viernes. 29.03.2024
Orson Welles
Orson Welles

orson-welles-4Después de tanto bombardeo informativo de políticas y de candidatos, caravanas, banderolas, carteles, vídeos, mítines, pancartas, atriles, oropeles, luces, aplausos, encuestas, elecciones y promesas, sobre todo promesas y ataques al contrario, sin programa y con programas aquí y allá, crispaciones y discursos donde las palabras pierden su significado, debates sin contenido y proyectos de pactos interesados, sería bueno que nos relajáramos y echásemos la vista a otros mundos donde la fantasía se trueca realidad: el mundo de los sueños cumplidos, el cine. Porque voy a hablar de cine. Del cine de siempre y de su mundo, dispar del que nos echan encima los candidatos para salir elegidos, un mundo que reclama la sociedad y que los políticos suelen olvidar en cuanto salen elegidos y llegan al poder. Del cine cuando era cine, no de películas de explosiones y guiones absurdos donde el bueno es siempre bueno aunque haga cosas malas, y es guapo, alto, rubio y con los ojos azules, y el malo no puede dejar de ser malo porque es feo, moreno, bajo y regordete, y un personaje así nunca puede ser bueno. Como en política, donde se “prefabrican” candidatos para atraer votos por su imagen y palabrería.

Voy a hablar de cine. No de películas como las que se montan los candidatos y luego nos las cuentan ensalzando sus buenas y honrosas intenciones. De esto también trata el cine del que voy a hablar, y sus personajes, un genio rebelde, maestro de cineastas, y un político, uno de los mayores empresarios y magnate de la prensa, que bien pudiera traducirse en estos tiempos, por un magnate de la comunicación y mangante de la política. Porque el cine es también política, y va unido a ella al reflejar una realidad social o tratar temas históricos. Voy a hablar de Orson Welles, y el ciudadano Kane, un personaje controvertido por su genialidad y por su enfrentamiento al sistema mercadotécnico americano, en concreto al sistema de Hollywood, y de un guión convertido en imágenes, consideradas hoy como la mejor puesta en escena de la cinematografía mundial.

Si hablo de este personaje no se debe tanto a sus actitudes ante el sistema americano y sus persecuciones desatadas, la famosa caza de brujas, especie de purga capitalista como las checas del otro lado, contra intelectuales, funcionarios, periodistas y artistas sospechosos de inclinaciones comunistas, cuanto porque en este mes de mayo Orson Welles hubiera cumplido 100 años. Y porque este año, además, se cumple el setenta y cinco aniversario de esa obra maestra del cine, considerada por casi todos los críticos y expertos en la materia como la mejor película de la historia del cine, Ciudadano Kane.

REBELDE CON CAUSA

Este año se cumple el setenta y cinco aniversario de una obra maestra del cine, Ciudadano Kane

Orson Welles, hijo de familia acomodada, amante de las artes, nació en mayo de 1915 en Wisconsin (Estados Unidos). Con sólo tres años debuta en el teatro de la Ópera de Chicago con una obra clásica Sansón y Dalila. Desde entonces los clásicos son su obsesión, que llegará a su cumbre con la puesta en escena y proyectos incumplidos de textos de Shakespeare y Cervantes. Saltó a la fama en la cadena de radio CBS con la retransmisión de una invasión extraterrestre que sembró el pánico en todo el Estado de Nueva Jersey, lugar del aterrizaje de las naves alienígenas, una adaptación radiofónica de la novela de H. G. Wells, La Guerra de los Mundos. Era el mes de octubre de 1938, tenía 23 años y se hizo famoso, aunque buenos disgustos le costó la dichosa emisión. Para bien y para mal, pues a partir de ahí le salieron contratos para hacer películas y lo que quisiera, con plena libertad (que luego le impidieron), en la RKO, una productora de cine de segunda categoría en Hollywood, entonces en su cenit de éxitos. La RKO no era muy importante pero que con él adquirió prestigio, y eso que no llegó a  realizar todos los proyectos que en principio le habían encomendado, algo que estuvo indisolublemente unido a su carrera y su creación artísticas, donde prevalecen los proyectos en el papel y no en el celuloide.

