jueves. 28.03.2024

Hace poco improvisé en un encuentro sobre la actualidad de la RSC un pequeño inventario de elementos que sintetizaban la situación esquizofrénica que siempre ha existido sobre ese tema, envuelto en ambigüedad e indefiniciones. Citaba:

  • El conflicto voluntariedad/obligatoriedad o el de códigos éticos o ley.
  • Indefinición de los denominados grupos de interés. ¿Son realmente “grupos que se interesan”?
  • Su vinculacion a iniciativas secundarias y confusas, tales como la reputación.
  • Intento de bloqueo a sistemas de “compra y contratación pública conectados a RSE”.
  • El rechazo a la idea de “competitividad responsable”. Todo vale.
  • La RSE como yacimiento “interesado” de empleo
  • Las referencias a la “responsabilidad individual” que no llega a abordar la influencia del poder corporativo en la sociedad.
  • ¿Es posible una declaracion de empresa responsable mientras se actúa contra los sindicatos?

RSC, ¿un concepto devaluado, asociado a “vendedores de biblias”?

El resultado es que la RSC está plagada de elementos utilizados por todo tipo de vendedores de biblias, oportunistas, charlatanes de feria, iluminados, farsantes, que consiguen captar la atención de gente bienintencionada, que encuentra un espacio para buscarse la vida, razonablemente, en una tremenda crisis de empleo. Por suerte, muchos comienzan pronto a darse cuenta de los engaños y las indefiniciones. Pero otros siguen reproduciendo las mismas monsergas.

La primera cuestión es la de la consideracion de la voluntariedad como algo esencial de la RSC, algo que forma parte de “su definición”. Lo que debía ser una de las posibles características de la RSE pasa a ser algo que forma parte de su fundamento, hasta el punto de que lo que podía aumentar su valor de uso se convierte en raiz de su abuso.

Incluso el sector social crítico con la RSE parece que ha asumido que ese principio, y su interpretación, es inamovible, siendo ésta una la razón principal para que no avance en su credibilidad y de que una parte de la sociedad no apueste por trabajar en este campo.Nosotros, desde el comienzo, hemos puesto en duda ese pilar de esa supuesta doctrina de la RSE. Podemos hablar del nivel voluntario de cumplimiento e incorporarlo al espíritu de la ley, pero la RSE no puede ser “lo que va más allá de la ley”. Esa responsabilidad social mide todo. Cuando se dice “la RSE, además del cumplimiento de la ley y convenios” significa mirar estos aspectos. Debe quedar claro: las empresas pueden, voluntariamente (tampoco pasaría nada si se les intenta obligar legalmente) adoptar medidas para asumir su responsabilidad social. Pero ésta va mas allá de esa voluntariedad, más llá de querer asumirla o demostrarla.

Consumidores, sindicatos, inversores responsables, un sistema de banca ética, administraciones públicas pueden evaluar la responsabilidad social de cualquier empresa, su sostenibilidad, independientemente de que ésta asuma voluntariamente alguna iniciativa. A pesar del intento de aclaración de la ISO26000 y de la nueva visión europea (la responsabilidad social de las empresas son sus impactos en la sociedad y el medio ambiente), aún parece que no se es consciente de esto. Ni el sistema empresarial ni el social. Al menos de una forma generalizada y clara. Llevamos ya mucho, mucho tiempo debatiendo sobre las posibilidades que tiene la soft law (regulación blanda) para hacer efectivos derechos sociales. Son realmente pocas en un sistema que se demuestra cada vez más depredador. Pero existe esta visión alternativa de evaluación global (de lo legal y lo voluntario) que debe instar a la acción.

Hay otro debate esencial sobre la posibilidad de cambio a través del “poder del consumidor” pero poner la iniciativa en manos de los consumidores también es un camino pleno de confusión. ¿Antes el huevo o la gallina? En la coyuntura actual sometida al poder del marketing, combinada con esta crisis de credibilidad global, el consumidor finalmente opta por el precio. Hay que poner énfasis en el poder de las empresas sobre la educación de los consumidores (educación social). No se demanda lo que no se ofrece, sobre todo, si no se ofrece convenientemente, ya sean productos financieros o manufacturas de comercio justo.

