viernes. 29.03.2024

Uno de los resultados de la crisis económica y de sus diferentes interpretaciones ha sido el incremento cuasi exponencial de las polémicas abiertas entre las diferentes visiones de la Economía, de la política económica y de las bases teóricas sobre las que se sustenta. En este mismo blog nos hemos referido a algunas de ellas, y en algunos casos, están alcanzando dimensiones que nada tendrían que envidiar a otras polémicas seguidas por el público que, deseoso de conocer qué visiones contrapuestas se ofrecen de la crisis, se encuentran con debates que pueden llegar a estar subidos de tono.

En Estados Unidos, causa ya incluso algo de morbo seguir a Paul Krugman en su blog en el New York Times, desde el que dispara su munición keynesiana contra los amantes de la nueva macroeconomía clásica, los defensores del ciclo económico real, y en cierta medida, contra todos aquellos que no comparten su punto de vista. La explosiva personalidad de Krugman y su profundo conocimiento de la economía convierten esa lectura en un ejercicio interesante, también, para conocer hasta qué punto de vista la sociología del conocimiento se hace presente en la discusión académica económica.

En España, quizá debido al tamaño de la comunidad de economistas, su falta de relevancia pública real, o sencillamente porque las grandes “estrellas mediáticas” de la economía han emigrado a otras latitudes (Sala i Martí, por ejemplo), el debate entre economistas se suele realizar con sordina. Se basa más en documentos académicos que se intercambian entre miembros de la misma escuela de pensamiento o a través de un diálogo de sordos en las páginas salmón y algunos blogs. Las muestras de un debate público constructivo son pocas: es por ejemplo interesante seguir el debate mantenido por Sala i Martín y Abel Fernández en Sintetia con motivo del análisis sobre la justicia territorial del modelo fiscal español.

Bienvenido sea por lo tanto el debate entre diferentes posiciones, un debate sereno, que permita quizá no acercar posturas, pero sí al menos enriquecer los argumentos de cada una de las partes. No es precisamente muestra de ello la serie de post publicados bajo seudónimo en Nadaesgratis.es, con el título “No es ideología, es ignorancia”, cuya tercera edición se ha dedicado casi en su totalidad a descalificar los argumentos de un post publicado en esta misma página.

El post argumenta que los planteamientos desarrollados por Economistas Frente a la Crisis contra la propuesta del FMI de rebajar los salarios en realidad suponen una falta de conocimiento profundo sobre las bases teóricas en que sustenta esa propuesta.

Por simplificar el debate, la posición de Economistas Frente a la Crisis es  que la reducción de los salarios deprimiría la demanda agregada y afectaría negativamente a la renta disponible de las familias, dificultando todavía más la recuperación económica. Esta posición, que es tildada de “ignorante” se contrapone a la que ofrece el autor anónimo del post, que supone que la bajada de salarios llevaría consigo una bajada de precios, un aumento de las exportaciones, un incremento del empleo y por lo tanto una recuperación de la renta disponible para las familias y una expansión del bienestar.

En realidad, este debate no es en absoluto nuevo. En su libro “Keynes vs Hayek”, Nicholas Whapshott describe con acierto las polémicas relacionadas con cómo afrontar la política económica desde diferentes puntos de vista, hoy traducidas en cierta medida en lo que los economistas norteamericanos llaman la “economía de agua salada” y la “economía de agua dulce”. La primera, vinculada a las universidades próximas al mar (Princeton, Columbia, Harvard, MIT), han sido tradicionalmente más proclives a tomar en cuenta los argumentos de Keynes y a apoyar un mayor peso del estado en la gestión de la política económica. La segunda, vinculada a las universidades cercanas a los grandes lagos (Minnesota, Chicago), solía defender postulados más cercanos a la economía clásica y neoclásica, a dejar hacer al libre mercado y a actuar desde el lado de la oferta.

Y sí, se suelen llamar “ignorantes” unos a otros. Lamentablemente, el desprecio intelectual es moneda de cambio habitual entre los economistas.

