viernes. 19.04.2024

Orencio Osuna entrevista a Xosé Manuel Beiras para Nueva Tribuna tras el incidente que protagonizó en el Parlamento de Galicia cuando se enfrentó al presidente Feijó y pronunció una frase que acabará siendo recordada: “¡Esto no lo aguanta ni Dios!”. Xosé Manuel Beiras, es el portavoz y líder de Alternativa Galega de Esquerda, la coalición electoral constituida por ANOVA, Esquerda Unida, Espazo Eco Socialista y EQUO, que dio la sorpresa en las últimas elecciones gallegas al pasar de cero diputados a nueve y alcanzar el 14% de los votos en su primera comparecencia electoral. En el Parlamento gallego ha protagonizado varios enfrentamientos con Feijóo -a propósito de los vínculos del presidente con un célebre narcotraficante y contrabandista- que han tenido un espectacular seguimiento en las redes sociales.

Orencio Osuna | Hace unos días protagonizaste un incidente en el Parlamento gallego en el que exigías respuestas a Feijoo sobre sus relaciones con un conocido narcotraficantes. Tu indignación me recordó a la de José Antonio Labordeta cuando mandó a la mierda a la bancada popular. Pienso que  la frase que pronunciaste ‘esto no lo aguanta ni Dios’ se recordará mucho tiempo porque simboliza el hartazgo de la mayoría de los ciudadanos tanto  en Galicia como en el resto de España. El hecho de que el incidente haya tenido tanta repercusión, ¿no crees que está relacionado con que existe cada vez más un estado latente de indignación, de no tolerar más la contención en las  formas pseudo democráticas que nos imponen, donde los responsables políticos no contestan ni siquiera a las preguntas más elementales que tiene la obligación de responder un cargo público?

Xosé Manuel Beiras | Sí, completamente de acuerdo. Esa conexión, esa reacción, lo que pone de manifiesto es que los ciudadanos están hartos-además de los graves problemas que están padeciendo-, de la agresión del poder. Ellos eligen representantes que detenten, por delegación, un poder para resolver sus problemas y resulta que ese poder lo que hace es agredirles. En conexión con eso, lo que los ciudadanos perciben es que necesitarían que lo que ellos expresen en la calle se exprese en las cámaras de los representantes, e incluso la manera en que ellos se expresan fuese la forma en que lo hicieran los representantes de ese poder que es un poder despótico, oligárquico, disfrazado de democrático. En eso está la clave de un fenómeno,  más importante para mí que un gesto. El gesto mío del otro día, efectivamente, tiene un significado que estamos analizando, y que tú mismo aciertas a diagnosticar el porqué de esa reacción de la ciudadanía, de esa empatía. Te voy a dar un dato, en la web de Anova el vídeo de mi intervención en el pleno en el que me encaré con el presidente hace una semana tenía ya más de 60.000 reproducciones, que no es ninguna broma.

Este poder es despótico, oligárquico, disfrazado de democrático

Orencio Osuna | En las últimas elecciones gallegas sorprendió el éxito de AGE. ¿Tiene que ver ese resultado electoral con la sintonía, con ese malestar de muchos ciudadanos respecto al formalismo en unas instituciones cada vez menos apreciadas? ¿Sobre que fundamentos se constituyó esa coalición?

