martes. 19.03.2024
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Este semanario apareció en mayo de 1891, dirigido por Valentín Hernández Aldaeta. Llevaba como subtítulo el siguiente: “Semanario socialista obrero”. El origen del semanario debe encontrarse en la decisión que tomó el Congreso Socialista en Bilbao de 1890 sobre la necesidad de que se crease un órgano de expresión propio de los socialistas vascos. No pudo durar un año entero porque antes fue suspendido y su director condenado en un consejo de guerra en febrero de 1892 por insultos a la Guardia civil. El 7 de octubre de 1894 reapareció ya de forma definitiva y con Valentín Hernández de nuevo como director, en Bilbao. El semanario salía los domingos y tenía un tono y estilo agresivos, con un discurso claramente anticlerical, aunque una de sus mayores señas de identidad fue la defensa de los trabajadores inmigrantes en el País Vasco. Entre los primeros redactores estuvieron los siguientes: José Aldaco, Luis de Aquino, Pedro Luero, Toribio Pascual, Timoteo Orbe y el propio Pablo Iglesias. Miguel Unamuno escribió en el mismo entre 1894, año en el que ingresó en el partido, y 1897. Sus escritos versaron, especialmente, sobre el antimilitarismo y el antibelicismo, artículos, que salvo uno, no llevaban su firma. También Indalecio Prieto escribió sus primeros escritos en este semanario.

Con el tiempo fue un semanario que alcanzó una amplia difusión. Hacia 1895 tenía una tirada de unos cinco mil quinientos ejemplares, elevándose a diez mil hacia 1898. En gran medida, este semanario se vendía en Bilbao y las zonas fabriles y mineras vizcaínas. Pero también tuvo gran predicamento en Santander, Gijón y Oviedo.

Cuando Hernández fue expulsado del partido fue relevado en la dirección del semanario en el año 1900 por Álvaro Ortiz. Tomás Meabe sustituyó a Ortiz al quedarse ciego, y volvió a imprimir un claro carácter anticlerical a la publicación. Sobre este renovado anticlericalismo en el semanario se ha discutido sobre si se debió exclusivamente a Meabe, pero lo cierto es que el socialismo vasco y español siempre había sido anticlerical, aunque sin llegar a defender el empleo de la violencia. Por otra parte, Perezagua no había querido colocar el anticlericalismo en la base de la movilización socialista.

Otros directores de La Lucha de Clases fueron: Emilio Beni, Óscar Pérez Solís, Ángel Lacort, Luis Araquistáin y Julián Zugazagoitia. Éste último fue director en 1921 y desde sus páginas combatió la escisión socialista que creó el Partido Comunista a partir de la III Internacional. Zugazagoitia fue desterrado en la Dictadura de Primo de Rivera, precisamente por delito de imprenta como redactor del semanario.

El último número de La Lucha de Clases salió el 16 de junio de 1937.

Insertamos el fragmento de un texto de un artículo aparecido en el número de 23 de mayo de 1896, referente a los barracones y cantinas en las zonas mineras de Vizcaya, perjudiciales para los mineros, situación que no se había corregido a pesar de la huelga de 1890, y que desde el semanario se denunciaba:

“Los trabajadores de las minas de Vizcaya, reunidos el 1 ° de Mayo en el frontón de Gallarta, hicieron nuevas y ruidosas manifestaciones contra el mantenimiento de cuarteles y tiendas obligatorias por los reyezuelos de esta región minera y nombraron una Comisión que reclamará de los poderes públicos o sus representantes su pronta y absoluta desaparición. (…)

Los trabajadores de las minas en 1890 se levantaron en masa en huelga, reclamando la limitación de la jornada de trabajo y la desaparición de los barracones y tiendas obligatorias. (…)

Hoy, bien que mal, se mantiene la jornada de trabajo establecida en 1890, pero en cuanto a barracones y tiendas obligatorias se está en toda la zona minera, con cortísima diferencia, como antes de la primera huelga.

En la zona de Vizcaya, con menosprecio de las leyes y mengua del espíritu liberal del siglo, es condición indispensable para ser admitido al trabajo, albergarse en casuchas antihigiénicas y comprar los géneros alimenticios, buenos o malos (malos casi siempre y a precios escandalosos) en determinadas tiendas.

Esto es, a nuestro modo de ver, un gravísimo atentado a la libertad de trabajo, tan a menudo invocada, un insulto a las leyes de sanidad e higiene y es, sobre todo, una explotación antihumanitaria que ningún gobierno culto deba tolerar.

Ahora bien, los obreros de las minas de Vizcaya, para hacer desaparecer los cuarteles y las tiendas obligatorias, signos de una nueva y repugnante esclavitud, apelarán al legítimo derecho a la huelga, si el gobierno y autoridades no creen que debe ponerse un límite a la insaciabilidad de negreros sin conciencia que cometen verdaderos crímenes.”

La Lucha de Clases: semanario socialista