viernes. 29.03.2024
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Es significativo que la segunda fuerza política en votos en Galicia sea más la expresión de un movimiento sin la consolidación de un proyecto político articulado, claro y único, que una alternativa estructurada y rotunda, capaz de aglutinar a sus votantes y seguidores en un eje claro de proyecto de país

Tras la construcción de un edificio viene el periodo de asentamiento. Los resultados electorales del 20D en Galicia está generando en los ámbitos políticos gallegos ciertos movimientos y hasta desasosiegos. En otro capítulo analizaremos los movimientos organizativos del PP, pero se ha puesto en primer plano el fenómeno revelación de las Mareas, tanto desde el punto de vista de su cristalización política como desde su aún no definida estrategia para abordar las elecciones autonómicas que ya aparecen en el horizonte.

Es significativo que la segunda fuerza política en votos en Galicia sea más la expresión de un movimiento sin la consolidación de un proyecto político articulado, claro y único, que una alternativa estructurada y rotunda, capaz de aglutinar a sus votantes y seguidores en un eje claro de proyecto de país, y de respuestas unificadas, tanto globales como sectoriales.

En un lenguaje bursátil-político, podríamos decir que las Mareas están siendo hasta ahora un “valor refugio”. Y es muy posible que en el próximo proceso de elecciones autonómicas sigan cumpliendo el mismo papel, dado que aún disfrutan de su período de gracia. Pero tienen por delante la tarea de decidir si se convierten en un partido político, o cómo son capaces de gestionar su propia diversidad en una alternativa de país, del que hasta ahora solo destacan las coincidencias en determinados gestos. El otro día escuchaba a un votante de En Marea compararla con el himno español: “tiene música, pero le falta la letra”.

Tan valor refugio, que por ahora va teniendo algunas manifestaciones:

Una de sus diputadas, líder de EU-Izquierda Unida de Galicia (Yolanda Díaz) no ha dudado en seguir amparada en la Marea, cuando desde su propia Organización se le ha propuesto “mojarse” como IU en el Congreso. “Ni hablar”, ha venido a decir: prefiere vincular su futuro político a las oportunidades que le pueda ofrecer el asentamiento de las Mareas.

La propia Podemos -con todas sus pretensiones a nivel del Estado, y con su intento de escenificarse a sí misma como “la alternativa” a nivel estatal- no ha dudado en desmontar las pretensiones de su secretario general en Galicia, Breogán Riobóo, a quien descabalga de su pretensión de construir un Podemos gallego, para mantenerse agazapada en la amalgama exitosa de la Marea.

El reto de las Mareas es el de aprovechar su tirón alternativo, mientras aún tengan atractivo social, para pasar de las musas al teatro: para articularse como una opción política capaz de encontrar propuestas para los diferentes problemas generales y sectoriales de Galicia. Sus siete meses de gobiernos municipales no se han distinguido por demostrar una capacidad de gestión suficientemente eficaz en el día a día, y desde luego han logrado presentar un modelo de ciudad atrayente y definitivo en ninguna de las tres ciudades donde gobiernan. Incluso no podrían demostrar por sus acciones que son una marca homogénea homologada.

No obstante, si es que arranca la actual legislatura, desde la actuación de sus seis parlamentarios, tendrán la opción de articular un discurso y de proyectar su capacidad de construir opciones concretas para los problemas de Galicia.

Por ahora tienen a su favor la congelada imagen de un Partido Socialista carente de iniciativa, que aún tiene la incertidumbre de si su teórico candidato a presidir la Xunta va a ser de veras candidato, y que está perdiendo un tiempo precioso para presentarse ante los gallegos con alternativas. Al igual que Mareas es un movimiento que no termina de saber cómo convertirse en partido, el PSdG-PSOE es un partido que en la práctica se comporta más bien como un movimiento poco articulado.

Y cuenta también a favor con la situación de un Bloque Nacionalista Galego con varias vías de agua abiertas después de no haber obtenido representación parlamentaria el 20D, y que anda replanteándose su reconversión.

Para cerrar el panorama, también cuenta a su favor la incierta situación de Feijóo, que ha tenido que pasar de una no confesada vocación de saltar a Madrid a estudiar si le compensa (o qué fuerzas tiene para ello) concursar al liderazgo de lo que quede del PP tras el previsible fracaso de Rajoy y con una organización cercada por la justicia y por la incertidumbre de su militancia.

Si a eso se le añade la mala fortuna en las elecciones municipales y en las generales, y el hecho de que la imputación de su amigo –y asiduo visitante de su residencia oficial- Pachi Lucas, precisamente por tráfico de influencias, le pone en entredicho. Entredicho que se refuerza con la reciente sentencia del Supremo condenando a seis años por blanqueo de dinero a su otro amigo Marcial Dorado (ya en prisión de diez años por narcotráfico). La sentencia del Supremo es por blanqueo de dinero, precisamente durante la época en la que Feijóo y él disfrutaban de una pública y estrecha amistad.

En medio de estas pesadillas, Feijóo tendrá que improvisar sus congresos orgánicos mientras deshoja la margarite de si le conviene presentarse o no como candidato a presidir la Xunta de Galicia.

Éste es el contexto que puede seguir favoreciendo a las Mareas, si son capaces de aprovechar la coyuntura para presentarse como una alternativa con proyecto de país, que aún no tienen. Por ahora siguen siendo solamente un refugio de algunos náufragos y un referente para la difusa esperanza de muchos ciudadanos, aún escaldados por el mal hacer de los partidos clásicos gallegos.

El refugio de las mareas