martes. 23.04.2024
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La muralla de Trump puede ser una realidad en poco tiempo pero, sin duda, será más complicado, más caro y más dañino de lo que quiere hacer ver. Tendrá mil frentes abiertos y un mundo en contra

Sus primeros pasos en política fueron como una brisa marina que acabó por convertirse en tempestad. Los primeros mordiscos de sus palabras no coagularon la sangre de quienes creían tener en la libertad el antídoto contra su veneno. Pero cada voto depositado con su nombre fue bordando una alfombra que le conducía a la Casa Blanca. Nunca antes había estado tan cerca de ella, y a medida que algunas encuestas le erigen como Presidente, los eslóganes de Donald Trump son un fuego que se hace más intenso. Sus propuestas comienzan a tomar forma, y algunos ya huelen el hormigón de un muro en la frontera de México que pretende cerrar las puertas de una sociedad que presumía de su apertura, pero que hoy despierta al monstruo de la xenofobia en búsqueda de “hacer a América grandiosa de nuevo”. Si finalmente ganase Trump, podría parecer que este proyecto sería una realidad inminente pero, ¿hay algo que pueda impedir la construcción del muro?

Lo cierto es que la idea del muro ni es nueva ni se olvidará si Trump no sale elegido. A día de hoy ya existen 1.046 km de frontera vallados, con barreras fronterizas o con postes de acero. Su construcción se llevó a cabo durante la etapa de George W. Bush en desarrollo de la Operación Guardián, pero esta obra no podría compararse con el panorama que propone Trump con un único muro de más de 1.600 kilómetros, donde no se usarán alambradas, postes u otras medidas menos drásticas como en el actual. Como lo defendería Trump: “un muro es mejor que una valla, es mucho más poderoso, es más seguro, es más alto”. En cualquier caso, de esta experiencia anterior se aprendió que la Administración Trump podría construir el prometido muro, pero tendría que enfrentarse a impedimentos sociales, de eficacia, de financiación y medioambientales, que pondrían difíciles trabas para conseguir su objetivo.

El primer enemigo será la sociedad norteamericana, de la que sólo cuatro de cada diez apoyan la obra (67% de los republicanos y 21% de los demócratas según las agencias The Associated Press y GfK). Pero en los Estados fronterizos de ambos países, la oposición es aún más abrumadora, con un 86% de los mexicanos y un 72% de los americanos que se niegan a la construcción según el estudio del Arizona State University’s Cronkite News. Esta masa social se nutrirá de las evidencias que muestran la ineficacia de la medida, ya que más de un tercio de los inmigrantes ilegales en Estados Unidos accedieron legalmente con visado y simplemente se quedaron en el país sin autorización. De igual modo, el muro tampoco imposibilitará a los traficantes acceder a Estanos Unidos. Por las zonas en las que ya existe esta medida, se han utilizado catapultas, cañones, rampas, drones y sofisticados túneles en zonas de Tijuana y Mexicali para evadir los controles.

Pero la rentabilidad importa poco si no es el contribuyente americano quien afronta el precio. La promesa del muro de Trump viene en un paquete que incluye que el coste de 8-10.000 millones de dólares lo pagará México. Aquí vendrá uno de los principales impedimentos para su construcción, pues México se negará. Ante esto Trump cuenta con un plan de actuación basado en “retener las remesas derivadas de salarios de ilegales”, que estima en 24.000 millones de dólares anuales (lo que no dice es que la mayoría de esas remesas proceden de trabajadores mexicanos legales). No obstante, la Oficina de Responsabilidad Gubernamental de los EE.UU. ya ha señalado la imposibilidad de realizar tales seguimientos del dinero que los inmigrantes ilegales envían a México. En cualquier caso, si se anunciase la retención de las remesas, muchos mexicanos dejarían de enviarlas o se encomendarían a métodos alternativos como los Bitcoins, que ya preparan una campaña masiva de publicidad para darse a conocer entre los mexicanos. Adicionalmente, Trump contemplaría aumentar el precio de las visas temporales emitidas a mexicanos, de las tarjetas para cruzar la frontera y de los impuestos en los puertos de entrada a los EEUU desde México, pero igualmente se podría iniciar un proceso inflacionista que minase el comercio entre los países. Ciertamente, la sociedad y el equipo de Trump podrían terminar por percatarse de que si los incentivos para cruzar la frontera siguen excediendo al precio a pagar, persistirán las entradas de inmigrantes, más aún si el aislamiento de México les conduce a una recesión.

Por otro lado, y como toda obra pública, se necesitarán expropiar grandes extensiones de terrenos privados, entre ellos a tribus indígenas que viven a ambos lados de la frontera y que, como ocurrió con el muro ya construido, dificultarán la iniciación de las obras si se niegan a vender pacíficamente. Por estos mismos terrenos, conviven decenas de especies en peligro de extinción, lo que daría fuelle a los movimientos ecologistas que tratarían de impedir o modificar la idea de la construcción de un muro cerrado. El aislamiento pondría en peligro algunas especies y reduciría el intercambio genético debilitándolos ante enfermedades. Asimismo, el material elegido para la obra, hormigón, implicaría la emisión de más de diez millones de toneladas de CO2 para obtenerlo, y ahondaría en la degradación del suelo, erosión e inundaciones como la acaecida en la amurallada ciudad mexicana de Nogales en 2011. La principal arma de este colectivo serían las leyes de Política Medioambiental y la de Especies Amenazadas, pero en abril de 2008 estas leyes fueron declaradas inaplicables para construir el actual muro.

En definitiva, la muralla de Trump puede ser una realidad en poco tiempo pero, sin duda, será más complicado, más caro y más dañino de lo que quiere hacer ver. Tendrá mil frentes abiertos y un mundo en contra. No obstante, resultaría extraño que Trump no intentase cumplir al menos parte de lo prometido con un muro más pequeño o con una forma de pago indirecto a México. Pero sin duda, el mayor obstáculo que puede existir para que Trump cumpla esta propuesta es que los estadounidenses construyan con sus votos un muro el 8 de noviembre que le impida llegar a la Casa Blanca. Ellos serán quienes decidan si el camino para devolverle la grandeza a América es separarse de uno de sus mayores aliados económicos.

¿Qué podría impedir que Donald Trump construyese un muro con México?