viernes. 29.03.2024
cibeles

El próximo 16 de diciembre un juzgado dilucidará si unas bragas pueden costar diez mil euros, o si por tratarse de prenda tan diminuta su cantidad debería ir acorde a su tamaño, aunque en esto de bragas, la moda, caprichosa como la fortuna, no suele ser proporcional, y a veces cuanto más minúscula, más deja ver subiendo su cotización.

Lo que les voy a contar es un botón de muestra de la degeneración de las instituciones, donde además de políticos entregados al despilfarro, obras suntuosas y gastos inútiles, crecen, cual setas en otoño, asesores entregados a atesorar y tejer redes corruptas como la Gürtel, Brugal, Púnica, o Guateque, de las que doy cuenta en uno de mis libros. No. No voy a hablar de lo que de sobra es conocido, sino de la persecución que ha habido a empleados públicos para quitarlos del medio y colocar a sus amigos, o simplemente porque se niegan a mirar hacia otro lado ante los chanchullos de concejales, directores, jefes, jefecillos y demás fauna del partido gobernante, en su mayoría con menos preparación que los perseguidos. Es la mala política que ha arruinado al Ayuntamiento de Madrid y al país entero, como revelo en las 800 páginas de “Madrid, Corte y Recorte”. Pero no voy a hablar de esos chanchullos, sino de bragas, y no de una cualquiera, sino de un ejemplar de diez mil euros. ¡Diez mil unas bragas! Sí, señor, 10.000 eurazos, y no es tanto, lo que cobraba cualquier asesor o directivo al mes, de cuantos pululaban por los pasillos del edificio inteligente de un Palacio de Comunicaciones que dejaba incomunicados a los periodistas. Y es que en tiempos del ínclito Gallardón o de la señora Botella todo en el Ayuntamiento de Madrid estaba por las nubes, hasta las bragas. De ellas voy a dar cuenta al lector porque no solamente se negociaban los asuntos laborales a golpe de “decretazo”, sino con otras artimañas para dividir a los empleados y vencerlos. He aquí una de las razones del mal ambiente creado entre los trabajadores municipales, y en toda administración en general, donde a menudo se da el caso de que son más los directivos que los “curritos”. De esa política he sido testigo, y pensé que lo había visto todo, pero he aquí que no, que luego esas malas relaciones laborales promovidas desde el poder han degenerado hasta el punto que describe en sus denuncias mi ex compañera periodista, Alejandra Acosta. El “asunto bragas” y la situación kafkiana vivida durante más de una década en el Gabinete de Prensa del Ayuntamiento de Madrid no lo menciono exhaustivamente en el libro, aunque algo vislumbré y descubrí en otros departamentos.

Degeneración democrática municipal

En el volumen de casi un millar de páginas, expongo la degradación que desde el año 1986 en que murió (en enero hará 30 años) el mejor alcalde, Enrique Tierno Galván, ha venido sufriendo el mayor Ayuntamiento de España en manos de la derecha más rancia y obsoleta de Europa, degradación que desde el centro peninsular se ha ido extendiendo a los cuatro puntos cardinales.

Podría seguir diciendo que escribo esto para “hablar de mi libro”, como dijo el otro, pero no; mi objetivo, ante las informaciones municipales que todavía me siguen llegando, es solidarizarme con varias periodistas que han sufrido persecución y agresiones, cuyas consecuencias comienzan a analizar los tribunales a partir del día 16, con sanciones de 10.000 euros por “bragas”. Y a la par, invitar a la reflexión sobre la forma de actuar de quienes se saben gestionando una administración por cuatro años, a sabiendas de que hagan lo que hagan, cuando sus errores deban sufrir alguna consecuencia, ya no formarán parte de dicha institución, o andarán tan lejos, que “vete a buscarles”, y se irán de rositas, dejando el marrón a los que vengan detrás. Los errores, sean de la índole que sean, deben tener sus consecuencias, políticas, civiles y penales, aunque hayan dejado el cargo quienes los cometieron. De este modo, si la sentencia es condenatoria, deberían asumir sus penas personalmente, en su defecto, el partido, y no escudarse en la institución (por ejemplo, a la hora de pagar una indemnización por despido improcedente, o por tiempo desde la sentencia hasta su readmisión, pongo por caso, como acaba de ocurrir en la Comunidad de Castilla-La Mancha con los 400 funcionarios que despidió la Sra. Cospedal). Si el susodicho no puede, que lo haga el partido.

Esta intención de reforma de la administración no la he visto plasmada en ninguno de los programas electorales de ningún partido, aunque Podemos apunta algo, pero debiera especificar más. Se acabarían casos como el sucedido en el Ayuntamiento de Madrid, que por una expresión se ha montado todo un tinglado que ha obligado a actuar a la Justicia. Y es que el hecho no solamente iba de bragas, sino que tras de sí traía todo un comportamiento cuyas características voy a recordar: Se trataba de organizar de manera adecuada y efectiva un gabinete de Prensa que iba perdiendo su función de relación con los medios y a cuyos redactores se trataba de presionar para “montar gabinetes paralelos” de mayor coste para el contribuyente y con mayores sueldos. Algunos de sus miembros, mujeres, se mostraron disconformes con dichas actitudes prepotentes, y sobre ellas recayó la ira de los dirigentes. En medio de todo, por una parte, la acusación por el motivo más nimio, el insulto, o la incoación de expediente cuando no la agresión, y por otro lado, las prebendas y privilegios a quienes apoyaran las decisiones “de arriba”. Era la manera de actuar de los militantes de un partido y sus acólitos, partido que ahora promete que va a regenerar la democracia y las instituciones. No sé cómo, si hasta ahora han hecho lo contrario. Quizá imploren a la Virgen del Rocío y venga en su ayuda como con el desempleo.

