martes. 19.03.2024
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La clave de su éxito radicó en que conectó con estos sectores de la clase obrera que veían que solamente podían obtener mejoras salariales empleando la violencia y no participando en política

En la Primera Internacional la participación de los Países Bajos no fue muy destacada y, en cierta medida, parecía que sus delegados estaban al amparo de los belgas, mucho más activos. La figura clave que dio un impulso al socialismo en este país fue el pastor luterano de La Haya, Ferdinand Domela Nieuwenhuis (1846-1919), un personaje extremadamente peculiar por su fuerte personalidad. En 1879 fundó en Amsterdam un periódico, el Recht voor Allen, y se dedicó con la fe de un místico o un cruzado a impulsar la difusión de un socialismo humanitario, pacifista y anticolonialista, abandonando una prometedora carrera en la Iglesia.

En el año 1881 había cuatro grupos de tendencia socialista en los Países Bajos, en las cuatro principales ciudades: Amsterdam, La Haya, Rotterdam y Haarlem. En ese momento decidieron unirse en la conocida como Liga Social-Demócrata (SDB), cuyo principal líder sería nuestro protagonista. La Liga defendía el reconocimiento del sufragio universal y la lucha obrera a través de las huelgas. La fuerza de la Liga era evidente, y lo prueba que comenzó a sufrir la persecución de las autoridades y la inquina de la prensa orangista. El propio Nieuwenhuis fue detenido y encarcelado porque, al parecer habría atacado a la realeza en un artículo, aunque no está muy claro que él fuera el autor de dicho artículo. Pero su suerte y la de la Liga cambiaron con la reforma electoral de 1887, que aumentó considerablemente el censo electoral. Eso permitió que pudiera ser elegido por una circunscripción de Frisia, manteniéndose como parlamentario hasta 1891. Pero nuestro protagonista se desencantó muy pronto del parlamentarismo, ya que consideraba que el grado de corrupción de la política era enorme, por lo que el proletariado debía valerse de sus propias fuerzas. Nieuwenhuis adoptó una fuerte postura antiparlamentaria y una defensa del sindicalismo que, en cierta medida, fue evolucionando hacia el anarquismo, lo que le valió fuertes críticas desde la Segunda Internacional. En su periódico se dedicó a atacar a los socialistas belgas y alemanes por haberse “enfangado” en el parlamentarismo. A pesar de sus enfrentamientos y polémicas, Nieuwenhuis aumentó su popularidad entre los obreros y, sobre todo, entre los trabajadores agrícolas de algunas zonas del país. La clave de su éxito radicó en que conectó con estos sectores de la clase obrera que veían que solamente podían obtener mejoras salariales empleando la violencia y no participando en política. Nieuwenhuis consiguió que el Congreso de la Liga celebrado en Groninga en 1893 aprobara una resolución declarando que en adelante no se participaría en las elecciones, ni tan siguiera como un método para fomentar la agitación. Pero esta drástica resolución generó una intensa oposición de una parte de los socialistas, destacando la figura del marxista Frank Van der Goes. En ese momento comenzaron a perfilarse dos caminos. La Liga, con el apoyo de los sindicatos, agrupados en el NAS o Secretariado Internacional del Trabajo, fue evolucionando hacia el anarcosindicalismo, mientras que una gran parte de los socialistas fundaron el SDAP, es decir, el Partido Obrero Socialdemócrata.

Los inicios del socialismo en los Países Bajos