Su madre era pianista y le mostró desde pequeño el valor del teatro. Su familia era sufraguista, cosa que en aquel entonces no estaba bien vista, como tampoco las ideas críticas del padre con el sistema estadounidense. En Chicago frecuentó círculos artísticos e intelectuales, también muy críticos con el sistema de un país aislacionista, temeroso de que le invadieran las ideas revolucionarias de la Unión Soviética, obsesionado con el cáncer del comunismo y cualquier intento de formar una asociación que no se ajustara a los parámetros marcados por el incipiente mercado del momento, tras la crisis recientemente pasada, y la debacle financiera y económica de 1929. El centro financiero de Wall Street cayó en picado originando un período de declive económico en todas las naciones industriales, semejante al de hoy. Y la razón, hoy como ayer, no es otra que el intervencionismo estatal y la privatización. Para remediarlo, entonces se recurrió a la potenciación de la industria con la fabricación de armas, que acabaron poniéndose en práctica en la II Guerra Mundial, el mayor desastre del siglo XX, junto a la I Guerra, y, hoy, en circunstancias semejantes, el recurso ha sido la fabricación de ladrillos, la pura y dura especulación inmobiliaria y financiera que han llevado a los bancos a convertirse en los gobiernos nacionales, y al mercado, en adalid de las falsas democracias donde privan los intereses privados de los magnates empresariales y mangantes del bien común. Contra todo ese sistema luchó ideológica y “cinematográficamente” el incipiente genio del maestro del cine. Involucrado políticamente con  el gobierno progresista, entra a formar parte del Federal Theatre, organismo creado por el presidente Roosevelt con el fin de ofrecer trabajo a gente de la farándula, actores y demás personal de la tramoya, que la Gran Depresión había llevado al paro, un paro que en el país más rico del mundo aumentaba a cifras alarmantes. Esta institución, por primera y única vez en el gobierno estadounidense, estaba financiada y permitía plena libertad a sus integrantes. En ella Orson Welles comenzó a desarrollar su genio creativo, debutando con la clásica obra Macbeth de Shakespeare -que luego llevaría al cine- interpretada por actores negros y situando su acción en Haití. Para unos fue un escándalo, para otros, un éxito, y para la mayoría, una genialidad controvertida. Poco duraron esa y otras representaciones posteriores, en junio de 1937, el gobierno prohibió el drama musical, pionero en los escenarios, The Cradle Will Rock, por ser el guión del escritor comunista Marc Blitzstein. Tal prohibición se interpretó como “un acto de censura política contra un texto que asume la defensa de los derechos sindicales y de un teatro abiertamente politizado”, según lo califica P. Mereghetti. Pero Welles busca otro modo y otro lugar, esquivando la censura, para la puesta en escena del texto, con el mismo autor tocando el piano y los actores leyendo su parte dialogada; “lectura dramática” que fue un éxito, aplaudido incluso en las primeras páginas de los periódicos. Así fue el preludio de otros éxitos, y otras rebeldías, tanto en el teatro, como en la radio, con su “Guerra”, y sobre todo, por lo que es más conocido y reconocido, en el cine.

Orson Welles, junto a otros más de doscientos artistas e intelectuales americanos fueron perseguidos por sospechosos de ser simpatizantes del comunismo, cuando no agentes soviéticos infiltrados en la administración. El senador republicano McCarthy (1947-1957) fue el artífice de esta “caza de brujas” por motivos ideológicos, “cruzada anticomunista” que atentaba contra la misma constitución de los Estados Unidos. Muchos quedaron en el paro, condenados  a no subirse a un escenario, no hacer cine, exiliarse o no escribir más. A Orson Welles, contradicciones de la vida y la historia, que aquí podía trabajar en libertad, le siguieron persiguiendo y vigilando incluso en España. A punto estuvo de detenerle el servicio secreto americano porque cenó una noche con un dirigente del partido comunista italiano.

No me voy a extender en sus obras ni en su vida que se puede encontrar en cualquier enciclopedia o en la extensa biografía que sobre el personaje existe.