Pasar de los discursos a la acción

Frente a esto, debemos pasar de los discursos a la acción. ¿Cuántas veces se ha dicho ya? Hay que pasar de una vez de los discursos vacíos, de la “ética cuántica” (basada en los cuentos) a otra “ética cuántica” (basada en las cuentas). Y parece mentira que, tras el fracaso de las regulaciones laxas, de nuevo haya una tendencia a promover códigos de conducta.

La concreción en indicadores es una cuestión pendiente en el Consejo Estatal de RSE y en el desarrollo de la Ley de Economía Sostenible. Y también ha aplazado la nueva regulación sobre información no financiera europea. También algunos sectores pretenden presentar esta exigencia de concreción como una visión radical. Para quien quiera oirlos, la contraparte empresarial se manifiesta claramente: “no a los indicadores”; “los indicadores suponen fiscalización: no los queremos”; “si hay indicadores, no hay voluntariedad: nos vamos”.

Y una vez y otra se demuestra la necesidad de orientar sobre qué deben informar las empresas. Nada menos que el Parlamento Europeo, en su respuesta a la nueva Comunicación de la Comisión Europea sobre RSE, señala lo siguiente:

Considera que la gobernanza empresarial constituye un elemento fundamental de la responsabilidad social de las empresas, en especial por lo que respecta a su relación con las autoridades públicas y con los trabajadores y sus asociaciones representativas, y también a la política seguida por la empresa en materia de incentivos, liquidaciones y retribuciones; considera que conceder a los directivos retribuciones, liquidaciones e incentivos excesivos, en especial si la empresa atraviesa dificultades, es incompatible con un comportamiento socialmente responsable. (Punto 6)

Considera que la política fiscal de una empresa debe considerarse parte de la RSE y, por consiguiente, que las estrategias de evasión fiscal o de recurso a paraísos fiscales son incompatibles con un comportamiento socialmente responsable. (Punto 7)

Considera que, al evaluar la responsabilidad social de una empresa, se debe tener en cuenta el comportamiento de las empresas pertenecientes a su cadena de suministro y, en su caso, de las empresas subcontratistas. (Punto 7)

Los  indicadores indispensables

Estamos intentando ofrecer desde el Consejo Estatal de RSE (CERSE) estos indicadores, aunque fuese con un fin orientativo, con gran oposición por la parte empresarial. ¿Acaso apuestan por una RSE voluntaria con unos indicadores… prohibidos? Creemos que son necesarios:

  • Indicadores de creación de empleo, directo e indirecto. Porque no hay seguridad en el dato de empleo creado. Hay iniciativas, pero mucha confusión. Y sobre la calidad de este empleo. El indicador no debe ser “no de acciones de fomento del emprendimiento” (hay una burbuja en esto).
  • Indicadores sobre equidad y desigualdad (de género y global, la gran emergencia mundial y nacional). En el fondo, éste es el gran problema de la RSE: las cuestiones retributivas han estado vetadas. Es fundamental considerar desde la RSE la ecuación empleo / salarios/ desigualdad (ver la propuesta del informe Comfia-CCOO sobre retribuciones del sector financiero)2.
  • Indicadores sobre fiscalidad responsable (tipo fiscal efectivo real). La reforma fiscal es la más urgente que ha necesitado España, siempre. A nivel internacional, pagos de impuestos por países.
  • Indicadores sobre cadena productiva. Nunca habrá responsabilidad social sin, al menos, trabajo decente en toda la cadena productiva.
  • Indicadores relacionados con los cumplimientos normativos y sistemas de inspección y reguladores (CNMV…)

O concrecciones o discursos vacios. Esa es la alternativa.

Indicadores de la RSC. Concreciones frente a discursos vacíos