Xosé Manuel Beiras | Lo que quiero decirte es que esa irrupción, que sorprendió tanto, de la coalición AGE en las elecciones gallegas en el otoño pasado contra todos los pronósticos, en principio, la clave para su comprensión está en lo que tú planteabas. La propuesta electoral que nosotros hicimos fue un programa muy escueto de dos docenas, más o menos, de ejes, de iniciativas, pero que recogían precisamente en Galicia las alternativas de los propios movimientos sociales, de las redes de los movimientos sociales que participaron en todos los procesos de encuentro y, por otra parte, de las reclamaciones y alternativas que fueron surgiendo de los movimientos inclusivos de los últimos tiempos como el 15M. Y eso, conectado con un hecho a nivel personal que ya que, después de haber sido diputado del BNG en el Parlamento de Galicia durante 20 años (1985-2005)  y haber sido su portavoz nacional hasta 2003, yo pasé a la infantería,  y esto se dijo despreciativamente. Porque se cree que la política se hace en las instituciones, es el cliché que la propaganda y el aparato ideológico del régimen  nos inculcó a los ciudadanos precisamente para desvincular cada vez más a la mal llamada clase política de la sociedad civil, en términos de Gramsci. Durante esos años, dentro del propio BNG fuimos construyendo una corriente organizada muy crítica sobre dos fenómenos: primero, el  deterioro de las reglas de oro de la democracia interna que imponía la necesidad de una regeneración; y segundo, la recuperación del proyecto estratégico, fundacional del 82. Además pusimos en el centro de la acción política la sociedad civil, para proyectarlo después sobre las instituciones políticas, pero con conciencia de que este era un régimen político que estaba en proceso de degeneración, que estaba entrando en un estado de descomposición, que yo creo que actualmente es un proceso de gangrena. Creíamos que, por lo tanto, había que trabajar en las instituciones pero siendo conscientes de que había que estimular sobre todo el movimiento ciudadano de rebelión civil que estaba dinamitando la estructura básica de este régimen político. Ese proceso en el BNG  terminó en enero de 2012 cuando  nos fuimos… y empezamos a construir una nueva alternativa que es Anova a base precisamente de  fomentar asambleas locales abiertas sin un programa previo, nada más que los postulados de la izquierda y de Galicia como sujeto político de derecho. Yo durante todo ese proceso era como el ‘Don Jorgito’ el inglés, aquel famoso vendedor de Biblias del siglo XIX. Un proceso, que nos permitió  percibir que el estado de conciencia popular necesitaba unidad, pero no unidad  entendida como la entienden las cúpulas de los partidos en el sentido orgánico, si no unidad de acción. Esto dio lugar a que, el 25 de julio del año pasado, que es el día de la patria galega, pocos días después de fundar ANOVA, me lanzase  a la piscina, sin saber si había agua o no, formulando la necesidad, frente a la barbarie del poder que representaba para la autonomía gallega el actual PP, que están destruyendo el país desde el propio poder constituido, de crear  un frente amplio popular. Ese planteamiento, la oferta, la exhortación, la lanzaba por una parte, a las organizaciones de la sociedad civil, sindicatos, movimientos ciudadanos, movimientos emergentes de rebeldía e indignación y , también, las organizaciones políticas de izquierda, fuesen del campo del nacionalismo estricto o fuesen del campo de organizaciones de obediencia estatal pero que asumiesen el proceso de autodeterminación del pueblo gallego. Cuando se convocan elecciones anticipadas un mes más tarde, este llamamiento tuvo acogida positiva en EU, en Espazo y Equo y dio lugar a la coalición de AGE. El  BNG no quiso participar y otros finalmente no quisieron ir porque ponían cancelas por la izquierda. Pero esta manera de plantear las cosas fue perfectamente entendida por la ciudadanía más rebelde y más organizada, en la lucha contra el régimen, como algo que tenía credibilidad y que de alguna manera, explícita o tácita, fue vista como una propuesta que anteponía la ética democrática y la ética de izquierda como  cuestión previa a la política. Esto lo explico porque es lo que da lugar al fenómeno extraño de que cuando se contaba que podíamos tener a lo sumo 1, 2 o 3 representantes, de pronto, tuviésemos el 13% de los votos en solo 15 días. Sin dinero, sin ningún préstamo bancario, con un programa muy escueto y sin tener ninguna trayectoria detrás. Anova acababa de nacer, como acabo de explicar, y con Esquerda Unida no teníamos una relación de colaboración política previa, solo  en cosas puntuales. Además, en las naciones sin estado del estado español, en Galicia también, puede ser un tabú la frontera entre el llamado nacionalismo y el llamado españolismo, lo cual podía suscitar problemas de apoyo de espacio cívico y socio electoral nacionalista.

Es necesaria una ruptura democrática como la que intentó la ciudadanía antifranquista

Orencio Osuna | Tras la sorpresiva irrupción de AGE en el Parlamento gallego ¿cómo habéis mantenido la conexión con la base social y emocional que, según explicas, os catapultó al éxito electoral? ¿Crees que tus gestos y  los  incidentes que has protagonizado en el parlamento conectan con esa base política?