Con las bragas en la mano

El próximo 16 de diciembre se celebrará la vista del juicio contra el expediente disciplinario que la ex alcaldesa Ana Botella, abrió a una periodista del gabinete de prensa municipal (cuyo nombre preferimos evitar), por hacer una crítica a la regulación de horario del servicio, gestionada y concluida, por ignorancia o con mala intención, para perjudicar al equipo municipal de redactores. En concreto, acusan a la redactora de haber dicho “hemos negociado el horario con las bragas en la mano”. Hacer alusión a lo que el diccionario define como “una prenda interior femenina, de tejido suave, que cubre desde la cintura hasta la ingle con dos aberturas por donde pasan las piernas”, le ha costado a esta periodista nada menos que diez mil euros y una semana sin empleo y sueldo. En realidad, el expediente no es otra cosa que una represalia contra la sancionada por haber denunciado ante la inspección del propio Ayuntamiento las ilegalidades, vulneración de derechos, maltrato y acoso laboral al que algunos eventuales del equipo de Alberto Ruiz-Gallardón y Ana Botella sometieron a los trabajadores de Prensa durante más de diez años. Afirma una de las compañeras de la sancionada que cuando se dirigía a su comparecencia como testigo durante la tramitación del expediente, entró en un bar y echando un vistazo al periódico se encontró con una entrevista al actor Juan Diego en la que éste afirmaba “La vieja Europa se ha bajado las bragas”. ¡Eureka! Encantada con su hallazgo, recortó la hoja y fue a su cita con el inspector, nombrado por el equipo denunciante del ayuntamiento, “juez y parte”, cuyo dictamen nunca irá en contra de los de “arriba”. No sabía muy bien qué les parecía mal de dicha frase, que resaltaba con énfasis dicho inspector, cual si de la inquisición se tratara juzgando a una bruja, si la crítica a las formas de negociar imponiendo, enmarcada en el derecho a la libertad de expresión de cualquier trabajador que se siente perjudicado, o bien si el delito era consustancial al término “bragas”, que por cierto, también significa “calzón de hombre”. Su defensa consistió en intentar hacer ver al instructor, sobre el que había recaído el marrón del expediente, que tal expresión es una frase hecha para indicar que, efectivamente, no habían sabido negociar, o lo que es lo mismo, que se “la habían metido doblada”, y le entregó la página de la entrevista con Juan Diego para que comprobara el uso extendido y popular del dicho. También puso de manifiesto que el refrán en cuestión es similar “A calzón quitado”, y que si “calzón” no es ofensivo, “bragas”, tampoco. No sirvió de nada. La periodista acusada y acosada no se libró de la sanción. En realidad, el expediente fue una represalia contra la redactora por denunciar el acoso de los ‘palmeros’ de Gallardón y Botella hacia algunas periodistas, todas mujeres por cierto.

Uno piensa que ante personajes de tal calibre como los responsables municipales, con títulos no sólo académicos sino de marquesados y faraónicos -puesto así en labios de la secretaria general de los populares de Madrid, Sra. Aguirre, y las demostraciones de su buena educación en su lenguaraz oratoria- tales expresiones en boca de una chica dedicada a redactar textos, sonarían a pactos con el diablo en orgías sexuales con machos cabríos (por las bragas, digo). En tal caso uno no llega a explicarse cómo aplican una vara para una frase en boca de una “curranta”, y otra distinta cuando sale de labios de un “asesor”, cuyo buen ejemplo se le supone, como el valor al militar.

Según este dispar criterio, el informe de la inspección por la “denuncia de acoso” valoró que expresiones como “dejáis las sillas muy calientes”, “no hacéis nada”, “me pones cachondo cuando te enfadas” o “porque no me sale de los cojones”, pronunciadas por los educados “asesores agresores”, no son más -apuntó el susodicho inspector, restando importancia a la cosa-, que “una relajación del lenguaje”, o “expresiones utilizadas por unos y otros en momentos de tensión, frecuentes en la profesión periodística, o de relajación festiva”.

No sólo de frases bien dichas vive el hombre, y la mujer (para que no me achaquen la típica estupidez de lenguaje “machista”), sino sobre todo el hombre, que en su caso, a modo de macho cabrío, las acompañó del tirón de pelos que sufrió otra periodista a manos del jefe de prensa de la ahora delegada del Gobierno, Concepción Dancausa. ¿Una caricia... de la Edad de Piedra? Sin más, lo pasaron por alto en su denuncia; ni se molestaron en investigarlo. Así, tan panchos, dieron carpetazo al asunto, obligando a las agredidas de palabra y de obra a recurrir a los tribunales. Bonita forma de regenerar la administración pública. Quien manda, manda. A tenor de lo visto, puede decir lo que quiera y lo que le salga de “sus partes”, en un alarde de machismo ante indefensas féminas a las que manda y ordena.

A propósito de poder y lenguaje: aprovechen la ocasión, sean o no redactores, asesores, machistas o feministas, para escuchar en los Teatros Luchana de Madrid el monólogo de Juan Diego, “La lengua madre”, escrito por Juan José Millás.

Bragas de diez mil euros