orson-welles-2Me voy a permitir solamente unas líneas sobre su mejor obra, de la que se cumple este año, el 75 aniversario, Ciudadano Kane, donde refleja esa rebeldía y su crítica visión del sistema capitalista y empresarial, así como del manejo de los medios de comunicación al servicio de una idea. Su protagonista, Kane (el mismo Orson Welles), no es otro que el magnate de la prensa de derechas, que luego degeneró en lo calificado como “periodismo amarillo”, aunque el mismo Orson lo negara, que el empresario William Randolph Hearst, hijo de un senador con mucha fortuna. Hearst acabó siendo dueño y señor de una gran cadena de periódicos y otros medios de comunicación, casi medio centenar, a  partir del “San Francisco Examiner”, heredado cuando contaba solamente 23 años, y que transformó en un rotativo de éxito al que siguieron otros, convirtiéndose en el mayor magnate y mangante de todo un emporio periodístico, no en vano, a golpe de talón, fue comprando los mejores redactores de sus contrincantes. El mismo Hearst hizo todo lo posible para que se prohibiera su distribución y proyección. Por fin en l941 se estrenó contra viento y marea de informaciones negativas del mismo Hearst. Las similitudes de este personaje con el protagonista de la película son numerosas, desde sus ansias por entrar en política, frustradas, a sus matrimonios, también frustrados, así como su afán insaciable por el dinero, el poder, y por el coleccionismo exótico, residencias, museos y palacetes, como Xanadú/Casa Grande, regalo para su última esposa, una cantante-actriz sin talento ni voz, a la que él pretendía encumbrar. Todo le lleva al final de sus días a la soledad absoluta, al fracaso y al único recuerdo agradable que más ha valorado en su vida y cuyo nombre pronuncia al inicio de la película: “Rosebud”. El espectador conoce su sentido, pero, fascinado por las imágenes, asiste a la investigación que lleva a cabo un periodista para descifrar su significado. Para averiguarlo, se dedica a interrogar a todos los que tuvieron algo que ver con  Kane, desde sus matrimonios, a sus compañeros, empleados, amigos y enemigos, sirvientes, etc. El juego con el tiempo, a través del flashback, o analepsis, es decir, la alteración cronológica del relato para volver al pasado, el juego de luces y sombras, los picados y contrapicados, la profundidad de campo, la visión general de la escena donde el ojo abarca todo y no sólo un punto como hasta entonces se venía haciendo, confieren una maestría y técnica que ha sido ejemplo y modelo de todo el cine posterior. Por primera vez se filman hasta los techos para dar mayor contenido al espacio-tiempo de la puesta en escena. Orson Welles, como le sucede a los genios, confesó al respecto que no tenía ni idea de hacer cine. Si la llega a tener... Algo semejante dijo Beethoven  a su clásico maestro Haydn, con el que estudió dos años, que quería aprender todas las reglas para luego saltárselas, y así es su música. Algo semejante sucede con la obra de Welles.

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UN AMERICANO EN ESPAÑA

España, a la que vino para quedarse porque aquí podía desarrollar su creatividad con plena libertad, la llevaba en el corazón

Conocí a Orson Welles una tarde en que estaba rodando junto al lago de la Casa de Campo de Madrid, “Campanadas a medianoche”, obra inspirada en varias obras de Shakespeare. Era un  tipo grande, inmenso, de porte majestuoso y solemne que apenas si daba órdenes, con un enorme puro en los labios y una barba que parecía Papá Noel. Su personalidad física me impresionó, y luego su creatividad que ido siguiendo. Varias tardes me entrometí en el rodaje, tanto entre los árboles de la Casa de Campo, donde rodó parte de una batalla, como a las afueras de las murallas de Ávila, cuyas carreras de caballos y ambiente medieval me causó asombro. Era yo muy  jovencito y poco sabía de cine, pero disfrutaba y estaba interesado en ese séptimo arte. Si la proyección de las imágenes en la pantalla me fascinaba, cuando descubrí cómo se realizaban, mi interés fue mayor y no me perdía rodaje que se hiciera en Madrid, o en los alrededores. Cuando los estudios me lo permitían procuraba asistir y mezclarme entre bambalinas. Pero cuando realmente descubrí su genialidad fue en Chinchón. En esta hermosa plaza castellana, popular en el mundo  gracias a sus reproducciones postales, rodó gran parte de su película “Una historia inmortal” en 1968. La historia se sitúa en Macao, ciudad costera de China. Para conseguir ese escenario, transformó la plaza de Chinchón en puerto de mar chino. Solamente una mente privilegiada es capaz de lograr ese efecto tan natural como real, pues entonces no existían los adelantos y trucos del ordenador; el cine era cine, los decorados, decorados, y el ambiente era real y no virtual. Luego vi las películas y no parecían lo que eran, sino lo que debían ser. La magia del cine. Tan real como si uno estuviera en Macao. No en vano afirmó nuestro personaje que España era el mayor, el mejor y perpetuo escenario para el cine.

Y hasta en España le siguió persiguiendo, en la década de los sesenta, su sistema estadounidense que comenzara con la caza de brujas del senador McCarthy.

España, a la que vino para quedarse porque aquí podía desarrollar su creatividad con plena libertad, la llevaba en el corazón. Se enamoró de nuestra tierra nada más pisarla, escamado como venía de un sistema que se las daba de demócrata, y eso que en esa época España estaba bajo una bota militar. Pero eso era una cosa y otra los españoles y su tierra, llena de historia, encanto y pasión. España significaba la vida, la libertad, la belleza y la salud, mental y corporal, buen vino, buen aceite, buena fruta, buena comida, buenos paisajes... El mejor decorado.

Según su mujer y su hija, esta tierra le cautivó, era el lugar donde más feliz había sido. Por eso  su último deseo antes de morir, fue que sus restos reposaran eternamente en Ronda (Málaga) y esparcieran sus cenizas en la finca de su amigo, y admirado torero Antonio Ordóñez, rodeado de pleno campo, en compañía de la feraz natura.     

(Fotos: Europapress)

Orson Welles y España