Pero volviendo al tema del post, para demostrar la ignorancia que manifiestan los argumentos de Economistas Frente a la Crisis, el anónimo autor no cita una retahíla de investigaciones, ni de una abrumadora cantidad de datos estadísticos. Ni casos históricos, ni evidencia empírica alguna, ni siquiera una cita a las reflexiones de  sus clásicos. Sencillamente, el descenso de los salarios será bueno para el crecimiento… porque lo dice un modelo del FMI. Un modelo de Equilibrio General Dinámico, cuyos parámetros y desarrollo numérico obviamente no aparecen en las conclusiones del informe, y que no son de fácil acceso público.

La ciencia económica dominante (la economía “seria”) ha sufrido en los últimos tiempos no pocos reveses. El propio FMI tuvo que reconocer que se equivocó en su estimación de los multiplicadores fiscales en los tiempos en los que recomendó políticas de austeridad, y el artículo más utilizado para sostener lo pernicioso que es un nivel de deuda pública por encima del 90% se fundamentaba en un error en una hoja Excel.  Reveses estos con la suficiente transcendencia  como para que cualquier medida de política económica del alcance de la que propone el FMI fuera acompañada del desarrollo completo del modelo analítico en el que se sustenta. ¿Qué pasaría por ejemplo si el FMI calculó mal el traslado de salarios a precios? ¿Qué pasaría si la evolución de los precios de exportación sólo fuera parcialmente explicada por el IPC? ¿Y si la evolución de la demanda externa no es la prevista?

Pero en su informe, el FMI no ofrece esta información, sino una relación causal basada en un modelo que no podemos examinar: bajada de salarios=bajada de precios=mayor competitividad=mayores exportaciones=más producción y más empleo. Al menos, eso sí, los autores tienen la honestidad intelectual de alertar de que su ejercicio es una simulación, sujeta lógicamente a unos condicionantes e hipótesis determinados.

Esta es, en resumen, la lógica que esconde el informe del FMI, que el autor del post se empeña en hacernos comprender, asombrosamente parecida a cualquier retórica de devaluación interna.

Buena parte de los economistas que no creemos que esta medida sea positiva no lo hacemos no porque no hayamos comprendido el modelo del FMI, o por nuestra deficiente apreciación de las sutilezas matemáticas que ofrece la optimización intertemporal, sino sencillamente porque creemos que su enfoque y sus supuestos no son los adecuados para resolver este problema.

Y entre otras cosas, no lo creemos porque la tozuda realidad confirma -una vez tras otra- nuestras tesis: los salarios reales han caído un 7% desde 2010, las exportaciones han crecido hasta un 16%, los precios relativos de exportación han disminuido un 10% desde el inicio de la crisis…  pero la demanda interna sigue hundida y la producción y la renta disponible han estado en caída libre. La pobreza alcanza ya casi a cada uno de cada tres españoles y el desempleo anda por cifras de pesadilla.

Estos datos no son una simulación en un modelo de equilibrio general dinámico Son datos reales de la economía española real que cualquier lector interesado puede confirmar.

En este caso, la alternativa a mirar a esta realidad –y a interpretarla desde las herramientas que la ciencia económica es capaz de ofrecer-  es ejercer la fe del carbonero en los resultados que un modelo del FMI vuelca en un recuadro de una página en un informe anual.

Sorprende, y mucho, que quien se basa en el análisis de la realidad, y no en un modelo formal de simulación, sea tachado de ignorante. Cuando los que suscriben estas líneas terminaron su formación universitaria, la ciencia económica todavía vivía pensando en cómo interpretar la realidad con cierto espíritu crítico, más allá de las coincidencias o desencuentros teóricos. La propia existencia de Economistas Frente a la Crisis se basa en esa vocación, en la vocación de poner la economía al servicio de los ciudadanos. Por supuesto que no renunciamos a lo que los modelos, como potentes herramientas de análisis y reflexión, nos puedan ofrecer, todo lo contrario. Pero no ha llegado todavía el momento en el que los prefiramos a la realidad.

Aunque algunos se escondan detrás de seudónimos para llamarnos ignorantes.

Entre la ignorancia y la fe del carbonero