viernes. 29.03.2024
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La decisión de la administración Obama es más que significativa en el fondo y en la forma, pero sobre todo por el momento en que se produce

Ciertamente, no es la primera vez que Estados Unidos adopta una resolución en las Naciones Unidas que contraría a Israel, pero la abstención de esta semana en el Consejo de Seguridad, que permitió la aprobación de la resolución 2334, tiene un alcance de particular importancia. La decisión de la administración Obama es más que significativa en el fondo y en la forma, pero sobre todo por el momento en que se produce.

Básicamente, la Resolución 2334 (llamada a forma parte de la historia del proceso de paz en Palestina) condena a Israel por su política de expansión de los asentamientos en los territorios ocupados en la franja occidental del río Jordán (Cisjordania) y el sector oriental de Jerusalén. La resolución invoca la Cuarta Convención de Ginebra, que prohíbe expresamente a las potencias ocupantes la anexión del territorio bajo su control, la trasferencia de población ajena o cualquier política destinada a alterar su equilibrio demográfico, que es exactamente lo que Israel lleva haciendo desde 1967.

El malestar entre los dos gobiernos adquirió dimensiones muy difíciles de manejar desde la decisión norteamericana de resolver la cuestión nuclear de Irán no por la fuerza, sino mediante un acuerdo de congelación y limitación temporal con fuertes garantías. Para Netanyahu y la derecha israelí, se trató de una auténtica traición. Pero con anterioridad, la extensión de los asentamientos judíos ya había envenenado las relaciones bilaterales.

LA COLONIZACIÓN, EL MAYOR OBSTÁCULO PARA LA PAZ

La colonización judía de Palestina no es el único, pero sí el principal obstáculo para hacer posible la fórmula que la comunidad internacional parece haber convenido en los últimos años para resolver el conflicto más intratable del último medio siglo; es decir, la solución de los dos estados: el actual Israel y Palestina. Ante la creciente deriva de las opciones políticas en Israel hacia posiciones cada vez más intransigentes, tanto en la cuestión palestina, como en otros asuntos de contenido social, ideológico y religioso, el Likud, un partido nacionalista y conservador pero tradicional, ha ido radicalizado su mensaje, para no ser desbordado por las formaciones emergentes de la ultraderecha.

Hasta tal punto se ha enrarecido el clima en Israel que el propio Netanyahu ha tenido que frenar una iniciativa legislativa para legalizar asentamientos ilegales, es decir, los que se han levantado sin el preceptivo permiso de las autoridades israelíes. Algunos analistas temen que después del voto en la ONU, el primer ministro no se conforme con represalias más o menos diplomáticas o técnicas y ceda a las presiones para una regularización general.

Lo novedoso de la resolución aprobada el 27 de diciembre es que el Consejo de Seguridad establece que no reconoce cambios en las fronteras posteriores al 4 de junio de 1967, cuando comenzó la llamada guerra de los seis días, en la que Israel ocupó territorio de Egipto, Siria y Jordania. La resolución menciona expresamente Jerusalén, lo que ha dolido especialmente a los responsables israelíes, que no han renunciado nunca a que la ciudad sea reconocida algún día, internacionalmente, como la capital eterna del pueblo judío.

Netanyahu reprocha a Obama que haya ido tan lejos, cuando en 2011 defendió, como habían hecho algunos de sus antecesores, que en las negociaciones pudiera procederse a intercambios de territorios, con un doble propósito: consolidar garantías de seguridad para Israel, pero no sin perjudicar una razonable continuidad territorial del futuro Estado palestino. Este empeño se asemeja a un puzzle endiablado que la incesante actividad colonizadora hace cada día más difícil. Es a lo que John Kerry se ha referido este miércoles cuando ha denunciado que la colonización israelí hace inviable la solución de los dos Estados.

El cruce de reproches vuelve a ser agrio entre Israel y Estados Unidos. Netanyahu ni siquiera se privó de una lacerante ironía al declarar que mientras Siria se deshace en pedazos a a la administración Obama no se le ocurre otra cosa que emprenderla con sus amigos en el Consejo de Seguridad. Más grave aún es que el primer ministro israelí haya acusado al gobierno norteamericanos saliente nada menos que de haber orquestado la resolución. Washington y algunos de los otros catorce miembros del organismo han desmentido categóricamente esta acusación.

Kerry ha replicado este miércoles a Netanyahu que a los amigos hay que hablarles con franqueza y respeto y que Israel ha estado desoyendo durante años los consejos de Estados Unidos sobre lo peligroso de sus actuaciones. El Secretario de Estado ha recordado, como era de esperar, que la actual administración norteamericana ha superado todos los récords históricos en ayuda militar a Israel y ha votado siempre en la ONU a favor de sus intereses. Pero el asunto de la colonización se ha convertido en una línea roja porque perturba muy gravemente, ha insistido Kerry, la solución de los dos estados

Esta renovada irritación tiene un cierto aire a saldo de cuentas. Obama y Netanyahu nunca se han entendido, esa es la verdad. La confianza se ha quebrado en numerosas ocasiones. El primer ministro israelí abusó de las influencias judías en Washington para inmiscuirse en la política interior norteamericana en momento muy sensibles de confrontación entre la Casa Blanca y un Congreso dominado por los republicanos.

Ahora, la administración Obama está a tres semanas de echar el cierre y muchos de los responsables de la política regional, incluido el propio Presidente, están persuadidos de que Netanyahu no ha favorecido avances en el proceso de paz, aunque también atribuyan parte del fracaso a los palestinos.

ESPERANDO A TRUMP

Por su parte, los sectores más conservadores de Israel creen que este periodo negativo está a punto de acabar. En el horizonte se avista, con alto grado de seguridad, un giro radical en la política de Washington mucho más favorable a Israel. El presidente electo norteamericano ha seleccionado como aspirante a embajador en Israel a un hombre de negocios claramente contrario a la solución de los dos estados y en absoluto contrario a la colonización, que se sepa. Incluso el nuevo líder de la minoría demócrata en el Senado ha disentido de la abstención en el Consejo de Seguridad, igual que uno de los mediadores más veteranos, el exsenador Mitchell.

En realidad, la abstención, por mucho que irrite a Israel, era la opción más prudente y moderada de las que había barajado estos últimos meses la administración Obama. Europa, con Francia a la cabeza, favorece iniciativas más rotundas para avanzar en el proceso y garantizar la viabilidad de un Estado palestino. De hecho, a mediados de enero hay programadas citas diplomáticas inmediatas que podrían arrojar novedades. Para entonces, presidirá el Consejo de Seguridad Suecia, país conocido por sus tradicionales posiciones pro-palestinas (ya ha reconocido el Estado palestino, de hecho). Trump puede inaugurar su mandato con una crisis con sus aliados europeos por el asunto de Oriente Medio. Un mal comienzo para un mandato que el mundo espera con el corazón encogido.

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