jueves. 28.03.2024

Puedo entender que el gobierno del PP defienda su política contra viento y marea, pero me resulta incomprensible su insistencia en negar la realidad y su falta de diálogo político y –lo que es más grave– social. 
  
En algunos momentos, parece que Rajoy y su gobierno están aplicando uno de los ejes del Manual de Propaganda de Goebbels: “No hay necesidad de dialogar con las masas, los eslóganes son mucho más efectivos”. 

Ello es especialmente evidente cuando insiste en afirmar los efectos positivos de su Reforma Laboral en el empleo, diga lo que diga la realidad, sea a través de la EPA o de lo que se ve en las calles. 

He defendido siempre que la clave de nuestro elevado desempleo estructural no está en el modelo de relaciones laborales, como así lo han sostenido PSOE primero y PP después, siempre con la complicidad de CiU, para justificar sus Reformas Laborales. 

Cada vez es más evidente que la debilidad del empleo en España tiene una relación directa con las características de nuestro  tejido productivo: la especialización en sectores surfistas de la economía, que tiene un comportamiento muy ciclotímico; la pequeña dimensión de nuestras empresas –el 96% son de menos de 10 trabajadores–, que las hace especialmente vulnerables a las crisis; la ubicación periférica en términos de organización del trabajo de buena parte de ellas, que las convierte en las primeras víctimas de los ajustes, cuando llega la crisis, frente a la protección de que disponen las empresas centrales que controlan el mercado y los productos o bienes producidos y que externalizan los riesgos a las PIMES.

A esta debilidad estructural se le suma la asfixia de la demanda interna privada y la contracción de la demanda pública, provocada por las políticas de austericidio suicida y salvaje, que han incrementado el impacto inicial de la crisis y lo han extendido como una epidemia a todo el tejido productivo. No debe olvidarse que en España el 75% de los empleos dependen del mercado interno. Por eso, es imposible que se recupere significativamente el empleo si antes no se reduce el sobrendeudamiento de las familias, se facilita crédito a las empresas y se reactiva el consumo público. 

Pero que la Reforma Laboral no sea la principal responsable del incremento del desempleo no significa que no esté incidiendo negativamente en el aumento del paro, por mucho que Rajoy y su gobierno se empeñen en lanzar consignas en sentido contrario. 

La aplicación de la Reforma Laboral, tal como algunos anunciamos,está incentivando el aumento del desempleo al menos por dos vías complementarias. 

Por una parte, al facilitar, y mucho, el despido de los trabajadores y reducir las indemnizaciones, ha producido una incitación del mismo como factor de ajuste. Dice la Ministra Báñez que la Reforma facilita la adaptación de condiciones de trabajo por parte de las empresas y es cierto, hasta extremos inauditos, como por ejemplo la reducción salarial impuesta unilateralmente por su parte. Pero como quiera que, además de la modificación unilateral de las condiciones de trabajo, la Reforma también ha abierto un gran portalón en las posibilidades de despido, las empresas lo están aprovechando para dar respuesta a la caída de actividad provocada por las políticas de austeridad salvaje.Incluso, en algunos casos, han anticipado los despidos como elemento preventivo ante un agravamiento de la crisis.

Por otra, todas las medidas orientadas a producir una caída de los salarios como mecanismo de devaluación interna están teniendo un impacto real en la capacidad adquisitiva de muchos trabajadores y psicológica en el resto, con lo que no hacen más que aumentar la recesión y el aumento del desempleo. El deterioro de la negociación colectiva, vía caída de la vigencia de los convenios, vía descuelgues unilaterales de las empresas, vía modificación de condiciones de trabajo y salario, incluso contra lo establecido en convenios, está provocando estragos en los salarios y, de rebote, en el empleo. 

Así, se da la circunstancia de que los éxitos de la Reforma Laboral del PP, cuyos objetivos evidentes eran provocar una caída de salarios a corto plazo y a medio debilitar la negociación colectiva como factor disciplinador de la mano de obra, se han convertido en las principales causas de su fracaso en relación al objetivo declarado, pero falso, de la creación de empleo. 

El PP está siendo víctima política de sus propias políticas, porque ha olvidado que, en una economía con un empleo tan dependiente de la demanda interna, una reducción del salario en el sector privado y en el público, de las prestaciones de desempleo y un aumento simultáneo de impuestos, tasas y precios regulados de servicios básicos, no hace más que deteriorar la capacidad adquisitiva de la mayoría y en consecuencia agrava la recesión y el desempleo. Si, además, la reducción del gasto público ha hecho desparecer las políticas activas de empleo, la tormenta perfecta para el aumento del desempleo estaba servida. 

Lo que resulta más grave es que, ante estas evidencias, el PP continúe negándose a ver la realidad y se haya parapetado en la barricada de la teología del austericidio, defendiéndose de las críticas con simples consignas. 

Cuanto más tarde el Gobierno en asumir esta realidad, más se va a retrasar la recuperación y más sufrimiento va a provocar en la ciudadanía. Claro que, aprovechar la crisis para imponer una contrareforma laboral tan dura, era una tentación muy poderosa, a la que el PP no se ha resistido, confirmándose una vez más que “cuando entender una cosa comporta dejar de tener importantes beneficios, los incentivos para no entenderla son muy poderosos”. 

Paro, EPA y éxitos del PP