Xosé Manuel Beiras | Con el grupo parlamentario de la AGE, irrumpe en el Parlamento gente joven. Todos los diputados y diputadas del Grupo, los nueve que somos, ninguno tenía experiencia parlamentaria excepto yo mismo, pero todos intervienen de una manera heterodoxa, incluso en la propia Cámara, de modo que el efecto de retroalimentación de la rebelión cívica se está produciendo. En el mes de febrero, las encuestas daban que, si celebrasen las elecciones, nosotros, en lugar de 9, tendríamos 15, el PSOE se mantendría con uno menos y el PP habría perdido la mayoría absoluta. El talante, la forma de actuar, los contenidos y las iniciativas, nuestra conexión  y diálogo constante con movimientos ciudadanos y sus plataformas, de la sanidad, de la enseñanza pública, de la defensa frente a la expoliación minera que se pretende convertir Galicia en Katanga, nuestra constante participación en todas las movilizaciones, que a veces nos dificultan enormemente que un grupo reducido pueda trabajar el tiempo necesario dentro del propio Parlamento, da lugar a que se cree una sintonía con esa conciencia cívica en ascenso, que es el contexto en el que surgen mis gestos en el parlamento, como dije antes. Estoy convencido que, si no, un gesto como el mío sería leído como un acto de histrionismo. La pregunta que hay que responder es por qué cuando Beiras hace esto, la gente no lo ve como un histrión. Máxime cuando el poder inmediatamente intenta convertirte en un payaso histriónico, que está loco, como un violento, que no controla sus emociones, que lloras, como si fuese un espectáculo. Por todo esto, no es un acto aislado es un acto que forma parte de un contexto…

Orencio Osuna | Estamos ante una crisis sin precedentes, con los 6.200.000 parados, con dedicar prácticamente  gran parte de los recursos nacionales al pago de la deuda privada y de la banca, con el sistemático expolio de los servicios públicos, sanitarios, educativos, sociales. Pero, junto con ello, se produce una situación política que el eminente politólogo portugués  Buenaventura de Sousa Santos  define como la ‘democracia suspendida’, otros como `fascismo financiero`, o  ‘cleptocracia’, ´golpe de mercado`-¡casi estamos agotando toda la terminología para describir este proceso destructor de la democracia¡. Pero lo que parece cada vez más evidente es que en Europa se está instaurando una especie de  posdemocracia como instrumento para imponer una sociedad  más desigual, más empobrecida, más marginalidad, con más prevalencia de los intereses privados sobre los públicos. En realidad, ¿cuál es la respuesta de la izquierda a este cambio? Y también: ¿Qué  responsabilidad tiene la izquierda con ese panorama?

O bien la izquierda se regenera o si no la nueva expresión política tendrá que emerger de la ciudadanía más activa

