viernes. 19.04.2024
eu_migration

Parece que los periodistas están teniendo serias dificultades para usar los términos correctos al escribir sobre la tragedia del Mediterráneo que estamos presenciando. Lo primero de todo es dejar claro que no es una crisis migratoria en el sentido estricto como se empeñan en afirmar, ya que la mayoría de la gente que emprende el viaje hacia Europa son refugiados que escapan de los conflictos armados y persecución en Afganistán, Siria y Eritrea, entre otros países, como afirmaba recientemente The Independent.

Aclaremos pues los términos clave a utilizar para evitar confusiones y, sobre todo, demagogias varias. No es que hablar de movimientos migratorios sea totalmente incorrecto, pero cuando hablamos de migrantes es un término genérico usado para describir “todos los casos en los que la decisión de migrar es tomada libremente por la persona concernida por razones de conveniencia personal y sin intervención de factores externos que le obliguen a ello” (OIM). ¿Y si nos fijamos todos un pocos en el ejemplo de Al Jazeera que dejó de utilizar la palabra “migrante” para definir a la gente que está jugándose la vida para llegar Europa? Ya que estas personas vienen en su mayor parte de países en guerra o donde las violaciones de derechos humanos son habituales, en particular Somalia, Siria, Eritrea y Afganistán, como estableció el informe de 33 páginas de Human Right Watch, deberíamos usar el término específico: refugiado. Según ACNUR, durante los movimientos masivos que ocurren tras conflictos armados o violencia generalizada, no existe la capacidad de realizar entrevistas individuales por los sistemas nacionales de asilo para establecer si las personas que solicitan asilo merecen protección internacional y normalmente tampoco es necesario ya que es evidente la razón por la que están huyendo. Estos grupos son definidos como refugiados “prima facie”.

Está claro que el caso europeo es mucho más complejo y que la reducción a un solo término no es totalmente válida, al tratarse de una mezcla de solicitantes de asilo y migrantes económicos. Por lo tanto, tampoco llamemos refugiados a todos los migrantes. Muchas de las personas que arriesgan su vida para poner un pie en Europa vienen de otros países como Senegal, Nigeria, Gambia y Mali y buscan una mejora de sus oportunidades económicas o habitar en sociedades con un mayor nivel de seguridad. Aun así, es posible que se encuentren  huyendo de cualquier tipo de persecución o amenaza en su país de origen, o bien que viviesen en Libia cuando estalló el conflicto y estén huyendo de la violencia armada y en todo caso, se le deberá aplicar la ley pertinente para esclarecer las causas. Pero por ejemplo, si RTVE nos habla exclusivamente de los 600 libios rescatados el 28 de agosto en las costas italianas, no hay ningún motivo para utilizar el término migrante para referirse a todos ellos, hablando de un país en guerra, con un millón de personas afectadas por el conflicto, 250.000 solicitantes de asilo y refugiados de diversos países como Somalia. De la misma manera, si la CBS informa sobre personas procedentes de Siria intentando llegar a nuestras costas, no hay ninguna razón en particular para etiquetarlos a todos como migrantes.

Parece que tampoco se entienden bien las medidas de la Unión Europea cuando ésta habla de reasentar a los solicitantes de asilo llegados a través del Mediterráneo. Una vez más, los periódicos influyentes internacionales vuelven a mezclar churras con merinas y hablan de cuotas obligatorias de reasentamiento de inmigrantes, noticia de la cual se hicieron eco algunos periódicos nacionales. La UE está hablando de reasentar a refugiados reconocidos por los Estados miembros, y el hecho de seguir utilizando la palabra inmigrante solo lleva a generar más temor al europeo miedo sobre una supuesta aceptación obligatoria de migrantes impuesta por la UE.

Es normal que el lector interesado se encuentre confuso al echar un ojo a la prensa y su poco rigor terminológico a la hora de hablar de la “crisis migratoria del Mediterráneo”. Pero es que confundir con los términos a veces sirve para eludir responsabilidades, en particular de aquellas estipuladas por la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de Naciones Unidas de 1951 y del Protocolo de 1967 y de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 (Artículo 14.1), de las cuales los Estados de la UE son parte.

Sin embargo, Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, afirmó que una de las actividades a llevar a cabo como parte de la operación Tritón, es la de “desalentar a los inmigrantes […] sobre todo con los países  en torno a Libia”. ¿Desalentarles… de pedir asilo? ¿A personas que es probable que no se puedan acoger a la protección de su país de origen por miedo a ser perseguidas? Y es aquí donde radica toda la importancia del asunto. La Unión Europea debe tener como prioridad aumentar las vías seguras de entrada a Europa, como ya defendió la investigadora Judith Sunderland de Human Rights Watch, y no centrarse en limitar la llegada a territorio europeo. En este sentido, todos los países deberán cumplir la propuesta de la Comisión Europea para compartir el reasentamiento de 45.000 solicitantes de asilo de una manera más equitativa (que representaría, por cierto, menos de un 0,009% de la población europea y sobra decir que es ridículamente pequeño en relación a la demanda actual comunicada por ACNUR). Esperemos que España se muestre esta vez un poco más generosa, ya que en 2014 solo recibió al 0,95% de las 625.000 personas que solicitaron asilo en la UE. Y es que ya conocemos todos las trabas de la burocracia patria; en este caso es necesario tener un visado de tránsito para realizar la petición, lo cual obstaculiza significativamente el proceso.

Como dijimos al empezar el artículo, Al Jazeera dejó claro que no usaría más el término migrante por ser “deshumanizante, despectivo e incorrecto”. Estoy totalmente de acuerdo con los dos primeros, y en desacuerdo con el último. Como hemos visto, usar términos genéricos no es incorrecto, pero sí peligroso. ¿Por qué no les llamamos entonces viajeros? O mejor aún, ¿aventureros? (una mención especial aquí a Rajoy y sus legendarios “jóvenes aventureros”). La distinción semántica es un arma política evidente que genera un discurso basado en dos polos bien diferenciados: el aceptado (refugiado) y el excluido (migrantes económicos). A través de este artículo he abogado por el correcto uso de las palabras para definir una condición internacional definida por la ley y evitar la demagogia. Sin embargo, quiero que el lector tenga en mente lo peligroso del dualismo aceptado-excluido. Cuando negamos al migrante económico, al contrario que al refugiado, el derecho de crear un futuro en suelo europeo, como afirma el analista político Ernesto Emilio Manfredi, estamos negando ese derecho que tuvieron nuestros abuelos de buscar un futuro mejor en Europa central y el de nuestros hijos en desarrollarse profesionalmente en Estados Unidos o Australia. La diferencia, queridos lectores, es prácticamente inexistente.

Al igual que afirmaron los compañeros de Human Rights Watch “No hay soluciones fáciles para los terribles abusos y dificultades que obligan a las personas a abandonar sus países ni para la crueldad que afrontan en la travesía. Es un desafío complicado para la UE pero uno en el que los derechos humanos deben ser los protagonistas”.


Jaime Manzano es Licenciado en Farmacia y experto en Ayuda Humanitaria Internacional.

Aprendiendo a usar la palabra refugiado