viernes. 29.03.2024
Presa de Ataturk

La gran potencia hídrica de esta zona es Turquía, que realiza grandes regulaciones de agua. Destaca sobre todo la presa de Ataturk (que es uno de los embalses más grandes del mundo), permitiendo producir una cantidad ingente de energía hidroeléctrica, necesaria para el desarrollo industrial y agrícola. Al mismo tiempo, esta obra ha sido y es, un foco de conflicto permanente con sus vecinos, Siria e Iraq, por la disminución del caudal que implica. Estos países han movilizado alguna vez sus ejércitos en defensa de sus derechos respecto al Éufrates y el Tigris.

Podemos calificar a Turquía como un país rico en agua, muy alejado de lo que se da en el resto de países del Oriente Medio. Se calcula, que el suministro total de agua disponible pasa de los 193 km3. Esta cantidad dividida por los setenta y seis millones de turcos en 2010, nos dan unos 2.550 m3 por persona/año, por encima del nivel del estrés hídrico.

Sin embargo, su población crece muy rápidamente. Se prevé unos ochenta y dos millones de turcos, para el año 2025, lo que provoca una disminución de su disponibilidad a unos 2.400 m3/año. La mayor parte de los hidrólogos turcos calculan que el volumen real hídrico disponible es de unos 45.000 millones de m3, lo que reduce sustancialmente su uso quedando en unos 1.700 m3 por persona y año, que sigue siendo una cantidad adecuada, pero ya no tan abundante como se ha tenido anteriormente.

"El país se está urbanizando rápidamente y la expansión de la base industrial creará nuevas y adicionales necesidades de agua”

Ilter Turam (hidrólogo), afirma: “se espera que el consumo de agua subirá rápidamente en los años venideros. Esto se debe a que el gobierno turco pretende hacer una serie de programas de riego que aumentará la presión de la demanda sobre los recursos hídricos de la nación. El país se está urbanizando rápidamente y la expansión de la base industrial creará nuevas y adicionales necesidades de agua”.

La cantidad de agua de que dispondrán sirios e iraquíes, continuará menguando anualmente, debido al crecimiento de su población y a un mayor desarrollo de la zona. Las obras hidráulicas diseñadas por Turquía empeoran la situación hídrica de estos dos países. Los planes que los sirios desarrollan ponen en peligro el suministro a Iraq. Turquía es la potencia regional dominante tanto económica como militarmente, de ahí que no se haya producido enfrentamientos militares.

Ilter Turam afirma que cuando la renta per cápita llegue a los diez mil dólares anuales, Turquía necesitará toda el agua disponible, y en consecuencia, menor será la cantidad que llegará a Iraq y Siria.

El mayor consumo hídrico se debe al plan hidráulico que se está desarrollando en el sudeste de la península de Anatolia, con un conjunto de 22 embalses, con un coste previsto de 32.000 millones de dólares. Todo ello, con una red auxiliar de canales de riego, pequeñas y grandes presas que regarán unas 1.700.000 Ha. De las cuales, 1.100.000 Ha están en la cuenca del Éufrates y 600.000 Ha en la del Tigris. El proyecto afecta a unos74.000 km2 y cambiará la vida de casi cinco millones de turcos.

Se construyen en este conjunto de embalses unas diecinueve centrales hidroeléctricas que generan más de 27 millones de kw/h de electricidad, aumenta en un 40% la generación eléctrica actual de Turquía, lo que permite un mayor desarrollo económico. Siria pierde el 40% de las aguas del Éufrates con este proyecto, en un momento que su población crece fuertemente, a un ritmo del 3,5% anual. Empiezan a plantearse que no tienen agua suficiente para cubrir sus necesidades y tiene difícil la desalinización porque no es un país económicamente potente.

Los ríos Éufrates y Tigris nacen en Turquía sosteniendo que son de su soberanía todas las aguas que se originan en su territorio. Siria, que se encuentra en la mitad del recorrido aduce el principio del uso previo, e Iraq el principio de soberanía.