Xosé Manuel Beiras | La respuesta de la izquierda la daría distinguiendo la izquierda social y la izquierda política. Un fenómeno que hay que tener en cuenta en los últimos decenios es la creciente disociación entre la izquierda social y la expresión o representación política organizada en la sociedad política, que diría Gramsci, de la izquierda. Un ejemplo patente para mi es Francia desde los años 90. Los fenómenos que se dan en el otoño del 96, esa gran lucha social,  da lugar a que Chirac adelante elecciones en la primavera y cuando el socialista Jospin pasa a presidente del gobierno, en ese momento incluso, hay una fractura en el espacio de los intelectuales de izquierda. Eso  da lugar a que la izquierda -en la versión Partido Socialista francés- sea incapaz de  iniciar un proceso de cambio por lo menos paulatino y además se distancia de la conexión con la izquierda más socialista y la comunista. Entonces, eso manifiesta una disociación. Todo  eso se pone de manifiesto en el momento del famoso referéndum sobre el Tratado Constitucional de la UE. En Francia sí que la izquierda social y las organizaciones de la sociedad civil son capaces de hacer un trabajo pedagógico extraordinario sobre el contenido auténtico del Tratado y su movilización da lugar a que el referéndum lo gane el NO. Algunos diputados socialistas en la Asamblea Nacional Francesa, a la vista de esa situación, dicen algo tan demencial como: ‘si no hubiésemos hecho el referéndum no habríamos tenido este problema, porque el 80% en la Asamblea habríamos votado Sí ’. El desarme ideológico se genera en la izquierda política y eso ¿a qué es debido fundamentalmente?: a que, como sabemos,  el aparato del Estado y el poder del Estado siempre ha tenido la hegemonía del discurso y a que el poder social de la ultraderecha, de la plutocracia, del capital financiero, del bancario ,en términos teóricos marxistas, da lugar a que el funcionamiento del aparato del Estado, e incluso la aplicación de los textos constitucionales, cada vez sean más divergentes de la realidad objetiva, de los intereses, de los derechos y libertades del común ciudadano, o de la mayoría social, como se dice ahora. Bien, ¿y qué pasa con la izquierda institucional?: que cada vez está más fraccionada por la dinámica del aparato propio del Estado, que la lleva a que se rompan los puentes que son los partidos. Los partidos nacen como puentes entre los distintos sectores de una mayoría social.  Una ciudadanía  que tiene problemas en común, pero que es diversa, con su visión de la sociedad, con su ideología, con sus intereses de contenido de clase y sus intereses de fracciones de clase. Pero con la divergencia entre ese conjunto y la dinámica del aparato del Estado, esos puentes se rompen, en ese proceso de tracción –que es como  descuartizar a una persona, con los caballos tirando de un lado y de otro-. En los aparatos políticos de la izquierda, en lugar de retomar la situación, de reforzar sus vínculos con sus bases sociales, se dejan arrastrar por las dinámicas del aparato del Estado y se convierten en clase política en el sentido peyorativo de la palabra. Todo ello da lugar a la pérdida de credibilidad de la izquierda y, por lo tanto, las organizaciones de izquierda de la democracia representativa, de las bases sociales y cívicas de la izquierda en el aparato del Estado, cada vez son más vistas por la ciudadanía como menos representativas y son metidas en el saco, en el mismo cajón de sastre, de la casta política en general. Pero, en realidad son, en origen, de naturaleza muy distinta. Por ejemplo -en el Estado español- el PP y el PSOE, los dos son las dos columnas básicas de la alternancia, por lo tanto del régimen de la segunda restauración borbónica, pero no se puede decir que sean iguales, aunque acaban siendo vistos de una manera análoga,  hay diferencia.

Orencio Osuna | Según dices, la causa más evidente de la desafección de muchos hacia los partidos de izquierda clásicos proviene de la desconexión con los intereses de sus bases sociales y, paralelamente, por la atracción de sus aparatos políticos como garantes del establisment. Pero, a su vez, sin esos puentes, los intereses de esos sectores populares quedan sin cauces para hacerlos valer.

Para la ciudadanía los inquilinos de las entidades políticas son muñecos de un ventrílocuo que está al margen de cualquier control democrático

Xosé Manuel Beiras | El proceso provoca que se corten los canales de comunicación entre la izquierda social y la política y provoca la concentración del poder en una oligarquía. Existe la percepción para la ciudadanía de que los inquilinos de las entidades políticas son muñecos de un ventrílocuo que está al margen de cualquier control, ya no sólo democrático, sino institucional y a la rotura de la relación entre ciudadanos y aparato del Estado. La ciudadanía más consciente considera inservibles los aparatos políticos de la izquierda para la solución de los problemas. ¿Cuál es el dilema que tiene la izquierda? Yo te quiero decir que eso es un fenómeno que se dio en el BNG, que en los años 90 se veía como diferente, que tenía una posición hegemónica, en el sentido de que la hegemonía es aquel sector de la sociedad, organizada políticamente, que tiene autoridad y credibilidad más allá  de su propia base social. Eso  se va perdiendo a medida en que bascula el centro de gravedad hacia la dinámica del aparato del Estado y se va desconectando de la dinámica social. En el periodo de la legislatura del 2005 al 2009 en que el Gobierno bipartito BNG-PSOE ocupa la Xunta de Galicia y que genera la frustración de las expectativas de toda esa ciudadanía, tanto de la base del nacionalismo de izquierda, como de la base social de la izquierda moderada. ¿Cuál es para mí la situación dilemática? Que o bien la izquierda se regenera, se reformula, se reestructura, para conseguir expresar lo que necesita la izquierda social –que, además, con la polarización de la  desigualdad  abarca cada vez más a un conjunto más grande, de la base ciudadana, de lo que llamo yo ciudadanía común-   o si no la nueva expresión política tendrá que emerger de la propia ciudadanía más activa.

