martes. 16.04.2024
sanchez torra
Fotos Pool La Moncloa. Fernando Calvo.

El incipiente diálogo que se ha iniciado es imprescindible en la búsqueda de una salida democrática a un intrincado problema político en el que nos jugamos el resultado de las próximas elecciones generales y, aún más importante, nuestro futuro como país y sociedad democrática

El Gobierno de España se ha reunido en Barcelona y, el día anterior, el presidente Sánchez y el president Torra y sus respectivos gobiernos han comenzado a dialogar. No ha habido un gran caos bajos los cielos de Catalunya y la situación ha dejado de ser excelente para todos los que pretendían generarlo. Las fuerzas políticas que apostaban por la crispación y la polarización política y social han comenzado a perder. El independentismo radical que soñaba con una imposible declaración unilateral de independencia sustentada en la mitad de la ciudadanía catalana, sin contar con la opinión de la otra mitad, comienza a perder iniciativa política. La derecha españolista que se ha nutrido de la polarización política y el anticatalanismo también empieza a temer que la nueva situación política se afirme.

El acontecimiento ha sido interpretado de forma radicalmente diferente por los principales periódicos y fuerzas políticas, divididos y confrontados en sus ideas y propuestas sobre el camino a seguir y la acción política que conviene desarrollar. Las derechas interpretan como rendición o claudicación de Sánchez lo que no es más que normalidad democrática y un intento de búsqueda de soluciones políticas democráticas que requieren el diálogo como condición imprescindible para alcanzarlas. Son comprensibles los ladridos de la derecha extrema que piensa, con razón, que el diálogo puede echar por tierra sus afanes por incrementar la crispación política y llegar rápidamente a la Moncloa cabalgando el tigre de la intolerancia y el odio contra Catalunya.  

El incipiente diálogo que se ha iniciado es imprescindible en la búsqueda de una salida democrática a un intrincado problema político en el que nos jugamos el resultado de las próximas elecciones generales y, aún más importante, nuestro futuro como país y sociedad democrática. Se abre así una fisura, aún muy insuficiente, en la confrontación política frentista, que debe ampliarse si se quiere encontrar una solución democrática, pacífica y legal a un conflicto político que determina desde hace más de un año la actuación de los principales poderes e instituciones del Estado. La polarización política y la ausencia de diálogo han favorecido la emergencia de la extrema derecha y la ampliación del campo político de las tres derechas que pretenden imponer su idea de una España indiscutible e intransigente. Y, al tiempo, han reducido los apoyos a las fuerzas progresistas y de izquierdas que, pese a valorar la realidad de un Estado plural y de las sociedades plurales que lo conforman, parecían incapaces de tomar la iniciativa y hacer propuestas que mostraran la capacidad de la ciudadanía de encontrar fórmulas de convivencia y decisión democrática que permitan una mejor articulación territorial y mayores niveles de autogobierno, sin suponer amenazas para los derechos e identidades de nadie.      

“Nos corresponde a todos abrir una nueva etapa. Una etapa en la que la confrontación dé paso a la concordia. Frente a la polarización de las sociedades, cohesión. Y frente a la gesticulación y el ruido, diálogo, diálogo y diálogo. Y después del diálogo, más diálogo. Yo estoy dispuesto”. Valientes y comprometidas palabras de Sánchez el jueves pasado a los empresarios catalanes convocados por Foment del Treball que ahora deben ser llevadas por el Gobierno al terreno del cambio político y las propuestas viables.

Y algo parecido planteaba el comunicado final de la reunión Sánchez-Torra: reconocimiento de la existencia de un conflicto sobre el futuro de Catalunya; apuesta por un diálogo efectivo que vehicule una propuesta política, en el marco de la seguridad jurídica, que cuente con un amplio apoyo de la sociedad catalana; aceptación de las notables diferencias existentes entre ambos interlocutores sobre el origen, la naturaleza y la evolución de ese conflicto.

Comienza un viraje desde la unilateralidad autoritaria, que buscaba la confrontación, la crispación y la derrota total del contrincante, hacia la búsqueda democrática de consensos amplios

La construcción de ese amplio apoyo de la sociedad catalana (y del conjunto de la ciudadanía española) a una solución política democrática no va a ser fácil y su avance exigirá la fragmentación del bloque independentista y del mal llamado bloque constitucionalista. Va a exigir también que las buenas palabras se conviertan en iniciativas que busquen soluciones legales para la anómala situación de los dirigentes políticos independentistas que están presos y propuestas, aún antes de disponer de un proyecto político de articulación de España, por parte de los defensores de una unidad del Estado español que se muestren respetuosas con la pluralidad y las diferentes identidades y realidades nacionales que existen en su seno. Y por parte de los defensores de la independencia de Catalunya, que para que el diálogo se afiance tendrán que aportar propuestas democráticas que sean escrupulosamente respetuosas con los derechos del conjunto de la sociedad y la nación catalanas y las muy diferentes identidades y preferencias nacionales existentes en su seno.

Comienza un viraje desde la unilateralidad autoritaria, que buscaba la confrontación, la crispación y la derrota total del contrincante, hacia la búsqueda democrática de consensos amplios y respetuosos que ofrezcan seguridad jurídica, compromisos claros y firmes en el respeto hacia los derechos e identidades de toda la ciudadanía, en Catalunya y en toda España, y una mayor atención a las tareas de rescate de la ciudadanía en riesgo de pobreza y exclusión social y a los graves problemas de desempleo, precariedad laboral, bajos salarios, desigualdad, recortes de bienes públicos o pérdida de derechos que sufre una parte significativa de la ciudadanía. Probablemente, ninguna de las partes podrá lograr la mejor opción. Tampoco, ninguna de las partes está condenada a contentarse con la opción menos mala. El reto conjunto que tienen los participantes en el diálogo iniciado es consolidarlo para encontrar una salida democrática que cuente con un amplio apoyo social y que no suponga la derrota de nadie ni el abandono de los sueños e identidades que hoy existen en las sociedades catalana y española. Ojalá.

Diálogo, diálogo y más diálogo