Todo esto se complica más con la existencia del pueblo kurdo, en cuyo territorio está el nacimiento de los dos ríos. Los kurdos llevan muchos años con una guerra de desgaste y luchando por su independencia respecto de Turquía, sostienen que esa agua es suya y no de los turcos.
Como vemos, las reclamaciones y demandas de los tres países por el tema del agua, se unen a los conflictos étnicos y a la memoria histórica de estos, haciendo que muchas de las soluciones sean incompatibles entre ellos.

Mijail Wakil, estudioso de los temas hídricos, dice: “Siria experimentará un déficit hídrico que no dejará de crecer y tendrá graves consecuencias para su desarrollo social y económico. Está gestándose en Oriente Medio una crisis de agua que crea las condiciones para que en el futuro haya conflictos”.

Se calcula, que para este año 2011, la agricultura siria necesita cada gota de agua de sus recursos hídricos disponibles, con eso solamente consiguen mantener la producción per cápita de alimentos, no quedando nada para la industria y el uso urbano, con lo que el déficit está asegurado.

El consumo conjunto de Turquía, Siria e Iraq supera el suministro total en 18.300 millones de m3 al año en el río Éufrates y los 5.000 millones de m3 anuales en el Tigris.

Se firma un acuerdo, en el año 1987, por el que Turquía acepta proporcionar constantemente 500 m3 por segundo en la frontera de Iraq, algo que de ninguna forma puede hacerse cuando el conjunto de presas esté terminado. Siria e Iraq lo firman pero siguen insistiendo en que esta cantidad dista de ser suficiente, cifrándola en 700 m3 por segundo lo que necesitan cada uno, que representa dos tercios del caudal del río.

Se acabó el embalse de Ataturk, en 1990, y hubo que llenarlo. Turquía en contra del acuerdo de 1987, para por completo los 500 m3 por segundo que ha pactado con los dos países ribereños durante un mes entero, lo que provoca protestas furiosas pero inútiles de los dos países, pues los dejó prácticamente sin agua.

El bajo caudal actual del Éufrates, agravado por su mala calidad, debido a las escorrentías cargadas de pesticidas agrícolas, contaminantes químicos y grandes dosis de sales, ha obligado en más de una ocasión a los sirios a recortar drásticamente el suministro a sus grandes ciudades, Damasco y Alepo. La capital está a menudo sin agua por la noche. Su sistema de distribución urbana llega a perder hasta el 35% del agua que transporta por falta de un mantenimiento adecuado, lo que provoca una peor calidad en sabor y en garantías sanitarias.

Iraq ante la grave situación hídrica que se vislumbra, propone que el caudal anual del río debe repartirse de la siguiente manera: Turquía debe quedarse con un tercio y los dos tercios restantes serán compartidos por Siria e Iraq.  

Siria por su parte propone que el reparto debe atenerse a una fórmula simple, donde cada país presenta sus demandas y si el total demandado por cada país sobrepasa el suministro total, se deduce una cantidad de la solicitada expresamente de cada país, en la misma proporción que hay entre éstas. Esta fórmula lleva irresistiblemente a la idea de exagerar y engañar en sus necesidades reales.

En 1990, Siria e Iraq firman un acuerdo entre ellos para compartir el Éufrates, el 52% para Iraq y el 48 % para Siria, pero el gran problema es el gasto hídrico de Turquía.

Siria se queja del comportamiento turco con los dos ríos. Los turcos hacen lo mismo con los sirios, por el uso que hacen del río Orontes. Éste nace en el Líbano, atraviesa Siria hasta llegar a la región de Hatay (Turquía), provocando fuertes disputas por sus aguas entre Siria y Turquía. Durante años, Siria logra convencer al Líbano de que no actuase sobre este río, quedando así la mayor parte de su caudal para su uso. Este río llega a todos los efectos seco cuando entra en Turquía, con un pobre caudal de 25 m3 por segundo, de un potencial de 1.200 m3/seg, siendo utilizados exclusivamente por Siria. Ha sido imposible ponerse de acuerdo sobre este río.

Turgut Ozal (fue presidente turco) ofreció el llamado “trasvase de la paz” que llevaría agua a los países sedientos del Oriente Medio, pero la idea no cuajó por las muchas dificultades políticas que entraña. Se ofreció la posibilidad de transportar agua del río Manavagt a Israel mediante las llamadas bolsas medusas de Cram.