Orencio Osuna | Yo creo que este es un fenómeno al menos europeo… En todo caso lo que sí pienso es que en España, todo eso que dices adquiere también unas concreciones muy determinadas, quizá porque el ciclo histórico que se inicia con la muerte de Franco está entrando en crisis. Igualmente la perspectiva de una Europa federal y democrática está siendo sustituida por la hegemonía autoritaria de los intereses de los llamados mercados y de países como Alemania.  ¿Crees que estamos llegando al final de ese ciclo, que es necesario un nuevo proceso constituyente o de reorganización de la democracia, tanto en el estado español como en Europa?

Es el final de un ciclo histórico nacido de la Transición, de la restauración borbónica heredada del franquismo

Xosé Manuel Beiras | Es necesaria una ruptura democrática como la que se intentó por la ciudadanía antifranquista y sus organizaciones tanto sindicales (sobre todo),  como sus organizaciones políticas clandestinas. Es necesario un proceso de ruptura democrática en el que hay que aprender de las causas por las que se frustró en su momento, en el tardo franquismo, en la llamada Transición y fue suplantada por la reforma política, como yo decía, de lo irreformable. Porque, claro, un régimen político democrático defectuoso se puede reformar para mejorarlo, pero un régimen antidemocrático no se puede reformar. Hay que lograr ahora ya  una ruptura democrática con la segunda restauración borbónica. Eso lo contextualizo, llevo años diciéndolo: estamos al final de un ciclo histórico a varios  niveles que se entremezclan. Estamos globalmente, al  final del ciclo histórico en el sistema mundo, al final de una crisis de hegemonía, a lo que algunos analistas definieron como ‘caos sistema’, para mi es bastante evidente.

Estamos también, al final del ciclo histórico en el proceso de construcción europea, si se puede llamar así, que desemboca en su formulación actual del constructo de la UE desde el Tratado de Maastricht y que nace en un contexto del neoliberalismo que arranca a comienzos de los años 80 y, por lo tanto, da lugar al diseño del Tratado, de una UE que no  hace comunión política, sino comunión económica, pero ni siquiera comunión económica propiamente dicha, sino comunión monetaria, porque las cosas que se están planteando sistemáticamente es que la política monetaria la tienen las instituciones europeas, pero en cambio la política fiscal no.  El diseño de los órganos de poder de esa política monetaria absolutamente aberrante, es un banco europeo que está al margen del control político. El BCE es una institución tecnocrática  que no puede financiar a los gobiernos, a diferencia de la Reserva Federal Americana o el Banco de Inglaterra. En el plano político  las instituciones  están patas arriba, es decir, que el Parlamento Europeo no es el poder legislativo no es el que inviste a un poder ejecutivo y ahí está la Comisión Europea, que no fue elegida por nadie, y que forma parte de la ‘troika’, la Comisión Europea, el BCE y, por encima, el FMI.

Al final, ese ciclo no tiene salida, es el final de un ciclo histórico nacido de la Transición, de la restauración borbónica heredada del franquismo. Evidentemente, el Rey Juan Carlos fue investido como Rey por los poderes franquistas en aplicación nada menos que de la Ley de Sucesión de 1946 que ¡manda carallo, eh! Bien, el final de ese  ciclo político nacido en la Transición es una situación análoga para mí a la de las postrimerías de la primera restauración borbónica, al final de los años 20. Y también, en un contexto análogo, al ‘crack’ del ‘29, a la Gran Depresión, a la emergencia de los fascismos y sobre todo del nazismo alemán. Y aquí, en este momento, en el contexto de esta fase final de crisis sistémica, de hegemonía, está el final del ciclo del sistema de las autonomías, de la forma de autogobierno limitada mediante una carta otorgada, que es el Estatuto de Autonomía de Galicia. Si estamos en esa situación, una persona como yo o grupos, movimientos sociopolíticos o con instrumentos políticos como el nacionalismo de izquierda en Galicia tenemos que estar operando teniendo en cuenta tres escenarios, por lo menos. Uno es el escenario gallego, otro es el español y otro de la UE. Y eso es una de las razones por las cuales nosotros apostamos en estas últimas elecciones gallegas por la operación que llamamos transfronteriza entre el nacionalismo y el no nacionalismo en clave de izquierda y la razón por la que nosotros le hemos dado en este caso más preponderancia al eje de contradicción de izquierda-derecha que al eje de contradicción Galicia-Estado porque si no, no hubiéramos hecho la operación transfronteriza. Pero también obliga a tener en cuenta que si nosotros como nacionalistas de izquierda queremos dar un paso colectivo hacia adelante en la solución del problema político de Galicia considerada como sujeto político, como Euskadi, Cataluña, etc., o de las naciones sin Estado europeas, tenemos que tener en cuenta que eso no se resuelve si no se plantea también en clave rupturista dentro del régimen político del Estado español. Tenemos que trabajar a la vez en esos tres escenarios en la medida de nuestras posibilidades, aunque nuestro  centro de gravedad es Galicia, naturalmente. Pero en el marco del Estado español y en el marco europeo  debemos apostar  por la Europa de los ciudadanos, por la Europa de los pueblos y por una Europa social.

