jueves. 28.03.2024
capitan-lagarta

Ave, María, mujer trabajadora. Desde que los abuelos le dijeron que ya estaba bien, vamos, que estaban hasta los cojones de críos, María tiene que hacer verdaderas virguerías con la logística de sus hijos. No sabe ya a quién dejarlos porque las chicas no son formales y le duran poco y Jose Mari, su maromo, tampoco puede, después del despacho tiene squash. María siente todos los días el mismo descarnado dolor al separarse de sus dos retoños. Hay que ser mujer para entenderlo. Cualquier mujer que esté en el caso de María, cualquier mujer que trate de compatibilizar lo doméstico con lo laboral, puede decirse que es una heroína. Es necesario entender a esas mujeres, es necesario apoyarlas. ¡Basta ya de injusticia, llegó la hora de la Igualdad!, ¡viva el artículo catorce!, ¡viva el noveno!, ¡viva España!. Como habrá apreciado el lector, resulta fácil construir arengas en pro de la Igualdad, basta con utilizar el tono correcto, sencillo, sensible, vano y encantadoramente superficial. Pero si curiosos levantamos la tapa de este precioso pavimento, penetraremos -joder...¡qué mal huele!-  en las alcantarillas de la Igualdad. Bajemos; ahí abajo está Josefa, ella no es una mujer trabajadora como María, pero también tiene dos hijos. Ella no se queja. Josefa cuida ahora a los dos hijos de María, los suyos quedan al cuidado del azar. Josefa debe existir -no hay norte sin sur, ni noche sin día, ni ying sin yang, ni don sin din - para que la esforzada María pueda compatibilizar. Josefa debe existir todos los días de ocho a catorce horas, incluidos sábados  -pobre María sólo ese día puede descansar-  para cuidar a esos dos retoños, los futuros jefes de sus hijos, por la cantidad de 300 euros al mes y sin dar de alta en la Seguridad Social. Esto huele muy mal, este hades apesta. Aquí abajo vive la honradez, el gesto taciturno de quien nunca se queja. Subamos pronto, ¡cómo apesta este muladar!, ¡cómo ciega mirar de frente y a los ojos a la puñetera esclavitud!. Cerremos la tapa, olvidemos la experiencia. Ya estamos fuera, por fin, afuera, afuera, aquí sí que se está bien, tranquilos, respirando aire casi puro, aire casi limpio, aire impregnado del pachuli de la hipocresía: “Ah, los peques, cómo los echo de menos, pero sé que están bien con la nueva chica”

Bajo el pavimento