Se piensa en el agua del río Manavagt, donde hay dos enormes lagos en la montaña, sin salida prácticamente, y sólo posible la salida del agua a través de un canal excavado en la roca. Más abajo, la ciudad del mismo nombre vierte sus aguas residuales sin depurarlas, pero hasta ese punto el agua está limpia. Corriente arriba no hay agricultura, que es un problema enorme para el agua dulce, con lo que sanitariamente es perfecta. Tahal (la agencia israelí del agua) estudió la situación turca en esta zona y declaró que es adecuada, así como la técnica de las bolsas medusa de Cram.

Israel solicita a Turquía una garantía o prueba de que se compromete a enviar agua. Turquía nunca llegó a ofrecer esa garantía.

El desarrollo del llamado “trasvase de la paz” constaría de dos ramales, que suponen unos 6.500  km de longitud, llevando más de 2.000 millones de m3 al año de los ríos turcos Cayhan y Seyham, que desembocan en el  mar Mediterráneo.

La rama occidental llevaría agua a Siria, Jordania y al oeste de Arabia Saudita, para llegar a Yeddah y La Meca. El ramal oriental serviría a Kuwait, al este de Arabia Saudita, Bahréin, Qatar, los emiratos y Omán. Las conducciones estarán enterradas a dos metros bajo el suelo y atravesarán los desniveles montañosos por medio de túneles especiales. Se calcula que se tardaría unos quince años en construirlo y su coste ronda los 20.000 millones de dólares a precios de 1998.

Como vemos, la situación hídrica de la zona es muy preocupante y con una tendencia a agravarse debido al mayor consumo que se produce por el aumento del desarrollo económico de la zona y a la fuerte explosión demográfica. Las soluciones son complicadas, porque además de los déficit hídricos entran a jugar grandes diferencias políticas, diferentes modelos económicos, problemas étnicos etc. Podemos concluir que esta zona seguirá siendo muy conflictiva y el agua será uno de sus factores fundamentales.

EL PROYECTO ILISU

El gobierno turco y varias constructoras con ayuda de empresas e instituciones europeas, promueven la construcción de la presa de Ilisu, que provocará el desplazamiento forzoso de casi el 80% de los habitantes de Hasankeyf y de otros doscientos municipios del valle del Tigris.

La presa de Ilisu será la segunda más grande de Turquía con una superficie de embalse de 313 km2, con un dique de 135 metros de altura y una capacidad de producción eléctrica de 3.800 Gw por hora. La construcción de la presa de Ilisu fue abandonada hace cinco años por la empresa inglesa Balfour Beatty ante la campaña internacional lanzada para preservar los tesoros de estas tierras.

Hasankeyf posee un gran potencial turístico con enormes recursos paisajísticos y monumentales, pero debido al retraso económico ha perdido en los últimos cuarenta años el 50% de su población. Además de la pobreza de la zona se ha unido la llamada limpieza étnica pues estamos en territorio kurdo.

Ante la reanudación de las obras de la presa ha surgido en Turquía la llamada Iniciativa para mantener vivo Hasankeyf, que reúne un amplio frente de organizaciones que rechazan semejante obra. Para la arqueóloga irlandesa Raggie Ronayne considera que la construcción de la presa de Ilisu es un arma de destrucción cultural masiva

Existen críticas ante el expolio cultural que supondrá anegar el valle del Tigris, en Hasankeyf en la Alta Mesopotamia que cuenta con más de doce mil años de historia y posee una valiosa riqueza monumental asiria, hitita, romana, bizantina y musulmana. En 1987 este municipio fue declarado Bien de Interés Cultural por el Alto Comisionado Turco.

Las organizaciones kurdas ya han expresado su oposición al proyecto. Por su parte tanto Siria como Iraq, que reciben el caudal del río Tigris desde Turquía se verán nuevamente afectados en su abastecimiento de agua y en sus derechos de explotación fluvial para la producción eléctrica, por lo que muy probablemente se repetirán las disputas ya sufridas anteriormente con el río Éufrates y la construcción del embalse de Ataturk.

Turquía: agua y nacionalismo