viernes. 29.03.2024

En ciertos foros del activismo social y mediático se ha arremetido duramente contra los sindicatos CCOO y UGT por el mero hecho de asistir a una reunión con el presidente del Gobierno y las organizaciones empresariales, el pasado 16 de mayo, para reflexionar sobre la actual situación económica y social y evaluar caminos de salida. O se está en la bronca o no se está, venían a decir.

Se nos dice a los sindicatos que no es posible negociar nada con el Gobierno del PP porque es el mismo gobierno que ha llevado a cabo todo tipo de atropellos contra los trabajadores y la inmensa mayoría de la sociedad española. De lo segundo no me cabe ninguna duda, pero es necesario explicar que dialogar y negociar con la contraparte (sea esta el Gobierno, la administración o la patronal) es, no solo compatible, sino deseable para defender los intereses de la gente a la que representas. Un sindicato que no moviliza y no cultiva su perfil más reivindicativo corre el riesgo de ser cualquier cosa menos un sindicato; pero una organización sindical que no es capaz de traducir la reivindicación y la movilización en pacto o acuerdo para preservar los derechos de los trabajadores y trabajadoras, sencillamente no existe, o existe marginalmente.

Irrumpen en escena últimamente distintas voces que dictan sentencia sobre lo que debe o no debe hacer un sindicato, un partido o una ONG. Esas voces no se equivocan nunca porque detrás de las mismas solo existe la insoportable levedad del ser, algo así como una atalaya espiritual de adoctrinamiento, que únicamente responde ante dios y ante la historia. Si los sindicatos convocan movilizaciones, o son descafeinadas o se hacen porque gobierna la derecha (depende de la ubicación espiritual del opinador/a); si asisten a reuniones con la patronal o el Ejecutivo, traicionarán los mandamientos de la ideologización súbita, o simplemente acudirán presionados por las circunstancias. Hagamos lo que hagamos, ciertos proveedores del pensamiento bipolar nos condenarán con saña.

Hacer sindicalismo es asumir riesgos, defender derechos plausibles y principios sólidos. Hacer sindicalismo en un país roto por la crisis, con un mercado de trabajo dual y una ofensiva sin precedentes contra el derecho del trabajo, conlleva un ejercicio de coherencia y coraje que no siempre será comprendido. Pero  los sindicalistas no rinden cuentas cada cuatro años, lo hacen en cada negociación, en cada conflicto, en cada pacto, en cada huelga. Y detrás de ellos, hay trabajadores y trabajadoras en paro, con empleo estable o temporal, en condiciones de precariedad o contractualmente protegidos, con salarios altos, medios y bajos, con perspectivas sombrías o un poco más aliviadas. Personas a las que debes defender en todos los ámbitos. Y es a ellas a las que se debe el sindicato. Lo que es seguro, es que en aquellas empresas con presencia del sindicalismo de clase, con convenio colectivo, con poder contractual, con afiliación y actividad reivindicativa, las condiciones de trabajo de las y los asalariados serán mejores y más dignas que las que existen en empresas con sindicatos débiles, sindicatos corporativos o sin sindicatos. Así fue, así es y así será.

¿Qué es eso de reunirse con el Gobierno?