Orencio Osuna | Yo es que, efectivamente, pienso que, desde una perspectiva   de izquierda transformadora, los dos componentes de la fórmula AGE (el nacionalismo de izquierda y  la izquierda plural) tienen como escenario España y Europa, no sólo Galicia. Los problemas son comunes al conjunto del Estado español para las clases populares, por el paro masivo, por la corrupción, por la desigualdad, por el empobrecimiento… Pero también sabemos que hoy el futuro de la sociedad española, gallega, catalana o andaluza se dirime en Europa, por no hablar del mundo y no ponernos grandilocuentes. La combinación de estos niveles en realidad es la clave, a mi juicio, porque, claro,  otro escenario, otra salida, podrían ser la que proponen algunos secesionistas de Cataluña, del País Vasco y Galicia, para los cuales al estado español parecen darlo por liquidado e inexistente y sólo señalan a Europa como el espacio político donde dirimir sus exigencias de estado propio. Por supuesto, esto no pasa de ser un relato instrumental para conseguir una hegemonía social, porque, en la realidad, los auténticos escenarios del conflicto político serán prioritariamente el propio estado español y la propia sociedad de esas nacionalidades históricas, en las que existe una gran pluralidad de intereses y culturas político-sociales.  Bien, desde vuestra perspectiva, ¿cómo converge AGE con el resto de la izquierda española que comparte el mismo razonamiento, propone  procesos de transformación, de cambio, de alternativas, de modificación incluso constitucional, también, no se olvide, del modelo común de desarrollo económico?. Es decir, lo que tú propones para Galicia,  un  frente amplio popular, ¿es trasladable al conjunto del Estado español?

Nosotros le hemos dado más preponderancia al eje de contradicción de izquierda-derecha que al eje de contradicción Galicia-Estado

