viernes. 19.04.2024

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@Montagut | En el anterior artículo sobre la Declaración Balfour aludimos a la inquietud que generó entre los árabes, especialmente en el jerife Husayn, pero las repercusiones fueron mayores, porque afectaron a muchas partes, mereciendo que nos detengamos en el estudio de las mismas.

En primer lugar, no cabe duda que la Declaración tuvo una gran repercusión en los medios de comunicación. Los judíos vieron, por vez primera, que un poder occidental parecía favorable a su causa e interpretaron que se trataba de un reconocimiento de sus derechos sobre Palestina, pero, en realidad, la Declaración era muy imprecisa por varias razones. En primer lugar, porque no había unanimidad en el seno del gobierno británico sobre la cuestión judía, como ya apuntamos en su momento, y se había optado por un texto muy breve sin marcar nada claramente. Londres había realizado esta Declaración para buscar el apoyo judío y esperaba el final de la guerra para actuar en la zona. Pero, además había que tener en cuenta el compromiso contraído con París en el Acuerdo Sykes-Picot, que establecía que la región debía quedar bajo administración internacional, y que contradecía la Declaración.

La imprecisión de la Declaración generó no pocas incertidumbres. En primer lugar no estaban muy claros los límites de Palestina. Los sionistas hacían una interpretación geográfica muy amplia de la misma, porque para ellos incluía los dos lados del río Jordán, englobando, pues, la futura Transjordania. En cambio, en el Acuerdo franco-británico Palestina tenía unas dimensiones mucho más pequeñas.  Otra cuestión que no se había establecido era el límite del hogar nacional judío. ¿Debía comprender toda Palestina o solamente una parte? Pero tampoco estaba claro qué se entendía por hogar nacional. Aunque los sionistas no habían hablado nunca de Estado con los británicos por evidente prudencia diplomática, en realidad era su objetivo último. ¿Estaría dispuesto el gobierno inglés a aceptar un futuro Estado judío? Por fin, aunque los británicos habían dejado muy claro que había que respetar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías, es decir, de los árabes, que eran la mayoría en la zona, no se había precisado el contenido de esos derechos. En conclusión, la Declaración podía ser interpretada de muchas maneras.

¿Y las potencias aliadas? A Francia no le gustó nada la Declaración Balfour porque vulneraba su pacto con el Reino Unido sobre la internacionalización de Palestina. Italia tampoco manifestó su apoyo. Por su parte, Alemania intervino en la cuestión. Como hemos visto, los sionistas en Berlín habían sido muy activos y el gobierno alemán era consciente, como lo había sido el británico, de la importancia de contar con el apoyo judío en la guerra. Así pues, hicieron su propia declaración a favor del establecimiento de los judíos en Palestina con un autogobierno, complicando un tanto la situación.

Por fin, los árabes, además de la inquietud del jerife, y en plena rebelión contra los turcos, rechazarían tajantemente en Damasco cualquier pretensión de los sionistas en Palestina.

En el momento en que los británicos tomaron Palestina, los judíos de la zona exigieron que se hiciera efectiva la Declaración Balfour y que se reconociesen las instituciones que habían creado. Londres, prudentemente, no tomó ninguna decisión porque la Convención de La Haya obligó a los británicos a mantener una especie de status quo hasta que se llegara a un acuerdo con los turcos y porque se temían conflictos. Los británicos esperaron para tomar una decisión a que se organizara la paz al terminar la Gran Guerra.

Las repercusiones de la Declaración Balfour