jueves. 28.03.2024

BALFOURLa Declaración Balfour, publicada el día 2 de noviembre de 1917, supone un hecho capital en la Historia del Próximo Oriente, ya que se trató del apoyo de una gran potencia, con responsabilidades en la zona, para la creación de un hogar nacional judío en Palestina y, por lo tanto, el primer capítulo en la Historia de la creación del Estado de Israel. Se presentó como una carta del Secretario del Foreign Office, Arthur James Balfour, dirigida al barón Rothschild, líder de la comunidad judía británica.

La historia de la creación de un Estado judío comenzó con el surgimiento del sionismo en el siglo XIX. Se trataba de un movimiento ideológico y político que proponía un nexo de unión entre el pueblo judío disperso por el mundo y Sión, el símbolo de unión de este pueblo, ya que era el nombre de la fortaleza que defendía Jerusalén. En cierta medida, el sionismo incorporaba muchos aspectos del nacionalismo, ideología que estaba en pleno auge en Occidente en ese momento. El sionismo fue fundado por el ciudadano judío nacido en Budapest, T. Herzl (1860-1904). Sus ideas se recogieron con su obra fundamental, El Estado Judío, publicada en 1895. En 1897 fundó el diario “Die Welt”. Reunió en Basilea el primer Congreso Sionista en ese mismo año, donde nació la Organización Sionista Internacional. También creó la Banca Nacional Judía y el Fondo Nacional Judío para la compra de tierras en Palestina.

Herzl pensaba que los judíos asimilados debían luchar contra dicha asimilación porque consideraba que la emancipación, defendida por la Revolución Francesa había conseguido todo lo contrario, es decir, había desarrollado el antisemitismo, llegando al paroxismo en Europa Occidental con el famoso caso Dreyfus, ya mencionado, y que sirvió como argumento para fundamentar sus ideas. Pero, en principio, las ideas de Herzl no fueron muy bien aceptadas entre los judíos liberales y asimilacionistas. A pesar de eso, Herzl era tenaz y muy activo. El antisemitismo se convirtió en el incentivo del sionismo en su defensa de que los judíos debían vivir separados del resto del mundo en un territorio que les perteneciera. Dicho territorio debía ser Palestina. Herzl intentó obtener de los países europeos con intereses coloniales o imperiales en la zona una carta de colonización internacional. En su afán no dudó en buscar el apoyo de gobiernos abiertamente antisemitas como Rusia o Alemania. El propio Herzl consideró que las potencias o gobiernos antisemitas podían ser los grandes aliados del sionismo. En 1898 realizó gestiones con el propio káiser Guillermo II para proponerle que se creara en Palestina un Estado judío bajo la protección alemana. En 1903 buscó el apoyo de Plehve, el ministro ruso del Interior e instigador de un terrible pogromo en Kichinev. Dos años antes, había recurrido al sultán del Imperio Turco con el mismo propósito. Las tres gestiones fracasaron, por lo que Herzl optó por una alternativa. En vez de buscar el Estado judío en Palestina pensó en crear un hogar judío en otros lugares: Chipre, Argentina, Uganda, etc.. Tampoco tuvo éxito la alternativa, y regresó a la vieja idea de Palestina pero desde otra perspectiva. Había que fomentar una empresa de colonización territorial al estilo de las que se habían realizado por algunas potencias coloniales europeas. La muerte de Herzl en el año 1904 debilitó el movimiento sionista por un tiempo.

Al comenzar la Gran Guerra la Organización Sionista Mundial tenía su sede en Berlín. Entre muchos sionistas había una clara germanofilia, especialmente por la política contraria a los judíos del zarismo, que había fomentado el odio y, cuando menos, no reprimido los pogromos sangrientos. Además, se pensaba que Alemania podía presionar a los turcos para crear el hogar nacional judío en Palestina, ya que estaba bajo su jurisdicción. En los momentos previos a la guerra los sionistas habían ya solicitado permisos a Estambul para instalar colonos en Palestina, generando un intenso debate en el seno del parlamento otomano en 1912.

Pero también es cierto que otro sector sionista, residente en Gran Bretaña, estaba presionando al gobierno de Londres para conseguir el ansiado hogar nacional. Los británicos comenzaron a considerar que el apoyo judío en la guerra no debía ser desdeñado. Pensaban que los judíos constituían una comunidad con muchas conexiones y alianzas que sobrepasaban las fronteras. Los propios sionistas fomentaron esta idea en las negociaciones, argumentando que una postura favorable a su principal objetivo ganaría para la causa aliada a los judíos del mundo, y especialmente a los judíos norteamericanos que podrían presionar para que Wilson entrara en la guerra.

Por su parte, los sionistas franceses jugaban también en París sus bazas. En realidad, fue el gobierno francés el primero que manifestó públicamente sus simpatías por la causa judía en la Declaración Cambon de 4 de junio de 1917, en relación con el deseo de establecer una comunidad en Palestina bajo protección de los aliados. Este hecho animó al gobierno británico a dar su propia declaración. Además, en ese momento el general Allenby con las tropas de la rebelión árabe estaba a punto de ocupar Palestina.

Pero tomar una decisión a favor del establecimiento de un hogar nacional judío en Palestina generaba un problema. Vulneraría lo pactado con Francia en el Acuerdo Sykes-Picot sobre esta zona, que debía estar sujeta a una administración internacional. Pero los británicos, a través del apoyo que brindaban a los judíos, podían convertir Palestina en un dominio propio cuando fuese conquistada. Ese argumento pesó, evidentemente, a la hora de dar el paso.

Así pues, la diplomacia británica se puso en marcha y se hicieron varias redacciones o borradores, terminando por aprobarse un texto reducido y rebajado, ya que no había unanimidad en el gobierno inglés, porque algunos miembros pensaban que apoyar la idea de que Palestina iba a ser la patria de los judíos podía alentar el antisemitismo. El día 31 de octubre se aprobó el texto, que fue conocido por los norteamericanos, y se envió el día 2 de noviembre a su destinatario, fecha oficial de la Declaración.

El texto era el siguiente:

“Estimado Lord Rothschild:

Tengo el placer de dirigirle, en nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones de los judíos sionistas, que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por él. «El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro país".

Le quedaré agradecido si pudiera poner esta declaración en conocimiento de la Federación Sionista.

Sinceramente suyo,

Arthur James Balfour”

La Declaración generó, lógicamente, inquietud entre los árabes. En enero de 1918 David George Hogarth, uno de los responsables del Arabia Office de El Cairo, tuvo que desplazarse a Yedda para aclarar al jerife Husayn que la Declaración no vulneraría los derechos y libertades de la población árabe.

La Declaración que creó gran malestar en el mundo árabe