jueves. 02.05.2024
Melody Gardot

Ayer asistí en el Palau de les Arts de València a un magnífico concierto de Melody Gardot, una cantante y compositora considerada por la crítica especializada como la actual reina mundial del modern jazz. Mientras disfrutaba del evento, no pude evitar rememorar la historia de aquella jovencita que a los diecinueve años (Melody tiene ahora treinta y siete) sufrió un aparatoso accidente al ser arrollada por un automóvil cuando paseaba en su bicicleta, un hecho traumático con graves consecuencias, sobre todo las ocasionadas por un severo traumatismo craneoencefálico.

Pero será mejor comenzar por el principio. Melody Gardot nació en el estado de Nueva Jersey (EEUU) en 1985. Hija de madre soltera, fue criada por sus abuelos y a los nueve años comenzó su formación musical recibiendo clases de piano. A los dieciséis comenzó a actuar en algunos clubes de Filadelfia, aunque solo como hobby y sin intención de dedicarse a la música, al menos no profesionalmente. 

Melody era una joven feliz cuya vida se truncó cuando cierta mañana, un Jeep Cherocke se saltó un semáforo en rojo, la arrolló y le ocasionó una doble fractura de pelvis, graves heridas en la columna vertebral, y un severo traumatismo craneoencefálico cuyas secuelas la imposibilitaron para ser autosuficiente. Dejó de ver, dejó de hablar, dejó de comprender y le fue imposible realizar tareas tan elementales como comer.

Melody, una joven inasequible al desaliento y todo un ejemplo de resilencia elevado a la enésima potencia

Melody permaneció postrada en cama más de un año mientras soportaba las duras secuelas del percance, no solo las traumatológicas sino también las neurológicas: una amnesia a corto, medio y largo plazo, severas dificultades con la noción del tiempo y una hipersensibilidad severa tanto a la luz (actualmente sigue llevando gafas oscuras, incluso en el escenario) como al sonido. Tuvo que reaprender tareas sencillas como cepillarse los dientes, depilarse las piernas, lavarse las manos, e incluso otras tan necesarias como hablar. El cerebro de Melody era como el disco duro de un ordenador que muy a pesar de contener toda la información previa al accidente, no la podía utilizar por la incapacidad de sus conexiones neuronales para extraer esos datos y utilizarlos. En una entrevista realizada por el periódico ABC en 2012, Melody manifestó: «Tuve que aprender todo de nuevo, fue como ser reducida al núcleo. Solo me quedaba la voz interior, estaba sola, y tenía un monólogo de David Lynch en la cabeza todo el tiempo, era como vivir en la película “La escafandra y la mariposa”».

Para paliar las consecuencias del accidente, el médico encargado de su rehabilitación animó a Melody a que compusiera música durante su larga convalecencia, un consejo que supuso para ella el primer paso de una ejemplarizante historia de superación personal. Con una admirable paciencia inmune a las contrariedades, Melody comenzó a tararear melodías y a registrarlas en una grabadora, una práctica que poco a poco permitió que las neuronas de su sistema nervioso central recuperar lo que había aprendido en las clases de piano de su infancia. El siguiente paso consistió en tararear las melodías que creaba acompañándose ella misma a la guitarra (aprender a tocarla formó parte de su rehabilitación). 

Y así, muy poco a poco, fueron mejorando las funciones psicomotrices al mismo tiempo que surgieron auténticas canciones compuestas por Melody, una joven inasequible al desaliento y todo un ejemplo de resilencia elevado a la enésima potencia. Como resultado de este trabajo surgió la grabación de un disco en 2005, “Some lessons. The Bedroom Sessions” (“Algunas lecciones. Las sesiones de dormitorio”) compuesto por siete temas de corte acústico en clave de blues y folk. Según ella misma afirmó: «Sin ese accidente quizá no tendría mucho que decir».

Llegados a este punto sería interesante aclarar algunas nociones acerca de la resiliencia
¿Qué es la resiliencia?

El término resiliencia (del latín resilio: saltar hacia atrás, rebotar, volver atrás) comenzó a utilizarse en la física al hacer referencia a la capacidad de cierto materiales para recuperar su forma después de haber estado sometidos a altas presiones. 

Fue John Bowlby quien en 1992 trasladó este término a la psicología: “La resiliencia es un resorte moral, la cualidad de una persona que no se desanima, y que no se deja abatir”. 

Todas las definiciones de resiliencia aluden a la combinación de factores que permiten a la persona afrontar un evento vital adverso, así como también su capacidad para superarlo

El concepto de resiliencia no implica tanto ser invulnerables frente al estrés sino la habilidad de recuperarse tras eventos vitales adversos. Dependiendo de cada autor y de su enfoque teórico, nos encontramos con distintas definiciones del término resiliencia, aunque básicamente todas aluden a la combinación de factores que permiten a la persona afrontar un evento vital adverso, así como también su capacidad para superarlo.

A lo largo de la historia encontramos varios ejemplos de resiliencia, entre los que destacan tres por haber sido muy difundidos.

Ana Frank, la niña judía que, durante la Segunda Guerra Mundial, permaneció escondida durante dos años junto a otras ocho personas, hasta que fueron descubiertos y deportados a campos de concentración nazis. En “El diario de Ana Frank”, escrito durante el tiempo que permaneció oculta, es un elocuente ejemplo de cómo afrontar y cómo superar la adversidad.

Víctor Frankl, neurólogo y psiquiatra austríaco que sobrevivió al Holocausto tras permanecer recluido en cuatro campos de concentración, incluyendo el de Auschwitz, desde 1942 a 1945. Sus padres y otros familiares no consiguieron resistir y murieron durante el internamiento. A partir de esta experiencia, Frankl desarrolló a posteriori un acercamiento revolucionario a la psicoterapia que hoy conocemos como logoterapia. También a partir de sus experiencias, escribió el libro “El hombre en busca de sentido”.

Boris Cyrulnik, nacido en el seno de una familia judía procedente de Ucrania, presenció con solo cinco años cómo sus padres eran deportados y asesinados en un campo de concentración. El niño sobrevivió y esta experiencia le motivó para estudiar psiquiatría. Su carrera profesional estuvo casi exclusivamente dedicada al tratamiento de niños traumatizados. Boris Cyrulnik definió la resiliencia como «un proceso, un conjunto de fenómenos armonizados, en el cual el sujeto se cuela en un contexto afectivo, social y cultural. Es el arte de navegar en los torrentes». 

No quisiera concluir este breve artículo sin citar una de las frases preferidas de Melody Gardot: “La suerte favorece a la mente preparada” (Louis Pasteur).


Clotilde Sarrió: Psicoterapia Gestalt

Melody Gardot, una diva del jazz y un ejemplo de resiliencia