viernes. 29.03.2024
HISTORIA

Los motines de los Tercios Españoles en Haarlem y Amberes

El primero de los motines de los Tercios se dio en julio de 1573 en Flandes, al poco tiempo de que las tropas tomaran la ciudad de Haarlem. Los soldados llevaban unos dos años sin cobrar, unas veinte pagas. 

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La furia española de 1576, Amberes, según el cuadro del Barón H. Leys, pintado en 1859. Museos Reales de Bélgica, Bruselas

Un tipo de motín de la Edad Moderna, no vinculado con crisis de subsistencia o presión fiscal sobre la población, era el protagonizado por los soldados de los Tercios españoles que no recibían sus pagas. Fueron bastante frecuentes por las dificultades financieras de la Monarquía Hispánica, que en muchas ocasiones retrasaba los pagos por falta de liquidez. El problema se agudizaba cuando se prohibía el pillaje sobre los bienes de los enemigos.

El primero de los motines de los Tercios se dio en julio de en Flandes, al poco tiempo de que las tropas tomaran la ciudad de Haarlem. Los soldados llevaban unos dos años sin cobrar, unas veinte pagas. El asedio de esta ciudad había sido especialmente complicado y había provocado muchas bajas, además de las privaciones pasadas por un crudo invierno. Se habla de una pérdida de unos cuatro mil soldados, cifra impresionante, sin lugar a dudas, aunque más terribles fueron las bajas del otro lado, especialmente por la represión ordenada. Tan duro fue el enfrentamiento que Fadrique de Toledo había llegado a pensar seriamente en abandonar el sitio pero su padre, el duque de Alba, fue inflexible y conminó a su hijo a rendir la plaza. Pero no sólo la falta de las pagas y el sufrimiento pasado fueron las únicas causas del amotinamiento. El pillaje de la rica plaza de Haarlem habría podido ser una solución para estos soldados pero la ciudad consiguió evitarlo abonando doscientos cuarenta mil florines que no fueron destinados a intentar solventar la situación de las tropas.

Así pues, a los pocos días los soldados se sublevaron. El amotinamiento duró dieciocho días. En este tipo de motines era muy normal que las autoridades terminaran por ceder. Los amotinados tenían armas y el enemigo siempre estaba al acecho. El duque de Alba y su hijo transigieron y abonaron treinta escudos por cabeza. Pero la disciplina debía garantizarse y Alba era un personaje inflexible que no toleraba no sólo la insubordinación sino cualquier signo de debilidad, como lo había demostrado con su propio hijo. Una cosa era no emprender una acción represiva general por las razones expuestas, y otra que no hubiera algún tipo de castigo que demostrase que seguía existiendo el principio de autoridad. Así pues, mandó colgar a los cabecillas y no se abonaron cantidades a los enfermos y heridos. Pero el castigo se completó con la orden de entrar en combate contra los holandeses en dos acciones muy complicadas, casi imposibles, como eran la toma de Akmaar y Leyden, pero que el Tercio consiguió. No contento el duque de Alba, lanzó a estas tropas, mandadas por Sánchez Dávila, contra el príncipe de Nassau. El choque se produjo en la batalla de Mock el 14 de abril de 1574. El empuje español fue evidente y los holandeses tuvieron que retirarse pero en la noche las tropas se amotinaron otra vez. Bernardino de Mendoza aludió a la costumbre española de amotinarse después de una batalla si no se pagaban las pagas, al contrario de lo que, al parecer, hacían otras tropas europeas que exigían antes el salario a sus generales.

Las tropas amotinadas se dirigieron a Amberes para exigir las pagas atrasadas al gobernador Luis de Requesens. Allí encontraron resistencia en la fortaleza de la ciudad. El alférez Francisco de Salvatierra no dudó en apuñalar y arrojar al foso al sargento mayor y al jefe elegido por los amotinados. Pero Requesens era consciente, en línea con lo que explicábamos anteriormente, de la necesidad de apaciguar a los amotinados y evitar el saqueo de la ciudad. Como no tenía dinero les entregó paños y telas que se valoraron en seis pagas. Eso hizo que los ánimos se calmaran.

Para terminar es importante aludir a un aspecto de la mentalidad de la época de los Austrias en relación con las victorias y fracasos de gobernantes y militares. Se consideraba que era determinante la intervención divina. Requesens dejó escrito que los motines, que se habían producido en el momento en el que parecía llegar la victoria sobre los enemigos, habían sido castigos enviados por Dios por sus pecados.

Los motines de los Tercios Españoles en Haarlem y Amberes