viernes. 19.04.2024
LECTURAS SUMERGIDAS | REVISTA LITERARIA

Muñoz Molina se busca y rastrea el asesinato de Martin Luther King

Por Emma Rodríguez | Cuenta Antonio Muñoz Molina que “la literatura se hace con lo que existe y con lo que no existe” y que él, en sus comienzos, no sabía construir ficciones con el mundo que tenía delante de los ojos.

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Fotografía: Antonio Muñoz Molina © Elena Blanco

lecturassumergidas.com | @lecturass | Por Emma Rodríguez | Cuenta Antonio Muñoz Molina que “la literatura se hace con lo que existe y con lo que no existe” y que él, en sus comienzos, no sabía construir ficciones con el mundo que tenía delante de los ojos, ni inventar personajes que llevaran vidas similares a la suya en el tiempo presente. Cuenta que para él, al principio, la ficción “tenía que ver con lo imaginario y lo soñado, con lo deseado que no podía alcanzarse” y que todos sus protagonistas eran proyecciones románticas de sí mismo. Lo dice muy al comienzo de Como la sombra que se va, su última novela, y resulta muy significativo porque una de las intenciones, más bien hallazgos, de este trayecto narrativo, es dar cuenta de la evolución, del proceso de aprendizaje del escritor hasta ser capaz de introducir la propia vida, la inmediatez de lo acontecido, en sus libros.

En Como la sombra que se va, en efecto, vemos al Muñoz Molina que escribió El invierno en Lisboa, un autor aún en ciernes, alimentado de experiencias literarias y cinematográficas, que corría tras las huellas de sus enigmáticos personajes en escenarios en penumbra, y vemos al escritor que ha acabado siendo con los años, más libre, más descargado de prejuicios que nunca, en esta entrega en la que se busca a sí mismo mientras persigue a un asesino, el asesino de Martin Luther King. Estamos, por tanto, ante dos tramas, dos tramas paralelas, o mejor tres, porque el final nos depara una magnífica sorpresa.

Vamos leyendo y hemos de pasar de un lado al otro, de ese lado en el que el autor intenta meterse en la piel de James Earl Ray, quien el 4 de abril de 1968 no dudó en disparar contra Luther King, a ese otro en el que se enfrenta a la hoja en blanco, al sentido de la escritura y, sobre todo, a las enseñanzas y revelaciones de la vida. Sentimos que hay un puente, una sutil frontera que tenemos que atravesar una y otra vez, adaptando nuestros sentidos a los distintos tiempos y planos. Sucede que cuando estamos absortos en una de las orillas, debemos abandonarla y viajar a la otra, cambiando rápidamente de equipaje, de estado emocional. Puede que, en ocasiones, nos cansen los detalles de la huida del delincuente que utiliza pasaportes falsos, despliega ávidamente periódicos en habitaciones de hotel para saber lo cerca que está la policía de alcanzarlo y baja la mirada para no ser reconocido. Puede que las opiniones de quienes le conocieron, los datos sobre sus pertenencias y banales actos cotidianos, nos resulten excesivos por momentos, pero cuando esto pasa nos aguarda el escritor, el escritor que detiene el discurrir de la historia que está contando para cruzar al otro lado, el de su propia aventura.

El hombre que mató a Luther King viajó a Lisboa para esconderse. Muñoz Molina hizo un viaje a Lisboa para recrear los escenarios donde se movió su protagonista, para metamorfosearse en él e imaginar lo que fue sentirse prófugo en un lugar extraño, en una lengua desconocida. “Quien puede saber de verdad lo que sucede en la conciencia de otro, lo que parecería este mismo lugar visto por sus ojos. Lleva consigo en secreto la monstruosa distinción de ser el criminal más buscado del mundo (…) La vanidad y el terror le pertenecen de manera exclusiva. Lo que hizo unas semanas atrás probablemente se le disgrega en la banalidad de lo inmediato, de las cosas diarias, en la fatiga de estar huyendo siempre, en el estupor imprevisto de estar siendo perseguido con tanta saña, cuando hasta ahora apenas ha habido en el Sur ejecuciones de negros que no quedaran impunes”, leemos.

A través de un personaje secundario, al que dota de protagonismo, el del asesino, Muñoz Molina llega al gran personaje, Luther King, intentando deshacer el mito y mostrando al político, al hombre público capaz de mover a las masas en torno a su palabra encendida, a su “elocuencia bíblica”, pero que se siente cansado por tanta lucha y llega a dudar de su papel, de su cometido...

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