martes. 23.04.2024
populismo250
Foto: El Estadista

@nachogoberna | Pocos olvidarían en el Partido Populista Popular, PPP, las horas que siguieron al cierre de las mesas electorales en las elecciones generales del 2015. A las 11 de la noche todas las televisiones, radios y prensa escrita, informaron a la ciudadanía de los resultados en los recién celebrados comicios. El escrutinio al 99% no dejaba lugar a dudas: el partido que, haciendo honor a su nombre, había accedido al gobierno de la nación cuatro años atrás con un enjambre de malintencionadas promesas populistas -aquellas que, siendo sensatamente queridas por casi todos, eran exactamente lo contrario a lo que en el PPP sabían que harían una vez obtenida la mayoría absoluta-, había sido derrotado en las urnas. Al otro lado, entre los vencedores, la formación más votada, aun con arraigadas raíces en los legítimos anhelos de los movimientos sociales y las mareas ciudadanas que se habían sucedido en calles, plazas y juzgados, a lo largo y ancho del país durante muchos años, apenas tenía veinticuatro meses de vida. A diferencia del PPP, y de otros, el historial de mangoneo de la nueva formación estaba virgen, sus discursos y acciones políticas y personales, en aquellos dos años de vida previos a las elecciones, habían resultado decididas, coherentes, creíbles e ilusionantes, y de Suiza o Andorra, sus miembros y votantes conocían las montañas y quesos, pero nada sobre su entramado bancario.

"Inaudito", señaló la presentadora en el programa especial que emitió en la medianoche el canal 1 de la TVPP, televisión pública populista. A imagen y semejanza de las entidades financieras, el nutrido coro de privados medios populistas se resistían a dar crédito a lo que había ocurrido. Fue tal el duelo en las altas esferas mediáticas y sobrepolíticas populistas que, incluso en las lejanas, y siempre abarrotadas de atufados dineros populistas, Islas Caimán, se pudo escuchar el silencio. Muchos lo agradecieron. Los variopintos portavoces gubernamentales callaron. "Los populistas se han quedado sin palabras. Eso sí que es inaudito. Aunque sea durante un rato, menudo respiro", comentó para sí uno de los millones de televidentes que, esperanzado ante el resultado electoral, estaba viendo a la comisaria política populista, alias presentadora con carnet del PPP, en el programa especial de la 1; un plató en el que siete populistas tertulianos lucían caras de santo neovelatorio popular.

A esa misma hora, en la lujosa sede de los populistas derrotados, lo único que brillaba era la interminable sucesión de puros y pitillos encendidos. El resto, salvo las recurrentes discusiones sobre la propiedad del contenido de los últimos maletines en B recibidos aquella misma mañana, y algún que otro vituperio al equipo de campaña, permanecía sorprendentemente apagado, trémulo, silencioso, algo especialmente llamativo tratándose de una sede en la que, desde hacía décadas, tenían serios “problemas” de “sobrepoblación” popular populista por metro cuadrado.

Nada más terminar el especial "Elecciones generales 2015" de la populista 1, el teléfono del presidente en funciones recibió una llamada. Se trataba de la lideresa de un pequeño partido menguante llamado UPyD, Unión Populismo y Democracia. La conversación resultó, siempre en base a parámetros populistas, altamente emotiva. Ambos se dieron el pésame. Consolándose con sentidos pucheros populistas, hablaron de lo hermosos que fueron los viejos tiempos, aquellos en los que, entre paripés de regañinas parlamentarias, unos ganaban y los otros seguían creciendo. "Por qué, por qué", se preguntaban el uno a la otra y la otra al uno. Con la interminable lista de promesas genuinamente populistas que ambos habían desplegado a diestro y diestro durante la campaña -algo que siempre les había funcionado-, seguían preguntándose: "por qué, por qué". Y aun sumando sus dos formaciones en pía unidad populista, ni con esas, obtendrían una mayoría suficiente para seguir haciendo lo que les viniera en gana con el gobierno del país entero: "por qué, por qué".

"Hablaré con ellos. Juntos podremos".

De esta contundente manera zanjó el mandatario populista la populista conversación antes de despedirse de la desconsolada mandataria populista que estaba al otro lado del teléfono.

El populista presidente en funciones colgó y, dirigiéndose a un asesor que tenía al lado -por cierto, especializado en la teoría y praxis de los populismos neoliberales de ayer y hoy-, le dijo notoriamente excitado: "Hágame el favor de llamar a Convergencia Populista y al Partido Populista Obrero. La hora de la gran coalición populista ha llegado. Debemos salvar la más preciada propiedad que heredamos de nuestros familiares, el cortijo nacional venido de la transición y más allá, de estos peligrosos “populistas” llamados ¡Podemos!".

La gran coalición populista del PPP en 2015