viernes. 29.03.2024
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En 1840 comenzó a ponerse en práctica un plan de trazado de carreteras. Se calcula que en ese año había unos 9.000 kilómetros de carreteras

@Montagut5 | España se encontraba en el siglo XIX en una evidente desventaja respecto a otros países en relación con las condiciones del transporte terrestre por las peculiaridades de la geografía peninsular, una dificultad añadida para su desarrollo económico y que hizo que, durante mucho tiempo, el país estuviera constituido por mercados aislados entre sí. Los condicionamientos geográficos poco favorables tenían que ver con una elevada Meseta Central, rodeada de cadenas montañosas con escasos puertos naturales que dificultaban las comunicaciones entre el centro y la periferia. Además había importantes cadenas internas, como el Sistema Central.

En tiempos del despotismo ilustrado se realizó el primer esfuerzo modernizador en materia de infraestructuras viarias. En el reinado de Carlos III se proyectó y se mandó construir gran parte de los denominados Caminos reales, que unían Madrid con Irún, La Jonquera, Valencia, Andalucía, Extremadura y Galicia, es decir, la base de las futuras carreteras nacionales, y desde una óptica claramente radial. La capital era el centro de la red viaria. La Guerra de la Independencia destruyó muchos puentes y dejó arruinados muchos caminos. La Guerra carlista no ayudó, precisamente, a mejorar la situación viaria. En el reinado de Fernando VII y parte de la época de las Regencias de Isabel II casi todo el presupuesto nacional anual en esta materia se iba en intentar reparar los daños causados por los conflictos bélicos.

El Estado liberal era consciente de que había que intentar superar los condicionamientos geográficos y mejorar sustancialmente lo emprendido a finales del Antiguo Régimen si se quería articular un verdadero mercado nacional. No bastaba con legislar para terminar con las aduanas interiores, había que invertir en infraestructuras. La red viaria española no llegaba ni a la décima parte de la francesa, siendo este país no muchísimo mayor que España. Así pues, en 1840 comenzó a ponerse en la práctica un plan de trazado de carreteras, que permitió una clara mejoría de la red viaria pero fue insuficiente. Se calcula que en ese año había unos 9.000 kilómetros de carreteras. Quince años después se habían superado los 16.000 kilómetros, aumentándose a 36.000 a finales de siglo, aunque la cifra debía ser mayor porque también las Diputaciones provinciales se empeñaron a abrir carreteras, por lo que se podría haber llegado a los 40.000 kilómetros totales. Conviene señalar que de ese total final, solamente 16.000 era de primer o segundo orden. Por otro lado, es importante destacar que en España se fueron construyendo puentes de hierro y, a finales del siglo, apareció el hormigón armado, un material de construcción revolucionario para las infraestructuras.

Los medios de transporte terrestre tradicionales eran los carruajes y las caballerías. Los primeros solamente podían transitar por las carreteras o “caminos de ruedas”, mientras que para desplazarse por los “caminos de herradura” solamente se podían emplear las caballerías. A medida que se mejoraron las infraestructuras a partir de 1840 se pudieron ir generalizando los carruajes, que además fueron ganando en calidad, tanto por su velocidad como por su comodidad. De ese modo, la duración de los viajes pudo disminuir. Si en tiempos de Carlos III se tardaba de Madrid a Barcelona unos catorce días, aproximadamente, es decir, unas 340 horas, a mediados del siglo XIX se había reducido a 70-80 horas, dependiendo del carruaje.

A comienzos del siglo XIX no había un servicio regular de transporte terrestre, si exceptuamos el servicio de postas entre Madrid y Cádiz, que se realizaba en coche, y el servicio de galera entre la capital y Bilbao. En 1816 apareció la diligencia, que se generalizó para el transporte de viajeros, creándose muchas líneas y que llegaron a relacionarse con el ferrocarril.

Las carreteras en la España liberal