jueves. 18.04.2024
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Mamimebajo, era como un grito de guerra en tiempos de paz. Un grito sin gritar, lanzado sin intención de informar siquiera, más bien una excusa que pudiera servir de coartada en el caso de que las cosas se pusieran feas si uno regresaba tarde a casa. Tarde, entiéndaseme, todo lo tarde que se podía llegar a casa sin haber cumplido ni quince años.

No,subequetienesqueirdondeJuanito podía ser la contestación, y eso sí era un grito, un grito de mi madre, ese sí dicho con una cantidad de bits de información prodigiosa. Que subas, vaya. Y subía. Y bajaba. Hacia donde Juanito. A la tienda de ultramarinos que estaba en el corazón de la colonia del Pico del Pañuelo donde vivíamos. Bajaba a hacer un par de recados, esos recados que a toda madre que se precie le conviene mandar a sus hijos de vez en cuando para tenerles engrasados, esos recados que les permitían a ellas no tener que ser exhaustivas en la lista de la compra que nunca escribían en ningún papel antes de ir al mercado.

Que me dice Juanito que si las latas de tomate las quieres grandes o pequeñas. Un clásico. Grandes o pequeñas. Juanito, o su mujer, de cuyo nombre no puedo acordarme, me miraban con una mirada inquisitiva pero amable a la vez, de una jovialidad casi bovina, y me preguntaban eso, que si las latas las queríamos grandes o pequeñas, y me mostraban la notable diferencia evidenciada en sus baldas de alimentos. Y yo me daba media vuelta y casi sin despedirme volvía a mi casa maldiciendo mi torpeza, esa torpeza que me impedía acordarme de preguntar a mi madre cuando me daba sus órdenes verbales si quería las latas, las bolsas, los sobres, las botellas, lo que demonios fuera que quisiera comprar para abastecernos, de tamaño grande o de tamaño pequeño. O mediano, que también los había. Tamaño mediano. Te cagas.

Y bajaba y compraba las latas de tomate, grandes, siempre grandes, creo. Y subía con ellas y con las vueltas que me daba Juanito y me bajaba otra vez a la calle con ese mamimebajo en los labios, una vez más lanzado ya desde el primer piso, como si con eso bastara para obtener el visado de salida al exterior, a los parques, a la plaza del Pilón, al fútbol multitudinario del barrio.

Mamimebajo