogada, se cotice en demasía.

Por no mencionar el dato de que cada silla es única, pues se adapta a una escalera en particular y a las características estructurales de una vivienda. Asimismo, puede llevarnos tiempo localizar una que se adapte a lo que necesitamos. No en vano, si la escalera es curva podemos casi afirmar que con la Iglesia hemos topado, pues el grueso del coste de la obra deviene de la adecuación del raíl de la silla a ese diseño curvo y no hay dos escaleras curvas iguales. Así que, si es éste el caso, mucho mejor partir de cero y decantarnos por una nueva, así nos evitaremos acabar parodiando a un desesperado Tom Hanks en Esta casa es una ruina.

Otro dato para la balanza son las condiciones higiénicas del tapizado. Os pasamos la lista de los posibles líquidos que han podido acampar en él: bebidas, comida, pasajeros con incontinencia urinaria... Parece que ya tenemos un nuevo gasto que añadir a la cuenta que se nos antojaba tan escueta y económica.

Por suerte, Internet nos brinda un yacimiento importantísimo de información que no cesa de crecer, de modo que podéis consultar más acerca de salvaescaleras de segunda mano en este enlace donde desfilan todos los incovenientes y ventajas que se derivan de la adquisición de una instalación ya usada.

Además, apostar por una flamante silla supone atajar los sobresaltos y la inseguridad de una instalación de pasado incierto que puede esconder una conservación nefasta. Parece mucho mejor dejarnos llevar por el mar de la tranquilidad de nos procura la garantía del fabricante, ¿verdad? De hecho, los muebles vintage y de anticuario nos evocan lo añejo y encarnan auténticas obras de arte, pero los años no le sientan tan bien a los aparatos eléctricos. Así que es mejor que no nos acaben endilgando la silla salvaescaleras de Charles Laughton, pues no olvidemos que es un modelo de 1958. En suma, las plataformas salvaescaleras no envejecen con el mismo encanto que el buen vino o Sofía Loren.

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