viernes. 29.03.2024
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Lo único que se me ocurre suponer es que esto es una manifestación más de la crisis por la que atraviesa la socialdemocracia europea que ha perdido sus señas de identidad para adentrarse por el camino del liberalismo económico

La propuesta del primer ministro francés, Manuel Valls, sobre la reforma laboral ha supuesto una división interna muy significativa dentro del Partido Socialista hasta el punto que la ha tenido que aprobar por decreto, ante la imposibilidad de hacerlo en el parlamento por la rebeldía de miembros del propio partido. Por si fuera poco, una vez conocida la propuesta, hace bastantes días, se generó un conflicto importante protagonizado principalmente por  estudiantes de bachiller y universitarios, aunque no solo, pues otros sectores también se han incorporado.

Un conflicto social que tiene como centro principal la Plaza de la República de París en la que se han producido cargas de la policía contra los manifestantes, habiendo habido heridos. Ha tenido lugar, además, una concentración ante la Asamblea Nacional para protestar contra la ley. La reforma laboral propugnada por el gobierno está siendo bastante contestada y cuestionada. Resulta bastante discutible que un partido socialista quiera implantar una ley de esta naturaleza, pero es más llamativo aún que lo haga contra viento y marea sin escuchar las voces de las calles, de los sindicatos, así como las procedentes de la izquierda y del propio partido.

Este hecho está haciendo descender aún más la popularidad del Presidente de la República. De repetir Hollande en las próximas elecciones presidenciales lo más seguro no solo es que no las gane sino que se pueda dar un batacazo importante, a juzgar por lo que muestran las encuestas. Las preguntas inmediatas que surgen son varias, pero fundamentalmente me interrogo sobre dos: ¿por qué persistir en esta ley que está provocando tanta oposición? ¿Por qué hacer una política económica y social que debilita a la izquierda? Las respuestas se me escapan desde luego, y sobre todo, ¿a dónde quieren ir?

Lo único que se me ocurre suponer es que esto es una manifestación más de la crisis por la que atraviesa la socialdemocracia europea que ha perdido sus señas de identidad para adentrarse por el camino del liberalismo económico. El uso de un lenguaje lleno de mitos, como la necesidad de ser competitivo en un mundo global, conduce a la toma de decisiones que favorecen aún más si cabe a los ricos y precariza las condiciones del empleo. Lo peor es que la práctica se ha desviado notablemente de las promesas electorales con las que Hollande llegó a la presidencia, precisamente en contra de las medidas neoliberales llevadas a cabo por su antecesor Sarkozy. El cambio no se ha justificado ni explicado al electorado que se encuentra perplejo ante lo que se está haciendo.

La diferencia que tiene lugar entre lo que se ha dicho y luego se hace se puede deber a motivos que habría que explicar y si por las razones que sea no se puede llevar a la práctica lo que se propuso como `promesa electoral’ ¿por qué no se dimite?¿ Qué interés puede tener seguir en la presidencia de la República y en el gobierno si se hace una política económica y social similar a la que se había criticado? A mi modo de ver no tiene sentido hacer una gestión propia de la derecha. La persistencia de hacer lo mismo que preconizan las ideas basadas en el fundamentalismo de mercado y avalar las políticas de austeridad a lo que conducen es a una derrota de la izquierda electoral y a la desmovilización de la ciudadanía.

La economía francesa crece poco, tiene un paro elevado para las tasas a las que se encuentra habituado este país y ha perdido capacidad competitiva en el mercado europeo frente a los alemanes. Se enfrenta, como sucede a todos los países desarrollados, a la competencia creciente de los países emergentes. Estos hechos muestran una realidad que no es de ahora, sino que se viene manifestando hace tiempo. Se ha agravado con la crisis y una situación de esta naturaleza ha llevado a suponer, a algunos economistas y políticos, que los problemas de Francia se deben al exceso de regulación laboral, el peso excesivo del Estado en la actividad económica, y a la generosidad del Estado del Bienestar, lo que conduce, de ser cierto este pronóstico, a tener que eliminar las trabas que impiden el crecimiento económico. Este, aun aceptando la complejidad del problema, no es el diagnóstico idóneo, por lo que se dan soluciones falsas a los problemas de gran parte de la población. De ahí la rebeldía juvenil y las contestaciones que se realizan desde muchos ámbitos de la vida social y dentro del socialismo de los que se niegan a aceptar las propuestas neoliberales.

Las contestaciones también proceden del campo académico de la economía, desde dónde se hacen proposiciones para hacer cambios en el sistema monetario internacional, implantación de la tasa Tobin, mejorar el medio ambiente y luchar contra los efectos del calentamiento del Planeta, así como también se proponen reformas en la Unión Europea y en el orden interno de los países. Pero mientras que los fundamentalistas de mercado siguen marcando la pauta de la política económica, parte de los socialistas parece que se dejan embaucar por estos cantos de sirena y justifican sus actuaciones en que hay que adaptarse a los nuevos cambios para los que no sirven las viejas recetas keynesianas. Resulta evidente que ante un mundo cambiante hay que buscar respuestas diferentes a las de otros tiempos, pero esto no conduce necesariamente a dar soluciones simples y falsas.

El despropósito del Gobierno francés