sábado. 20.04.2024

BALTASAR-CARLOS@Montagut5 | El 9 de octubre de 1646, faltándole unos días para cumplir los diecisiete años, moría el heredero de la Monarquía Hispánica, el príncipe Baltasar Carlos de Austria, hijo del rey Felipe IV y de Isabel de Borbón, fallecida justo un año antes. Baltasar Carlos es muy conocido del público en general por el retrato que Velázquez le pintó montado a caballo, y que se conserva en el Museo del Prado.

Baltasar Carlos nació el 17 de octubre de 1629. Fue bautizado el 4 de noviembre de dicho año en la Parroquia de San Juan en Madrid. Tuvo como padrinos al infante don Carlos, su tío, y la infanta doña María, futura reina de Hungría, también tía del niño. Se da la circunstancia que el pequeño fue conducido por doña Inés de Zúñiga y Velasco, la esposa del valido Olivares. La condesa-duquesa de Olivares, a la sazón camera mayor de la reina Isabel de Borbón, ejerció como aya del príncipe. No podía ser de otra manera en una corte dominada por Olivares. El valido no dejaba ningún resorte sin controlar y la educación del futuro rey no era una cuestión baladí, algo característico del sistema de redes clientelares en el poder en este momento histórico.

El 7 de marzo de 1632 juró ante las Cortes de Castilla como heredero de esta Corona en una ceremonia que tuvo lugar en San Jerónimo del Real de Madrid.

Como futuro rey había que concretar su futura boda dentro de los parámetros diplomáticos propios del Antiguo Régimen. Fue elegida la archiduquesa Mariana de Austria, hija del emperador Fernando III y de su tía la infanta María Ana de Austria, es decir, su prima hermana. Los Austrias españoles y vieneses han sido un ejemplo histórico evidente de las relaciones endogámicas en la realeza, con las consecuencias que eso trajo a la rama española, y que llegarían al paroxismo a partir de la muerte de nuestro protagonista en este artículo.

El príncipe Baltasar Carlos debía ser jurado también como heredero por las instituciones de la Corona de Aragón, especialmente en un momento complicado por la revuelta de los catalanes en 1640. Felipe IV decidió que sería jurado como heredero en Zaragoza. Aquel acto ocurrió el 20 de agosto de 1645. El 13 de noviembre sería jurado heredero por las Cortes de Valencia.

Faltaba el juramento en Navarra. Felipe IV y el príncipe se trasladaron a Pamplona y, reconocidos los fueros del reino de Navarra, se celebró su juramento en una ceremonia que tuvo lugar el 3 de mayo de 1646.

A principios del mes de octubre la familia real se encontraba en Zaragoza. El día 5 tuvo lugar una ceremonia de vísperas en memoria de la reina Isabel por el primer aniversario de su fallecimiento. En ese momento el príncipe cayó enfermo con viruela. A las nueve de la noche del día 9 fallecía en la capital aragonesa. Sus restos mortales serían trasladados a El Escorial.

La muerte del príncipe Baltasar es un hecho importante en la Historia del siglo XVII porque la Monarquía Hispánica se quedó sin heredero. Esta circunstancia es clave en las Monarquías del Antiguo Régimen, provocando crisis que deben ser resueltas por la pervivencia de las dinastías. El rey Felipe IV recibió un duro golpe porque se le estaban acumulando las desgracias familiares. El año anterior había perdido a su esposa, por la que sentía una evidente inclinación. Pero su hermano, el famoso cardenal-infante don Fernando, también había fallecido, un príncipe muy dotado como militar. Había que buscar un heredero, y el monarca decidió casarse con la prometida de su hijo, que era su sobrina, Mariana de Austria. La archiduquesa era una adolescente de doce años. En el mes de enero de 1647 se publicó un decreto donde se establecía la resolución real del matrimonio, que se celebró el 7 de octubre de 1649 en la localidad de Navalcarnero. De este matrimonio nacería el príncipe Carlos, el futuro Carlos II, el último de los reyes de la dinastía de los Austrias, incapaz de engendrar un heredero, generando una profunda crisis que desembocaría en la Guerra de Sucesión Española entre 1701 y 1714, por la negativa de las principales potencias europeas a la entronización del duque de Anjou, nieto del rey Sol, y que había sido designado como sucesor por Carlos II.

Esta consecuencia y la comparación entre un personaje y otro, entre Baltasar Carlos y Carlos II, ha hecho que la historiografía haya valorado, por un lado, la importancia del fallecimiento del primero, y por otro, la supuesta desgracia o mala suerte para la Monarquía Hispánica de no haber podido contar con un rey en teoría mucho más dotado en todos los aspectos. Pero conviene tener en cuenta que, aunque estamos hablando de un sistema político donde es importante la cabeza del mismo, por ser origen y fuente de todo el poder, la decadencia de la Monarquía Hispánica obedece a profundas causas económicas, sociales, religiosas o de mentalidades, así como, de política internacional.

La muerte de Baltasar Carlos