Xosé Manuel Beiras | Es trasladable la fórmula aunque son escenarios distintos, por lo tanto, hay que tener en cuenta esa diferencia. La muestra está en lo siguiente: primero, en los documentos muy escuetos,pero muy claros, suscritos en la formalización de la coalición, que además del documento programático hay unos documentos básicos, uno sobre ética y política y otros con los puntos ideológicos políticos comunes para esa unidad de acción que es como nosotros formulamos la coalición para un objetivo muy concreto. AGE no nace pretendiendo ser una nueva organización política, un frente en el sentido sociopolítico sino como un acuerdo para la unidad de acción en una institución muy concreta que es la cámara de representantes gallega en el marco autonómico, pero que puede ser el punto de partida  para su reformulación en otras convocatorias electorales, por ejemplo, las municipales. Y en segundo lugar, al comienzo de la campaña se organizó un mitin, que fue realizado en A Coruña en donde estuvieron presentes además de los que estábamos en la coalición en Galicia, IU a nivel de Estado, estuvo Syriza, estuvo  el Bloque de Esquerra portugués…por poner un ejemplo, eso ya fue todo una puesta en escena de nuestra voluntad de conectar con los distintos niveles y estancias con los que hay que trabajar y que tuvo un efecto enormemente positivo.  Para un proceso rupturista en el Estado español, la clave es que no debemos elaborar platos precocinados y no debemos poner por delante la construcción de una alternativa electoral al proceso de construcción del entramado del movimiento social rupturista a nivel del Estado español. Y entonces ahí entran, por una parte, con IU a nivel del Estado e, incluso, ICV, pero también  las CUPS y  Bildu.  ¿Por qué?, porque en un proceso rupturista  las dos cuestiones básicas -con sus correspondientes pesos específicos,- van a  ser, primero, la cuestión de clase, reformulada en este contexto por una izquierda social, por  una mayoría social agredida por el eje de  una plutocracia y un régimen cuya Constitución, especialmente su Título 1 [de los derechos y deberes de los españoles], ha sido suspendida y violada. Por lo tanto, lo que tiene que haber es una ruptura democrática y unas propuestas alternativas con las que ese eje sea borrado, sobre todo lo que es la aplicación de la Constitución, que está prácticamente derogada. Y, en segundo lugar, la solución de las cuestiones nacionales. En definitiva, es otra vez aquello que estaba en juego y que eran los ejes en el proceso de la ruptura democrática de los años 70, del tardo franquismo. Pero hay que reformularlo en las claves actuales y para eso hay que hilvanar e iniciar un proceso de diálogo, una puesta en común, un proceso de reflexión e implantarlo en la base cívica. Si estamos diciendo que hay un motor que está en la ciudadanía- y yo lo sostengo- pues ahí está la cosa, es donde hay que situar la cosa y, por tanto, cualquier fórmula operativa para la ruptura democrática a nivel estrictamente político ha de priorizar eso, porque si lo hacemos al revés nos puede pasar algo semejante a lo que nos pasó hace ahora casi 40 años. Y luego, en el espacio de la UE, pues es análogo, pero todavía más complicado.

Orencio Osuna | Has mencionado entre posibles actores de la  ruptura democrática a fuerzas de Cataluña como ICV, del País Vasco como Bildu, en el resto del Estado español has citado a IU, pero lo cierto es que existe una izquierda plural organizada en otros partidos a escala estatal o de comunidad, y hay también potentes organizaciones sociales, sindicales, movimientos…

Xosé Manuel Beiras | Claro, a eso me refería…

Orencio Osuna | …pero la Izquierda gallega, que es la que representas tú, supongo que está dispuesta a participar en este proceso de convergencia…

Xosé Manuel Beiras | Claro, si no, no habríamos dado el paso que dimos dentro del propio escenario político institucional gallego.

Orencio Osuna | Para terminar me gustaría conocer tu opinión sobre cual será el resultado del cambio de época que estamos viviendo., ¿cuál crees que va a ser el escenario después de la batalla?, ¿cuál va a ser el paisaje que se divisará tras el expolio al que están siendo sometidos los derechos sociales y  económicos?, ¿o de la demolición al que están siendo sometidas las instituciones democráticas del estado nación impotentes ante los grandes poderes globales que dictan inapelablemente las políticas económicas, sociales e imponen los gobiernos?¿Estamos en ciernes de una gran derrota o ante una posibilidad real de construcción de esos grandes hitos que ha tenido, desde la Revolución Francesa, la izquierda europea ¿ una sociedad más igualitaria, más libre, más legal, en la que prevalezca esa “vida buena” de los pensadores griegos, o, todo lo contrario, una sociedad más insolidaria, más desigual, menos democrática, más autoritaria en la que los ciudadanos se vean reducidos a consumidores alienados?

El dilema es si esta crisis va a desembocar en la reconquista de los derechos y libertades o a una fase de totalitarismo de facto

