viernes. 26.04.2024
cop20

Del 1 al 12 de diciembre, se celebra en Lima (Perú) la 20ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Una cita determinante, como todas desde aquella Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro de 1992, de la que derivaron la primera Conferencia, en Berlín tres años después, pasando por el fiasco de la número quince celebrada en Copenhague, hasta esta de Lima.

Esta COP se proyecta además como la que ha de sentar bases de cara a París, ciudad que albergará la cumbre el año próximo y donde el Protocolo de Kyoto será reemplazado por otro acuerdo que confiamos siga siendo vinculante y esperemos que más ambiciosa pasando el tiempo y siguen aumentando los niveles de gases de efecto invernadero, los cuales darán al traste con el clima y traerán consecuencias funestas para la vida en el Planeta tal y como la conocemos.

De hecho hemos superado los niveles conocidos de concentración de CO2 en la atmósfera, sin precedentes desde hace por lo menos 800.000 años. Y según los expertos, con las actuales políticas las temperaturas medias globales de la superficie de la Tierra podrían aumentar al menos 4°C en el 2100.

Para comprender la magnitud del reto tenemos que atender las recomendaciones científicas recogidas en el Quinto Informe de Evaluación del grupo internacional de expertos de cambio climático (IPCC), que nos dicen que: “Para tener buenas posibilidades de permanecer por debajo de los 2ºC hay que reducir las emisiones entre un 40 y un 70% a nivel mundial entre 2010 y 2050, y disminuirlas hasta un nivel nulo o negativo en 2100”.

En este contexto, el movimiento sindical se sitúa claramente entre los actores que reclaman ambición climática. Un año más, participan en la cumbre más de 100 sindicalistas procedentes de unos 50 sindicatos de todo el mundo, entre los que se encuentra Comisiones Obreras, como parte de la delegación de la CSI (Confederación Sindical Internacional).

No hay empleo en un planeta muerto es el eslogan que ha adquirido preponderancia y se ha asentado en el mundo sindical y del trabajo. Un lema que va de la mano con el ya asumido de la transición justa hacia otro modelo de desarrollo donde los trabajadores y trabajadoras no se conviertan en los mayores damnificados por las decisiones políticas a adoptar.

El mundo del trabajo va a afrontar cambios sustanciales que van a conllevar alteraciones en patrones de crecimiento, modificación y adaptación de determinados sectores productivos y también giros en nuestros hábitos de consumo. Pero, ojo, estos  cambios deben estar alejados de la codicia del sistema económico y financiero y de algunos empresarios y multinacionales sin escrúpulos que pretenden que la tónica general sea la desregulación de las condiciones laborales, perpetrar el trabajo infantil, la economía informal, la negación de que los trabajadores y trabajadoras puedan organizarse y tener representación sindical y que el capital viva a sus anchas libre de reglas y controles.

Los sindicatos se encuentran en la encrucijada de cómo unir la defensa del empleo existente sin quebrantos para la gente trabajadora y como alentar nuevos modelos y yacimientos de empleo que vayan en consonancia con un nuevo paradigma económico, social y ambiental, respetuoso con el planeta y sostenible para un nuevo bienestar social. Y esto no es fácil, pero no podemos rehuir el reto, pues si lo hiciéramos la realidad se nos llevaría por delante cual tsunami.

La delegación sindical internacional también reclama en Lima:

Un régimen global que apoye un objetivo de adaptación global adecuadamente financiado, destinado a asegurar que los ciudadanos sean resilientes al impacto climático gracias a una acción coordinada con políticas de infraestructura sostenible, protección social y reducción de riesgos frente a desastres naturales.

Que los países desarrollados, de acuerdo con los compromisos asumidos, movilicen la financiación necesaria para hacer frente a los impactos del cambio climático y ayudar a los países en desarrollo a encaminarse hacia vías de desarrollo más bajas en emisiones. Se debe garantizar la contribución de cómo mínimo 100.000 millones de $ de origen público, y adicionales a la ayuda oficial a la cooperación al desarrollo.

Que todas las partes redoblen esfuerzos para incrementar el intercambio global de tecnologías limpias y sostenibles, ya apoyar así el desarrollo de alternativas a las convencionales.

El nuevo acuerdo, en definitiva, tendrá que proveer claridad sobre los objetivos de reducción de emisiones y los objetivos de incremento de la temperatura global en 2ºC, la adaptación, el apoyo (financiero, tecnológico y humano), reforzar su compromiso con la Transición Justa y desarrollar unos sólidos mecanismos para su verificación, cumplimiento y revisión.

Hacer frente a una enorme crisis ambiental, pero también social, económica y muy importante, de valores, es el gran reto al que nos enfrentamos no solo la gente trabajadora y los sindicatos, sino el conjunto de esta sociedad globalizada.


Por Francis Cabezos | Responsable de Salud Laboral y Medio Ambiente de FSC-CCOO.

La COP20 sobre cambio climático inicia su andadura