viernes. 29.03.2024
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Al margen de preferencias particulares, hemos de reconocer que la campaña electoral griega ha colocado a Europa en la centralidad del debate. No se ha tratado de un recurso artificioso, sino de un denominador común y banderín de enganche cuya trayectoria ha culminado en la victoria de esa "izquierda alternativa" que representa Syriza. Para Alexis Tsipras, ha supuesto todo un elemento potenciador de su mensaje, ya que no solamente se ha presentado como redentor de sus conciudadanos sino del resto de los europeos que están pasando por dificultades semejantes. No es la primera vez que un líder habla de Europa y sus problemas desde luego, pero hasta el momento se ha venido haciendo de la mano de dos errores capitales, al menos en nuestro país. El primero consiste en la simple reelaboración de gastados mensajes que incluyan la palabra "Europa" o "europeos" en algún momento del discurso, pero sin tener una significación profunda ni esencial. El segundo, derivado en gran medida del primero, se limita a utilizar la baza del europeísmo solo cuando las Elecciones Europeas están cerca, es decir, una vez cada cinco años. Ambas circunstancias confluyeron en el último Debate del Estado de la Nación, ampliando superficialmente las fronteras del tradicional rifi-rafe entre nuestros políticos. No es de extrañar que bajo tales circunstancias, la participación en los comicios del 22 de mayo no llegara al 50%.

Pero no todos han ignorado la capacidad movilizadora del lenguaje europeo. Mientras la gran mayoría continúa enfrascada en el debate doméstico, Pablo Iglesias ha hecho su particular agosto con la campaña griega. Nunca hasta ahora las elecciones celebradas en otro país se habían incorporado con tanto éxito a la pre-campaña nacional. Naturalmente todo se basa en un oportunismo que a nadie se le escapa, pero hay muchas maneras diferentes de subirse al carro del vencedor. El estímulo electoral que puede experimentar la formación de Pablo Iglesias, es inversamente proporcional al nulo empujón que para Alfredo Pérez Rubalcaba supuso el triunfo de François Hollande en Francia o el de Pier Luigi Bersani en Italia. Ni siquiera parece claro que los esfuerzos de Cayo Lara por salir en la foto con Syriza, vayan a traducirse en un aumento de votos para Izquierda Unida. ¿Por qué unos partidos han sabido internacionalizar su discurso mejor que otros? La explicación es sencilla: falta de interés. Está claro que en los últimos años se han implementado las políticas de control presupuestario en virtud del famoso Tratado de Estabilidad (también conocido como Pacto Fiscal Europeo) firmado en 2012, pero inexplicablemente los grandes partidos prefirieron seguir con su tónica localista. En ellos esta ceguera resulta doblemente incomprensible, pues la existencia de organizaciones supranacionales como el Partido Popular Europeo o el Partido de los Socialistas Europeos, debería haber aportado los mimbres de una acción política transnacional que a día de hoy sigue siendo confusa. Ha tenido que ser un recién llegado quien haya sabido sacar todo el jugo a la realidad de nuestro continente.

Espero y deseo que la victoria de Syriza sirva para poner definitivamente de moda el discurso europeo. A partir de ahora, el conocimiento de la UE, de sus mecanismos y de su situación va a sumar puntos a quien sepa manejarlos con destreza, permitiendo elaborar mejores análisis con los que enriquecer su discurso. Dicho fenómeno ya ha empezado a calar en nuestro país, pues siguiendo la estela de Pablo Iglesias tuvimos oportunidad de escuchar al secretario general del PSOE Pedro Sánchez debatiendo con el economista francés Thomas Piketty. Fue desde luego un paso en la dirección adecuada pero... ¿habremos aprendido definitivamente la lección? Esperemos que el 25-E haya sido un punto de inflexión para todos.

Victoria del discurso europeo