Xosé Manuel Beiras |  Coincido con lo que estás planteando, estamos ante una situación dilemática en todo este proceso. Lo que vengo diciendo es que el dilema es el siguiente: en esta circunstancia estamos en una fase de transición, se acabó un ciclo histórico, está comenzando otro ciclo y, por lo tanto, está emergiendo aquello que, si eclosiona,  va a marcar las pautas, las dinámicas del proceso, de la nueva época que nace. El dilema es si esta crisis va a desembocar en la reconquista de los derechos y libertades de la ciudadanía y los contenidos de libertades de otro tipo, o bien la eclosión se desembaraza de las formas del aparato del Estado existentes, de manera que pasemos a una fase de totalitarismo de facto, más recrudecido, nuevas formas de autoritarismo o nuevas formas de fascismo con morfología distinta, porque el problema del fascismo es cómo es, no son las formas. Esa es la situación dilemática y eso está en relación con las dos grandes alternativas que se dan en todo proceso de crisis. La crisis, por una parte, es para el capital la ocasión de recomponer y de dar un salto cualitativo en el proceso de centralización y concentración del capital. La crisis de la Gran Depresión supuso el gran salto del capital monopolista  y,  por otra parte,  se crearon las oportunidades que para el triunfo de lo que son las tres grandes corrientes históricas de lucha antisistémica: la luchas de las clases obreras y también de las revoluciones de base campesina, como la revolución mexicana y otras; las luchas de los movimientos anticolonialistas en la periferia del sistema y, por último, las luchas por los derechos civiles. Esas tres corrientes son las que eclosionan, triunfan, se desembarazan y  vencen al poder, a  la dinámica del capital y aprovechan la situación de crisis para hacer una transformación. Entonces, evidentemente, una nueva eclosión conducirá a una nueva etapa histórica en la que yo creo que, incluso,  el modelo de estado nacido de la Revolución Francesa, que está obsoleto, será remudado. Algo de eso está ocurriendo, sobre todo dentro del proceso latinoamericano, como el caso boliviano, venezolano, o ecuatoriano. No tanto el brasileiro que es distinto, o el caso uruguayo, o el caso argentino, que tiene mucho que ver con todo lo que fueron los populismos latinoamericanos, pero que  no tienen nada que con los europeos de los años 40, no se pueden comparar. Ahí, realmente, por ejemplo, una constitución como la ecuatoriana que consagra, por primera vez en la historia de las constituciones, los derechos de la tierra, o la constitución boliviana que establece el estado plurinacional en el sentido de que los indígenas eran un pueblo, una nación, que estaba excluida o, por ejemplo, en la constitución venezolana el cuarto poder del pueblo. Todo eso son cambios cualitativos muy importantes en el diseño del aparato del Estado. Yo creo que es lo que está en juego, en contextos muy distintos, porque nosotros estamos en el centro del sistema, lo que fue el centro del sistema hasta ahora, pero que está dejando de serlo, si la crisis de hegemonía norteamericana no es reversible -que está por ver. Lo que pasa es que un dinosaurio de tal categoría, los coletazos que deja pueden destruir cantidad de cosas durante decenios todavía. Por ejemplo, la transición del feudalismo al nacimiento de la sociedad burguesa y el capitalismo duró varios siglos y sin embargo la dinámica histórica… bueno, eso tiene que tener necesariamente formulaciones distintas de lo que es el caso de Europa o Latinoamérica o África, etc. Pero si esa crisis de hegemonía se ultima, llega a su final, habrá un ciclo de una hegemonía emergente pero no necesariamente va a ser de un solo estado por muy potente que sea. Parece que en algún momento habrá una multipolaridad, que está emergiendo, pero no sabemos en qué acabará todo eso, son incógnitas. Para mí lo importante es si, en la lucha de la ciudadanía común,  de las clases sociales explotadas y subalternas frente al capital y sobre todo contra el capital financiero, que es el que tiene la hegemonía en el periodo de estos tres últimos decenios, va a ser a favor de lo que está emergente o revienta. O, como diríamos en términos marxistas, que la correspondencia entre la base real de la sociedad y la superestructura jurídica política se rompe, deja de haber la correspondencia necesaria y,  por lo tanto, revienta por arriba, cambian las instituciones como cambiaron en la transición sistémica de modos de producción en la historia en distintos puntos del planeta. O si el capital financiero va a ser capaz de ahogar todo eso y entonces, fatalmente, ese monstruo no podrá disfrazarse indefinidamente y tendrán que emerger formas de neototalitarismo, lo que sería una tragedia enorme. Y luego está la otra dimensión, que es la dimensión del sistema en cuanto tal, es decir, de los límites a los que llegó la lógica del modo de producción capitalista. La lógica del sistema mundo que son los límites de resistencia posible y eso nos lleva a si el cambio, si la transición tiene que ser también sistémica en el sentido de que el capitalismo no puede cambiar… porque lo devora todo.

Orencio Osuna | Es incompatible con la supervivencia humana, con la propia continuidad de la bioesfera.

Xosé Manuel Beiras | Pero eso ya son otras dimensiones.

"Los ciudadanos están hartos de la agresión del poder"