viernes. 19.04.2024

falsos autonomosLa forma de no atraerse a un colectivo que es víctima de una situación no deseada es, o menospreciándolo o acusarlo de algo sobre lo que no tiene responsabilidad. Y es lo que les pasa a un colectivo no cuantificado de trabajadores, pero no menos importante, que es el que se conoce como falsos autónomos, que a partir de ahora señalaremos como laboralidades encubiertas, no sólo por un problema semántico, sino por un problema conceptual.

Cierto, los lenguajes que empleamos no son nada neutros. Los mismos que niegan la centralidad del trabajo en la sociedad, los que miden la rentabilidad de las empresas por lo que cotizan en bolsa y no por lo que producen y cómo lo producen, los mismos que nos llenan las mañanas de pelotazos, corrupciones, motores trucados y desmanes parecidos, esos, nos imponen que llamemos falsos a un sector de trabajadores que, ni desean su condición actual ni aspiran a otra cosa que vivir de su trabajo.

Muchos trabajadores, sobre todo aquellos que no están organizados o que ven a los sindicatos como un ente lejano al que apenas reconocen, han sido víctimas de eso que se llama la descentralización productiva, que no es que sea mala en sí misma o intrínsecamente perversa. Es un fenómeno que si se ejecuta unilateralmente por los empresarios y sin control alguno se deriva en el siguiente dilema para el trabajador:

“Mira, la tarea que vienes realizando ya no se hará en la empresa, por lo que nos vemos obligados a prescindir de tus servicios. Aquí tienes tu carta de despido y la indemnización (20 días), pero podemos llegar a un acuerdo: te haces autónomo, te seguimos dando la faena, te compras la furgoneta y te pagamos a tanto el servicio, y ya está. Pero ojo, tienes que estar disponible para cuando te llamemos (si es que lo llaman, ojo, pero eso no se lo dicen). ¿Qué, firmas?”.

Y así proceden muchos de los empresarios de este país. Claro, además con las ventajas que les ha dado la reforma laboral impuesta por el PP y CiU, sin nadie a quien recurrir, el trabajador opta por cambiar totalmente su relación con la empresa, pasando a ser “empresario de sí mismo”, pero sin ningún control efectivo de sus condiciones: sigue estando al servicio de una determinada organización del trabajo impuesta, sigue sin controlar efectivamente sus condiciones, es dueño, sí, de una furgonetilla en este caso pero ya está: el patrono se ha salido con la suya, ha expulsado trabajadores de su centralidad, los ha segmentado uno a uno y, bajo una supuesta “igualdad contractual” los somete a las condiciones que él quiera: ni festivos, ni descansos, ni bajas por enfermedad…”si no puedes hacerlo me busco a otro”…y por supuesto, rescisión contractual a la carta, porque estamos hablando de una relación mercantil, no laboral.

Lo más gordo es que no estamos hablando ni de economía sumergida (es otra cosa), ni de no pago de impuestos (fraude fiscal), estamos hablando de fraude laboral, de fraude contractual, de ruptura del vínculo laboral ejecutado muchas veces con las leyes en la mano, pero también en muchas ocasiones obviándola, y siempre fuera de los controles sindicales.

Contra esta lacra se debe luchar, en la empresa y fuera de ella, ojo, la lacra es la laboralidad encubierta, no es el trabajador, que muchas veces se ve obligado a aceptarlo por las circunstancias personales, porque a nadie ilusiona ni nadie desea dar el paso de engrosar las largas listas del paro, a pesar de lo que diga algún eximio dirigente del PP cuando nos habla de que esto del desempleo y las prestaciones es como “una excedencia”.

Se necesita más intervención sindical y revertir por tanto la reforma laboral, y además dotar con más medios y recursos a la Inspección de Trabajo, así como sanciones muy elevadas con readmisiones obligatorias para los responsables.

¿Falso autónomo? Laboralidad encubierta